—Nuestra cultura prescinde del
subconsciente...
—Ignora medio cerebro.
—Porque nos educan sólo para ser útiles en el sistema
productivo y, sinceramente, creo que, como humanos, somos capaces de muchas más
cosas...
—... Que se consideran secundarias.
—Pagamos un precio por esa miopía: Perdemos
capacidad de aprendizaje y de conexión interpersonal y sufrimos ansiedades
paralizantes y disfunciones frustrantes.
—La razón no se entiende con la otra mitad de
la mente, pero tampoco sin ella.
—No es que el subconsciente no tenga lógica;
tiene sus reglas, pero no son las mismas de la razón y tampoco necesitamos
saberlas para beneficiarnos de todo su potencial.
—¿Y eso es lo que aprovecha la PNL ?
—La programación neurolingüística la creamos
Richard Bandler y yo en 1976
a partir de los grandes descubrimientos de la neurología
y la lingüística de los setenta.
—Década pionera para la neurociencia.
—Aprendimos de Bateson, Beethoven del
pensamiento; Pearls, el creador de la Gestalt ; Satir, avanzada de la terapia familiar,
y Erickson, maestro de la metáfora y experto en conseguir respuestas del
subconsciente.
—¿Para qué sirve la PNL ?
—Tratamos de explicar cómo los humanos conseguimos estados
mentales en los que realizamos nuestros objetivos.
—¿Alguna técnica específica?
—Tal vez la más popular es la de las pautas
del movimiento ocular: Si ahora mis ojos van hacia mi izquierda es que estoy
recordando, ergo diciendo la verdad; si hacia mi derecha, es que estoy creando
imágenes, ergo podría estar mintiendo.
—Para mentir, mejor llevar gafas de sol.
—Su movimiento ocular delata la tarea mental
que está haciendo: Creando una imagen (sus ojos se mueven arriba y a su
derecha); recordando una imagen (arriba izquierda); creando sonidos (centro
derecha); recordando sonidos (centro izquierda); reviviendo emociones (abajo
izquierda); y hablando consigo mismo (abajo derecha).
—¿Cómo enseña usted a aprender?
—Aprenden a hablar más rápido que los
estudiantes de idiomas que se esfuerzan en racionalizar y memorizar las reglas
gramaticales de los adultos.
—Aquí se estudia, pero no se habla inglés.
—Porque aprenden inglés, pero no a hablar.
Otra manera habitual de no aprender un idioma es concentrarse sólo en la
traducción y obsesionarse con no cometer errores.
—¿Es mejor equivocarse?
—Para aprender, debe suspender el juicio y poner en ello
toda la mente y no sólo la razón.
—¿Suspender el juicio es hacer bobadas?
—Al contrario. Ser capaz de no razonar
automáticamente ante un problema requiere concentración, entrenamiento y
sabiduría. Nos han hecho creer que el aprendizaje es fruto siempre del
raciocinio, pero nuestra capacidad más importante —hablar— la aprendemos sin
razonar: Simplemente
imitando.
—Los primates aprendemos copiando.
—Si pudiera aprender a pintar con Picasso o a
tocar con Mozart, ¿Trataría usted de deconstruir sesudamente su obra? Si los
imitara sin racionalizarlos, aprendería más rápido.
—Si pienso en cómo ando, me caigo.
—Los niños cometen errores, pero sin ser
conscientes de ellos, por eso sin tener profesores de idiomas acaban hablando
bien. En cambio, el adulto es demasiado consciente de sus faltas y su temor a
cometerlas paraliza a menudo su capacidad de aprender.
—¿Su consejo?
—Debe acceder a un estado mental en el que adquiera la
flexibilidad natural del niño para escuchar y reproducir sonidos sin el miedo
del adulto a equivocarse. Cuando lo logre, su voz interna le hablará
su nueva lengua; con errores, sí, ¿Y qué? Ya corregirá.
—¿Una regresión para poder avanzar?
—Una regresión en la que la nueva lengua se
aprehende sin interferencia de la materna. Y ese estado de suspensión de
conciencia también es útil para otros aprendizajes.
—Por ejemplo...
—A mí me aburre repetir lo que sé. Prefiero
experimentar y equivocarme a repetir sin meter la pata, pero también sin
aprender nada nuevo.
—El error aquí tiene muy mala prensa.
—La obsesión por no arriesgarse en el ensayo de lo nuevo
es consecuencia de nuestra inseguridad, pero también al mismo tiempo la
prolonga. Evita que avancemos. La repetición de lo sabido minimiza el error, pero
también el aprendizaje.
—Los banqueros parecían infalibles.
—Cuanto más inseguro es un negocio en
realidad, más necesitan los negociantes simular seguridad y predictibilidad. Y,
sin embargo, a
menudo avanzar en zigzag de forma inesperada es el mejor modo de llegar lejos.
—Los experimentos, con gaseosa: Dicen.
—A los empresarios convencionales les provoca
pánico, no ya equivocarse, sino simplemente la posibilidad de que alguien crea
que pueden equivocarse. Están paralizados por la necesidad de simular que
tienen todo bajo control.
—¿Cómo aprender sin miedo al error?
—Cualquier ansiedad aumenta si no la confrontamos, pero se
desvanece en cuanto le plantamos cara. Es como un fantasma imaginario que crece y
crece hasta que te atreves a quitarle la sábana y, ¡Zas!, resulta que debajo
sólo había un ratoncito.
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