Si tuviéramos la capacidad de regresar
hacia atrás en el tiempo, seguramente tomaríamos otras decisiones. Nos diríamos
a nosotros mismos que no debíamos preocuparnos tanto por ese examen o por tal
persona, asumiríamos más riesgos y, seguramente, aprenderíamos a disfrutar más
de las pequeñas cosas. Dicha sabiduría se adquiere con la experiencia, pero ¿y si no
hiciera falta esperar para aprender y evitar posibles errores? Karl A.
Pillemer, profesor de Desarrollo Humano en la Universidad de Cornell y
gerontólogo de renombre internacional, se propuso resolver dicha pregunta en su
libro 30 Lecciones para Vivir. Para
ello, entrevistó a más de 1000 personas de entre 80 y 90 años para conocer
cuáles eran sus principales aprendizajes. Pillemir se sorprendió con la
honestidad inflexible de sus entrevistados, la cantidad de puntos en común que
compartían a pesar de trayectorias tan diferentes y de cómo narraban con
claridad extrema sus historias de amor, de pérdida, de lucha y de esperanza. Y
el motivo es sencillo: cuando el tiempo se convierte en el recurso escaso, como
diríamos los economistas, las prioridades se transforman.
Veamos algunas de las conclusiones de
su estudio, que puede servirnos como aprendizaje:
No te
obsesiones con el dinero: Cuando somos jóvenes podemos vernos
tentados a condicionar nuestra trayectoria profesional en función del beneficio
económico que podamos obtener. En nuestra sociedad, el dinero se “vende” como
símbolo de éxito o como un camino para ganar autoestima. Sin embargo, ni una
sola de las personas que entrevistó Pillemer dijo que dejarse la piel por ganar
mucho dinero valiera la pena, o escoger trabajos solo movidos por la ganancia
futura o por acumular más que los de alrededor. Como se dice tradicionalmente, el dinero es un
buen siervo pero un mal amo; y las personas mayores corroboran dicha
conclusión.
Busca
tu pasión:
En algún momento podemos preguntarnos ¿qué he hecho con mi vida? Si no nos
gusta la respuesta que nos damos, puede que el tiempo no juegue a nuestro
favor. Por ello, los entrevistados sugieren que en todas nuestras decisiones busquemos
aquello que nos haga felices en vez de posponerlo para cuando llegue
el fin de semana o las vacaciones. Y sobre todo, busquemos los medios para alimentar nuestra
pasión, aquello que nos hace realmente grandes por dentro: un
deporte, una afición… Al final, es lo que realmente importa.
Descubre
el mundo viajando: La mayor parte de las personas que participaron
en la investigación manifestaron su deseo de haber viajado más y haber conocido
más mundo. Posiblemente, esté relacionado con nuestra curiosidad o con nuestra
necesidad de salir de la rutina. Y aquí no importa tanto cómo se realice dicho
viaje (ya que algunos destacaron los que hicieron con mochilas al hombro), sino
atrevernos a
vivir experiencias en otras culturas, con otras personas. En definitiva,
abrirnos a aprender.
No
temas las nuevas oportunidades: Rechazar un cambio de trabajo, pasar
un tiempo viviendo en el extranjero u otro tipo de aventuras por miedo al
resultado, es una manera errónea de acercarse a la vida. El miedo es lo contrario a la felicidad,
como hemos comentado en otras ocasiones. De acuerdo con nuestros mayores, el
hecho de abrazar nuevos desafíos nos reporta nuevo conocimiento y satisfacción
y, sobre todo, la sensación de sentirnos plenos. Al final, como dijo Elisabeth Elisabeth Kubler-Ross, médico
que trabajó con enfermos terminales durante casi cuarenta años, las personas
nos lamentamos de dos cosas antes de morir: de no habernos reconciliado con alguien,
un familiar generalmente, y de no habernos atrevido a hacer más cosas. Si no
tuviéramos miedo, ¿en cuántas más cosas nos involucraríamos?
Para
disfrutar del trabajo, ¡hay que ser agradable!: Las personas
entrevistadas habían conocido a personas exitosas y a otras que no lo eran
tanto. Según ellos, no importa el talento que tengas o lo brillante que seas,
para tener éxito hay que desarrollar también nuestras habilidades
interpersonales o lo que Daniel Goleman
bautizó como “inteligencia
emocional”. Podemos estar centrados en estudiar o en adquirir más
conocimientos técnicos, pero nunca debemos perder de vista lo realmente
importante: trabajar
nuestra empatía, escuchar a los demás, resolver conflictos de manera asertiva o
ser valorados por las personas que nos rodean.
Elige
a una pareja similar a ti: ¿Cuántas veces hemos escuchado que
los polos opuestos se atraen? Las investigaciones revelan que esto ha quedado
en un mito, como recogimos en otra investigación anterior. Las relaciones
duraderas y en las que las personas se sienten satisfechas son aquellas
formadas por personas
que comparten estilos de vida, valores y pueden mantener conversaciones que
satisfagan a ambos.
No
pierdas tiempo preocupándote por lo que no está bajo tu control:
Invertimos un tiempo excesivo preocupándonos por cosas contra las que no
podríamos hacer nada, y es más, la mayoría de las veces ¡ni tan siquiera
suceden! Los entrevistados coincidían en que el tiempo es nuestro recurso más
preciado, preocuparse por acontecimientos que quizá ni se produzcan es un
desperdicio imperdonable. Así pues, la sugerencia consiste en aplicar puro
sentido común a nuestra vida y a nuestras preocupaciones.
No
pienses a largo plazo mientras te pierdes el presente: Es curioso
que necesitemos vivir toda una vida para darnos cuenta de lo importante que es
disfrutar del momento actual. “Ya haré lo que me gusta dentro de unos años…”, “Todo
mejorará dentro de un tiempo…” son afirmaciones que seguramente nos
hayan asaltado alguna vez y que nos llevan a poner esperanzas en un futuro
incierto. Tratar de gestionar nuestro futuro es natural y necesario, pero por ello no
podemos perder de vista lo que estamos viviendo hoy.
Aprovechemos la sabiduría dada por
nuestros mayores para que cuando un día miremos hacia atrás, tengamos la
certeza de que volveríamos a vivir la misma vida si tuviéramos otra
oportunidad.
Referencias:
Pillemer K. (2011). 30 Lecciones para vivir. USA: Plume
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