En las
relaciones, hombres y mujeres no suelen decir siempre la verdad. Mienten para
conseguir sexo, por necesidad, por amor. Las parejas
mantienen un equilibrio delicado entre la sinceridad y la conveniencia
personal. Es el arte del compromiso.
“Mientes como nadie / cuando me dices te quiero”. Así
sonaba el estribillo de una célebre canción del grupo Ketama de hace unos años.
¿Licencia poética? En absoluto. Es la vida misma. “Hombres y mujeres, todos mienten sin
distinción. A los demás y a uno mismo. Para que la relación o el encuentro
mantengan las expectativas o en nombre de la paz conyugal. Es cierto: casi
siempre son mentiras pequeñas más parecidas a justificaciones innecesarias que
a disparates mal contados. Pero la realidad es que sirven a la pareja para
preservar intacto el sueño del amor o de la noche de pasión”, explica Nadia
Busato, escritora y divulgadora italiana autora del libro 101 bugie che ci raccontiamo in amore o
sull’ amore (Newton) (101 mentiras que nos contamos en amor y sobre el amor).
¿Las relaciones se basan en mentiras? No debería la sinceridad el pilar de todo?
Cuestión de grados y de contexto. Al principio, cuando no se conocen, hombres y
mujeres quieren seducir. De alguna manera, tratan de venderse (o de comprarse)
los unos a los otros. No hay que escandalizarse: a cambio de una noche de sexo,
más de uno estaría dispuesto, aunque sea de forma inconsciente, a contar alguna
historia para impresionar a la persona que tiene por delante. “En términos
biológicos es algo humano. Se trata de garantizar la supervivencia de la
especie. Se atrae a la mejor pareja para cada uno. Y no se quiere echar a
perder las probabilidades de éxito”, dijo,
preguntado sobre el tema, el psicólogo Philip
Hodson, miembro del Asociación Británica de Psicoterapia, al rotativo Daily
Mail.
¿Biología o voluntad? ¿Se
miente para conseguir sexo porque el deseo es una pulsión incontrolable e
intrínseca del ser humano? Pere
Estupinyà, químico y divulgador, autor del libro La ciencia del sexo (Debate) precisa: “Es muy importante distinguir el deseo del
comportamiento. El deseo sexual es en primera instancia irracional. Es un
instinto como puede ser el hambre. Así que, el deseo o fantasías no las podemos
controlar. Lo que sí podemos controlar
es el comportamiento. Y eso, en el cerebro, lo gestiona el córtex
prefrontal, sede de nuestra racionalidad”. Ahora bien, tal como
reconoce Estupinyà, “puede ocurrir que nosotros decidamos desinhibirnos en
circunstancias determinadas para disfrutar más del gozo sexual”. Por
ejemplo, todas las veces que la corteza prefrontal está menos activa y le
cuesta controlar los instintos, como estado de embriaguez, depresión, etcétera.
En
cambio, según este experto, las mentiras entre parejas son engaños deliberados y
conscientes que se usan para conseguir objetivos. “Es
un mecanismo que está muy instaurado en nuestra sociedad y en nuestra especie.
A nivel psicológico y de procesos cerebrales, no son tan diferentes de las
mentiras en el trabajo, por ejemplo”. “Pero, en lo que se refiere al sexo
–subraya–, lo curioso es que antes de decir la mentira, esta ya suele tener una
justificación propia. Se trata de un
engaño cognitivo, en el que no se ve la mentira como algo malo, sino algo
justificado por otros factores. Un caso muy claro es el de las
infidelidades, donde aparecen excusas como que al final es lo mejor para la
pareja. Puede serlo… pero no deja de ser una mentira, aunque tolerada por un
fin (o excusa) a la que le damos mayor importancia”.
Como
se ve, al final los factores culturales y sociales modulan e influyen en la
biología. En el imaginario colectivo se da tan por asumido que habrá que pasar
por algún engaño y artificio si se quiere lograr llevarse alguien a la alcoba
que en EE.UU., en una serie de éxito, How
I met your mother (cómo conocí a vuestra madre), el protagonista, Barney Stinson, incluso confecciona un
manual de la mentira perfecta con la que tejer una trampa a las mujeres: es el
libro Playbook (libro de juegos), que
abarca un amplio catálogo de trucos y estratagemas, que van desde hacerse pasar
por un hombre abandonado en busca de consuelo, hasta actuar de macho protector.
Se trata de un recurso de los guionistas, en una comedia que hace sátira
social, pero que, como ocurre a menudo, ironiza sobre hechos reales.
Eso
sí, a veces las falsedades o exageraciones que un hombre o una mujer puede
decir al otro no son fruto de la malicia o de algún cínico plan, sino que se
dicen con toda la buena fe. Bajo el entusiasmo, se llega a soltar las típicas
frases que, a posteriori, pueden parecer poco sinceras, como “eres lo mejor
de mi vida” o “llevaba años buscándote”. “Pero todas estas, de alguna
manera, no son mentiras: porque, cuando se dicen, uno las siente de verdad y
uno está convencido de que él o ella… es el amor en mayúsculas, como si no se
acordara de los fracasos del pasado. Son
más bien mentiras que uno se dice a sí mismo”, advierte Alicia Gallotti, psicóloga, escritora y
portavoz del portal Victoriamilan.es para “aventuras discretas” (léase
extramatrimoniales).
Tipos y motivos. Por otra parte, no todas las
mentiras son iguales. En su libro, Nadia
Busato las divide en cuatro categorías: las que decimos por necesidad,
que son hasta
justificables y comprensibles o inocentes (“entiendo que te veas con
tu ex, no soy nada celoso, me gustan las relaciones libres”); las
oportunistas: las que se dicen pensando sólo en el beneficio
personal y susceptibles de causar dolor (“ya no amo a mi mujer, sólo tengo sexo contigo”);
las emotivas:
son las que nacen del corazón, fruto de un exceso de sentimiento, que se dicen
para reequilibrar la situación (“volver a
intentarlo seguro que es una buena idea”) y las que se dicen por
inseguridad, para defenderse de los fracasos (“mejor aprovechar esta noche, total las
relaciones estables no duran”.)
Mentiras
hay muchas, pero el objetivo suele ser siempre el mismo: conseguir una relación satisfactoria.
En un extremo, se llega a falsificar la realidad de forma descarada. Hay quien
presume virtudes inexistentes o hasta construye una identidad fantasiosa, al
límite de la impostura. “Son aquellas personas que quieren un mero intercambio de
cuerpos y lo quieren disfrazar de encuentro íntimo. En realidad, estamos en
este caso cerca de una lógica económica: yo te doy algo, si tu aceptas tener
sexo conmigo. Si las cosas son así,
mentir es casi superfluo. Inútil”, opina Busato.
Seducir no es mentir. Otra
cosa es la seducción. Al principio, no hay por que entrar en detalles sobre la
talla de la ropa, la edad, la situación financiera el trabajo, los motivos de
rupturas anteriores, las antiguas parejas. Más que mentir, se trata más bien de
un no decir. “Es
el juego de los adultos, con reglas que no son engaños: simplemente cada uno asume el papel que le es más cercano”,
matiza Busato. Como dijo una vez la gran actriz Claudia Cardinale: “Nunca he intentado seducir o mentir. Me he limitado a
hacer soñar”. Efectivamente. “El auténtico seductor no sólo seduce a la pareja, sino
al empleado del banco o de la tienda. Es un juego que produce placer y que
facilita la vida”, coincide Alicia Gallotti.
Esta
psicóloga ha comprobado un hecho curioso. Según los datos que maneja, los
usuarios del portal Victoriamilan.es
no suelen mentir sobre su estado civil, pero sí que suelen ocultar la
infidelidad a la mujer o al marido. Con lo que se llega a la siguiente
paradoja: se
miente a la pareja oficial, pero se es sincero con el o la amante. “Decir la verdad
al amante permite vivir una relación de aventura con cierta tranquilidad. En
cambio, en la relación estable todo es más difícil: hay muchos elementos
afectivos, económicos. Los dos forman
una pequeña sociedad en la que, a veces, hay quien está dispuesto a pagar un
precio para mantener cierto equilibrio”, explica.
Una
investigación del Instituto Italiano de
estudios Transdisciplinarios de Roma ha revelado que la vida de pareja dura
cinco años más en promedio si marido y mujer evitan decirse toda la verdad en
lo que se refiere a las infidelidades. Confesar una aventura llevaría a la
ruptura en el 75% de los casos. Incluso cuando no haya infidelidades, la pareja
tampoco tiene que contárselo todo. “Si hablamos de
sentimientos, la sinceridad está en la base. Pero en cualquier relación, al
cabo de un tiempo, hay que concederse el derecho de desviarse, de recortarse
espacios en la sombra, de tener secretos, de experimentar algo que debe
permanecer apartado. La mentira es un
mecanismo de defensa de la propia intimidad que ayuda a preservar un poco de
misterio y a mantener vivas las ganas de conocerse a lo largo de toda la vida”,
sostiene Busato.
Tópicos de género. Por otra parte, estudios
científicos han demostrado que hombres y mujeres no mienten igual. Una
investigación de la psicóloga Terri
Fisher, de la Ohio State University (EE.UU.), ha analizado el
comportamiento de 293 chicos de entre 18 y 25 años mediante un cuestionario que
abarcaba varios argumentos con la ayuda de la llamada “máquina de la verdad”. “En lo que se refiere a la sexualidad, las personas
parecían más cuidadosas en responder de forma acorde con los estereotipos de
género. El sexo parece ser la única área en la que las personas se preocupan si
no cumplen las imágenes estereotipadas de un hombre o de una mujer “típica”,
afirmó Fisher.
