Chuang
Tzu cuenta la siguiente historia, donde se insinúa que muchas de nuestras
desgracias tal vez sean consecuencia de nuestra estupidez, de no saber entender
bien la naturaleza de las cosas. Porque a veces es como si nosotros mismos
provocáramos aquello que más tememos:
«Había una vez un hombre que tenía miedo de su
sombra y que renegaba de sus huellas; quiso huir de ellas, pero cuanto más
corría, más huellas iba dejando, y por mucho que corriera su sombra no se
separaba de él; entonces, creyendo que el problema estaba en que no corría lo
bastante deprisa, corrió lo más velozmente que pudo y no paró de correr hasta
que murió agotado.
Aquel hombre
ignoraba que poniéndose a la sombra, la sombra desaparece, y que permaneciendo
en quietud no se dejan huellas».
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