Ilustración Anna Parini |
Ni creer ciegamente, ni oponerse a lo nuevo y
desconocido por sistema
Para evolucionar es necesario verificar y
contrastar la información con nuestra experiencia
Podemos dar agua, pero no sed. Gerardo Schmedling
Por más que te explique a qué sabe
el fruto de los baobabs, no lo sabrás hasta que lo pruebes por ti mismo. Proverbio malgache
El sistema sobre el que se asienta nuestra
existencia padece en la actualidad una profunda “crisis institucional”. La
oleada de escándalos y corrupción ha provocado un sentimiento de frustración e
impotencia generalizado. La gente se siente engañada y estafada. Está muy harta
de escuchar tantas mentiras. De ahí que cada vez más ciudadanos estén dejando
de creer en las organizaciones establecidas.
En medio de este turbulento escenario social,
político y económico están surgiendo nuevos mensajes y consignas para afrontar
con una nueva actitud los cambios que se avecinan. En el ámbito del crecimiento
personal, por ejemplo, palabras como coaching o emprendedor aparecen por todas
partes. Se han puesto de moda. Tanto que empiezan a cansar a muchos. Y no es para
menos. Parece como si hoy todo el mundo estuviera llamado a ser coach. O que la
panacea sea abordar un proyecto o un negocio por su cuenta.
Tanto el coaching como la fiebre por crear
negocios propios son dos burbujas laborales. Y como tales, tarde o temprano
reventarán. Estudiar un oficio no implica que seamos válidos para ejercerlo
competentemente.
El talento no puede comprarse. Tan solo puede desarrollarse.
Principalmente porque viene de serie. No importa lo buenas que sean nuestras
intenciones o lo mucho que lo deseemos: el paso del tiempo revela la verdad en
forma de resultados emocionales y económicos. Y estos ponen de manifiesto el
grado de sabiduría o ignorancia desde donde tomamos nuestras decisiones.
Sea como fuere, palabras como las que hemos
señalado anteriormente muestran una nueva tendencia social y laboral imparable.
Para verla se ha de leer entre líneas. Están indicando, por un lado, que cada
vez más personas están llegando a una saturación de sufrimiento. No en vano, los
seres humanos tendemos a salir de nuestra zona de comodidad cuando nuestro
nivel de insatisfacción es mayor a nuestro miedo al cambio.
Así, una minoría emergente de la sociedad se
encuentra inmersa en una crisis existencial. Y, más allá de su
connotación negativa, se trata de un proceso de autoconocimiento y transformación
que lleva a cuestionarse el viejo modo de concebir las cosas y crea la
situación para abrirse a una nueva forma de comprender la vida. En este caso, a
dejar de buscar la felicidad fuera de nosotros mismos para empezar a cultivarla
en nuestro
interior.
Por otro lado, también revelan que cada vez más
profesionales están iniciando un proceso de reinvención laboral. Debido a la
escasez de contratos indefinidos –los cuales van a menos–, las personas que
trabajan como autónomos o freelance no para de crecer. Y viendo que el Estado
no es capaz de resolver sus propios problemas financieros, cada vez son más los
que deciden hacerse cargo de sí mismos laboral y económicamente, montándoselo
por su cuenta.
Cambio del modelo económico. Cambio del modelo
político. Cambio del modelo empresarial. Cambio del modelo energético. Cambio
del modelo educativo… Nos guste o no, la transformación ha venido para quedarse. Por
más que nos resistamos, el sistema está inmerso en un gigantesco proceso de
metamorfosis cultural. Y las circunstancias actuales son la crisálida que
necesitamos para que los ciudadanos sigamos creciendo y madurando.
Debido a la globalización y a las nuevas
tecnologías, los cambios van a ser cada vez más numerosos y se van a
propiciar cada vez más rápido. De ahí que sea fundamental cómo
cada uno se enfrenta a lo diferente y lo desconocido. De la actitud que adoptemos individualmente
frente a lo nuevo dependerá la dirección en la que evolucionemos como sociedad.
Ilustración Anna Parini |
Se cuenta que un importante catedrático
universitario oyó hablar de un sabio que acababa de llegar a la ciudad para
impartir durante una temporada unos cursos de autoconocimiento. Con el tiempo
empezó a cansarse de escuchar por todas partes a personas hablando sobre lo
novedosas que eran las enseñanzas del supuesto erudito. Al considerarse una
persona “escéptica
y de mente científica”, alegaba que el desarrollo personal no era
más que “una
sarta de chorradas para gente desesperada y sin criterio”.
Finalmente, harto de oír su nombre y movido por la
curiosidad, el catedrático concertó una cita con aquel sabio. Y una vez en su
despacho, le dijo con soberbia:
“Te concedo
diez minutos para que me hagas un resumen de tus enseñanzas”.
Y el sabio, con tranquilidad, le contestó:
“Permíteme que
antes te invite a una taza de té”.
Seguidamente, empezó a llenar la taza del
catedrático. Y una vez llena, siguió sirviéndole hasta que el té se desbordó de
la taza, derramándose sobre la mesa. Molesto, el erudito estalló en gritos:
“Pero ¿qué
haces, necio? ¿Acaso no ves que la taza está llena y que no cabe nada más en
ella?”.
Sin perder la compostura, el sabio le respondió:
“Por supuesto
que lo veo. Y de la misma manera veo que tu mente está demasiado llena de
prejuicios. A menos que la vacíes un poco, no puedo enseñarte nada nuevo”.
Frente a cualquier idea que desafíe nuestro statu
quo intelectual, es importante no confundir la arrogancia con el escepticismo.
Más que nada porque el arrogante no suele plantearse nuevos interrogantes
porque cree que cuenta con todas las respuestas, erigiéndose como portavoz de
la verdad. Reconocer que no sabe, o que puede estar equivocado, es demasiado
doloroso para su ego. Así es como va encerrándose en una cárcel intelectual,
construida a base de creencias.
Por más seguridad que aparente, la arrogancia es
una fachada que suele esconder un profundo miedo al cambio. Así, el presuntuoso
hace todo lo posible para no modificar su postura rígida y estática frente a la
vida. Le cuesta ser autocrítico y cuestionarse a sí mismo. De ahí que cuando
entra en contacto con información nueva se sienta molesto y amenazado. Por eso
tiende a ridiculizar, demonizar e incluso a oponerse violentamente cada vez que
escucha ideas diferentes a las suyas.
El quid de la cuestión es que la petulancia es una
actitud
ineficiente e insostenible que limita la capacidad de ver y comprender las
cosas desde una nueva perspectiva. Desde un punto de vista biológico
es antinatural, pues nos impide evolucionar psicológicamente como seres
humanos. Por el contrario, la humildad de reconocer que no sabemos y que
estamos dispuestos a aprender nos permite desarrollar un sano y constructivo
escepticismo. Es decir, la actitud de explorar aquello que se desconoce para expandir la
comprensión y entendimiento.
Así, es esencial estar abiertos a lo nuevo, pero
sin creer nada de lo que nos digan, veamos o leamos, incluyendo, por supuesto,
el contenido de este artículo. Es más, hemos de analizar, cuestionar y
contrastar detenidamente toda la información que llega desde el exterior. Y, en
la medida de lo posible, verificarla a través de la propia experiencia. Para
adoptar una postura crítica frente a la realidad es imprescindible comenzar por
ser autocrítico, cuestionando el núcleo desde donde procede nuestra forma de
pensar. El mayor obstáculo para evolucionar como seres humanos y progresar como
sociedad es apegarse a nuestro actual sistema de creencias. Es hora de
cuestionarnos nuestro modo de vivir. ¿Quién da el primer paso?
Si tu madre te dice que te quiere,
verifícalo. Arnold
Dornfield
PARA SABER MÁS
Novela
‘Un mundo feliz’. Aldous Huxley
( Editorial Debolsillo).En la línea de novelas distópicas como 1984, de George
Orwell, o Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, el autor describe una sociedad
futurista en la que se condiciona y narcotiza a las personas para llevar un
estilo de vida privado de libertad y responsabilidad.
Película
‘JFK’.
Oliver
Stone. En esta película, Kevin Costner interpreta al exfiscal del distrito de
Nueva Orleans Jim Garrison, quien en su búsqueda de la verdad examinará quién
mató al presidente Kennedy, cuestionando la versión oficial sobre su asesinato.
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