Así,
por ejemplo, las mujeres confesaron haber tenido un número menor de parejas de
las que realmente habían tenido, para no dar la impresión de ser demasiado
fáciles (el 64% dice que menos de diez). Asimismo, el estudio certificó que
ellas admitieron con más dificultad haber vivido historias de una noche, por
temor de ser juzgadas excesivamente frívolas. Los hombres, por el contrario,
declararon haber compartido cama con un número de compañeras superior a las que
de verdad consiguieron llevarse al dormitorio. Ellos también se vanagloriaron
de no haber fallado nunca bajo las sábanas, algo que no sería del todo cierto:
vanidad, arrogancia y cierta bravuconería persisten entre los varones. “El tópico nos dice que los hombres mienten para obtener
satisfacción sexual y las mujeres para recibir un cierto tipo de seguridad
sentimental. Aún así, yo creo que más que las mentiras, más frecuentes son las
cosas que no se dicen: sobre el pasado, los deseos o las propias fantasías”,
comenta Busato.
Tanto
la mujer como el hombre desean gustar y ambos se hacen más débiles ante los
piropos. En este sentido, hay frases que son música para los oídos que, bien
empleadas, pueden surgir los efectos deseados. “El hombre siempre busca en ellas obtener
una cierta reafirmación, de que es el mejor amante que ellas han tenido en su
vida. En ese sentido, para las mujeres la mejor forma de no herirle es no darle
un desengaño”, explica Gallotti. A su vez, ellos saben que las
mujeres son sensibles… a lo sensible. “El varón, cuando quiere dar una buena impresión, tiende a demostrar que tiene sentimientos,
que ha llorado alguna vez. Su parte femenina seduce mucho. Ella, en cambio,
para no asustarle o exponerse a juicios morales, prefiere ocultar, por ejemplo,
que está dispuesta a tener sin ningún reparo relaciones sin estar enamorada.
Cuesta creerlo, pero todavía es así”, afirma esta psicóloga. “Mientes con ternura / qué locura / qué deseo/ Mientes
como nadie…”. Sólo es una canción.
LAS MENTIRAS
Hombres y mujeres suelen decir mentiras en sus
relaciones, tanto para conseguir sexo… como para rechazarlo. Algunas son muy
comunes. A continuación, las más frecuentes
“Acabo de salir de una historia importante”
¿Es verdad? La persona en todo caso está diciendo
dos cosas al mismo tiempo: que ahora no quiere nada serio, pero que es alguien
capaz de asumir un compromiso si cabe. No quiere
definirse.
“Nunca había sido tan bonito”
Se suele pronunciar después de hacer el amor. El
paso siguiente es: “Nunca había dicho algo así a nadie” o “nunca he había enamorado hasta que te conocí a ti”. Nunca, nunca, nunca… ¿Seguro?
“Lo siento, el sexo no me interesa”
En realidad, salvo que uno siga caminos ascéticos,
el sexo interesa a cualquier ser humano. Se está diciendo que esta noche el horno no está para bollos
“Dormimos juntos pero te prometo que no hacemos
nada”
La propuesta suena bien. Pero ¿cuánto tiempo van a
resistir un hombre y una mujer en una cama desnudos sin hacer nada?
“Te juro que cambiaré”
La frase sirve para pedir perdón. Pero la gente difícilmente cambia para complacer a uno.
“Sólo estoy con él / ella por mis hijos”
Posibles variantes: “Me estoy
divorciando”. “Dáme tiempo para separarme”. “Le quiero pero hace tiempo que el
amor se acabó”. Ojo a los
soñadores/as: en la práctica esto no significa que la persona vaya a dejar la
pareja para lanzarse a una aventura
“Confía en mí. Nunca te mentiría”
Sobran comentarios
“Ya estoy cansado de aventuras”
Impresiona a aquellos que buscan algo estable.
Música para sus oídos: ¡Finalmente alguien serio, con compromiso! ¿Pero se tienen datos para comprobarlo? ¿A qué no?
“Tengo miedo a meterme en una historia importante”
Por lo
general no se trata de miedo. Simplemente uno no quiere dar el paso. Es una decisión
consciente. Traducción:
“No quiero nada serio”
“No te merezco”
Disminuirse
para halagar el otro. Es una manera un tanto retorcida para decir, tal vez, que
uno ya no está enamorado. Y para que sea la otra persona la que tome la
decisión de cortar la relación. Una vuelta de tortilla.
“Necesito una pausa de reflexión”
Seguida
de “me siento
confundido”. Quiere decir que se quiere romper.
“Sólo fue sexo”
Frase
que se pronuncia en caso de traición. Puede que sea verdad. Pero nada hace
pensar que esto no vuelva a ocurrir en el futuro.
“Tengo fantasías contigo”
Sí,
¿por qué no? Pero lo normal, cuando se trata de fantasías, es tenerlas…con otras personas…
“No quiero estropear nuestra amistad”
Traducción:
no quiero nada contigo. No hay atracción.
“Ya te llamaré”
Casi
seguro que esto no ocurrirá. Pura estadística
“Esta noche no, estoy cansado/a”
Es la
respuesta más común, junto al “no me pasa nada”. Es probable que, detrás del
rechazo, sí
haya alguna motivación concreta. ¡Descúbrela!
“Tengo muchos admiradores/as, pero sólo soy tuyo/a”
¿Existen
de verdad estos admiradores o son un cuento para venderse mejor? Por cierto:
nadie es de nadie.
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