Las pérdidas cotidianas de memoria
responden a una función normal del cerebro. El estrés y la falta de atención
también influyen. Cómo reaccionar ante ellas
¿Cómo se llama esa actriz tan guapa, pelirroja,
que sale en la última de Woody Allen? ¿Dónde he dejado el móvil? Tengo el
nombre de esa persona en la punta de la lengua. ¿Qué iba a coger yo de este
cajón que he abierto? ¿A qué venía a la habitación? Este tipo de olvidos son
algo habitual en la vida cotidiana, y no tienen por qué reflejar la presencia
de ninguna enfermedad. De hecho, obedecen al funcionamiento normal del cerebro.
El ojo humano realiza movimientos para registrar
el entorno unas cinco o seis veces por segundo, y con ello recopila cantidades
gigantescas de información de la que solo se conserva una parte y el resto se
desecha. Si hubiera que guardar en la memoria absolutamente todo lo que vemos,
escuchamos o leemos cada segundo, el cerebro estaría sobrecargado y eso
deshabilitaría nuestro entendimiento. Vaciar la 'papelera de reciclaje' de vez
en cuando (sí, como la del ordenador) se convierte en un imperativo para la
supervivencia.
Todas las noches se da un proceso en el cerebro
por el que se van desechando recuerdos del día y prevalece otra información. La
memoria es selectiva. “En general, el olvido es fisiológico. Olvidar es una
función normal del cerebro, porque si lo recordáramos todo sería un grandísimo
problema”, zanja el doctor Alberto
Villarejo, vocal del Grupo de Estudio de Neurología de la Conducta y
Demencias de la Sociedad Española de Neurología (SEN).
En los años veinte del siglo pasado la ciencia conoció
y estudió el caso de Solomon
Shereshevsky, un individuo ruso que presentaba lo que se conoce como hipermnesia,
es decir, exceso de memoria. Era incapaz de olvidar un nombre, un dato, una
cara… Lo recordaba absolutamente todo, aunque pasaran años. Sin embargo, no
sabía manejar tanta información, mezclaba sentidos y su don se convirtió en un
tormento. Suena a película, pero fue un caso real, muy parecido al del
protagonista de Funes, el memorioso,
un cuento de Jorge Luis Borges.
La pérdida de memoria es, pues, un proceso
necesario y frecuente, que en ocasiones se relaciona con procesos benignos como
la falta de atención, el estrés o la ansiedad. También hay lagunas que nunca
fueron otra cosa. "No recordar dónde se ha dejado el móvil no es un problema de
memoria, sino que uno lo deja cuando estaba haciendo otra tarea y lo hace de
modo inconsciente. Por ello ese suceso no se puede recuperar”,
apunta el doctor Villarejo.
Otra de las causas de estos despistes cotidianos
conecta con la ubicación
espacial. “La memoria se codifica en un lugar determinado. Si estoy
en el salón y voy a la cocina a por unas tijeras, cuando cambio de estancia ya
he salido del lugar donde se creó el recuerdo, por lo que este se desvanece. Si
no recuerdo que he ido a por las tijeras, la mejor técnica es volver al salón”,
añade Álvaro Bilbao, neuropsicólogo
y experto en salud cerebral.
Según este especialista, autor del libro Cuida tu cerebro… y mejora tu vida, los
recuerdos se crean por lugares, personas o momentos. “El lóbulo temporal del cerebro es la parte
más importante en cuanto a la memoria que se asocia a caras y nombres. Es muy difícil
recordar nombres porque no tienen nada que ver con las caras. Un rostro no dice
nada sobre si se llama María o Natalia. Si usáramos los apodos de los indios
americanos (Nube Grande, Fuego Viejo…) todo sería más fácil. Por eso es más
sencillo recordar motes. En estos casos, lo mejor es hacer un esfuerzo de
contención y relajación. Si no atina con el nombre del actor Russell Crowe, no
lo busque en Internet: relájese y empiece a pensar cosas que sabemos de él, qué
otras películas ha hecho… y el nombre vendrá solo”. Sobre todo, no
se estrese. “Vivir
con angustia estas situaciones dificulta que vuelva la memoria”,
añade el doctor Villarejo.
Las personas atareadas son más propensas a estos
olvidos cotidianos. “Cuantas más cosas pretendamos recordar y más compleja
sea la vida, más normal será que olvidemos”, añade el neurólogo de
la SEN, quien dice sospechar que también se relaciona con el estilo de vida en
las grandes ciudades.
“Bueno,
no pasa nada. Si se me olvida algo, ahí está Internet”, podrán
pensar los lectores. Cierto. ¿Provocará entonces Google que perdamos memoria
por permitirnos recuperar nuestros recuerdos a golpe de clic? “No sé qué
ocurrirá pasados muchos años, porque esto no es algo que cambie en una
generación. Es posible que haya alteraciones en la manera de memorizar y
recordar la información, pero tampoco será algo tan negativo como se pretende.
A veces no es tan importante tener tanta información en la cabeza sino saber
dónde la puedes adquirir o qué habilidades puedes desarrollar con ella”,
agrega el doctor Villarejo.
¿Cuándo hemos de preocuparnos por estos despistes
del cerebro? El doctor Bilbao tiene las claves. “Primero, cuando encontremos dificultades
con las palabras y no nos demos cuenta en el momento, ni al ser corregidos.
Segundo, cuando no seamos capaces de recordar qué hicimos el día anterior, ni
siquiera cuando alguien nos lo menciona. Y tercero, cuando las personas que nos
rodean muestran preocupación por nuestros fallos de memoria y, aun así,
permanecemos tranquilos. Otro signo es haber perdido el olfato a la vez que la
memoria”.
Por cierto, la actriz se llama Emma Stone.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada