La vida es del color del cristal con
que se mira. Siempre hemos oído esta frase y además, tiene una explicación
científica. Significa
elegir el lugar al que prestas atención. Las últimas investigaciones
sobre la atención aseguran que el cerebro es incapaz de prestar atención a dos
estímulos o dos situaciones a la vez, en todo caso, salta de una a otra, pero
no las compagina. ¡Ni siquiera las mujeres somos capaces de hacerlo! Y mira que
se nos ha atribuido esta capacidad durante mucho tiempo. Un mito, como otro
cualquiera.
Volviendo a la atención. Recibimos
cientos de miles de estímulos diarios y simultáneos: olores, mensajes,
imágenes, colores, sonidos, teléfono, televisión, personas, sensaciones,
emociones... estamos sobreestimulados. Pero atendemos conscientemente solo a aquello en lo que
focalizamos nuestra atención. Os voy a poner un ejemplo que me ha
sucedido a mí. De adulta nunca había tenido perro hasta este verano pasado. Y
al estar pendiente del perro, bueno el que está pendiente es mi marido, pero al
sacarlo a pasear, me he dado cuenta que hay muchísimos perros en el mundo.
Perros que antes para mí no existían, no los veía. Pero no es que no estuvieran
en el entorno, en la calle o paseando, es que no les prestaba atención porque
la idea de perro no existía en mi cabeza, no tenía la necesidad de buscar
perros para que el mío jugara con ellos. Ahora que tengo perro, veo perros.
Lo mismo ocurre cuando cambias de modelo
de coche, cuando te quedas embarazada, cuando estás dieta... solo ves ese
modelo nuevo de coche que tú también te has comprado, otras mujeres embarazadas
y todo lo que tiene que ver con bebés o productos, alimentos y dietas
relacionados con tu objetivo de perder peso. Por eso decimos que la atención es
selectiva. Estímulos
llegan miles, pero tú eres el que decide a qué prestas atención.
Los estados anímicos como la tristeza, la alegría, el miedo o la
ansiedad, están relacionados directamente con la manera que tenemos de
contemplar el entorno y de valorar lo que sucede a nuestro alrededor. Las
personas felices tienen puesta su atención en lo que suma, en lo positivo del
día, en esperar cosas buenas, en tener buena suerte, en que la gente está para
ayudar en lugar de para jugártela. Las personas felices además disfrutan de los
pequeños detalles como la sonrisa de sus hijos, un café con un compañero de
trabajo, descasar en el sillón por la noche, un rato de lectura, prepararse un
té, una llamada de teléfono, una nota de agradecimiento... detalles sencillos. No esperan los
grandes acontecimientos como sacarse el carné de conducir, casarse o
aprobar la carrera. Estas cosas ocurren tan de vez en cuando, que si relacionas
el estado de bienestar con los grandes acontecimientos, tendrás muy pocos
momentos para ser realmente feliz. Pero si por el contrario, eliges
dirigir tu atención a las pequeñas cosas, tu día será pleno, te sentirás
agradecido por disfrutar de actividades y momentos que ahora pasan desapercibidos.
Y pasan desapercibidos porque no les prestas atención. Tu atención está en la
discusión, en que hay tráfico, en la mala cara de un compañero, que no te
atienden en tu compañía de teléfono y un largo etc. El día tiene 24 horas, de
las que duermes como mínimo seis. Elegir el resto de las 18 depende de ti.
Tienes que elegir tus batallas para reducir el nivel de conflictos. Pero
también tienes que elegir contemplar momentos de tu vida que ahora pasan
desapercibidos.
Te voy a proponer dos pequeños
ejercicios, fáciles, que te van a llevar muy poco tiempo, pero que si los
practicas a diario, mejorará tu estado de bienestar y te sentirás más
afortunado y en equilibrio con la vida.
1. EL
DIARIO DE BIENESTAR
Se trata de escribir cinco minutos, cuando
puedas estar relajado por la noche, un pequeño relato de todo lo que has disfrutado durante
el día. Pequeñas cosas que tengan que ver contigo, tu trabajo, tu
pareja, los hijos, amigos, familia, un paseo, tu capacidad para manejar tus
emociones, o el haberte enfrentado a una situación con éxito, haber ordenado
algo que lleva tiempo en el caos, acabar un informe, pasear dándote el sol en
la cara, la película que has visto, ese sueño de diez minutos tan reparador después
de comer. Lo
que sea que te haga sentir mínimamente bien. Anótalo todo. No te
llevará más que unos minutos y te sentirás a gusto, tendrás la sensación que el
día ha valido la pena y te meterás en la cama muy tranquilo.
Además, el hecho de tener que escribir
el diario por la noche, provocará que durante el día andes buscando pequeños
placeres para poder redactarlos más tarde. Tu cerebro se estará orientando a las cosas bonitas, a
los detalles y a la benevolencia. Será como un rastreador de
momentos felices para tener material que escribir por la noche. Estarás
eligiendo dónde centrar tu atención. Y tal como he explicado al inicio,
mientras centras la atención en un tema, impides que se vaya a otros. Si buscas lo
que suma, te distraes de lo que resta. Es así de fácil.
2. TUS
INNEGOCIABLES
Elabora una lista con cinco cosas que
te hacen sentir bien, sencillas, y no dejes de practicarlas durante el día.
Tus innegociables pueden ser: media hora de lectura, tomar todos los días un
té, hacer una llamada relajante y reír con algún amigo, cenar con el teléfono
apagado y darte un baño con música. Cada uno tiene sus innegociables. Tienen que ser
actividades que dependan de ti, que no cuesten mucho dinero ni te hagan perder
mucho tiempo y que de verdad te reconforte. Cuanto antes
confecciones tu lista, antes estarás pensando y trabajando en tus pequeños
placeres.
La felicidad está más cerca de lo que
te imaginas, pero dejamos de prestar atención a los detalles porque forman
parte de la rutina. El valor que damos a las cosas lo decidimos nosotros,
tanto a las batallas que nos amargan, como cuando dejamos escapar segundos y
minutos de felicidad.
gracias, voy por mi te!
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