Ilustración de Riki Blanco |
Según señalaba el Censo de Población y Viviendas
2011 del Instituto Nacional de Estadística (INE) publicado en 2013, las parejas
de hecho han aumentado de forma importante en los últimos años. Entre 2001 y
2011, el incremento de estas parejas con sus dos miembros solteros fue del
249,5%, y el de las parejas de hecho de otro tipo fue del 136,4%. Sin embargo,
las de derecho siguen siendo más numerosas, aunque las parejas del mismo sexo
se multiplicaron por cinco durante esos 10 años, siendo las masculinas más del
doble que las femeninas.
A pesar de todo, explica Juan Macías Ramírez, psicólogo y experto en terapia de parejas, el
matrimonio sigue siendo el origen de nuestro modelo de pareja que, aunque haya
evolucionado mucho en la forma, en su esencia repite los mismos fundamentos
iniciales. «Siguen
siendo elementos que pesan sobre nuestras relaciones de pareja. Sentimos una
cierta obligación de cumplir con estos requisitos y sufrimos frustración o
fracaso cuando lo que nos pasa no se corresponde con lo que debería ocurrir»,
señala. Eso sí, cada vez más se van flexibilizando estos elementos y existen
otras formas de uniones que ya no se no se basan en la idea de amor eterno que
nos han inculcado generación tras generación porque han surgido nuevas
necesidades. ¿Queremos menos por ello? ¿Amamos con menor intensidad por pensar
que tal vez el amor puede no durar siempre? No se trata de dar más o menos, sino de
reinventar idiomas.
Según asegura Delfina
Mieville Manni, socióloga, agente de igualdad y sexóloga, existen nuevos modelos
de ser (y de ser pareja) que tienen que inventarse nuevos idiomas.
Parejas del mismo sexo que tienen que crearlos porque hay pocos y sesgados
referentes, mujeres que desean estar solas y que vuelan por encima de ellas
viejos mitos, o parejas que viven cada uno en una punta del mundo. Por todas
esas circunstancias, «necesitamos
reinventar los idiomas».
Compromiso
frente a independencia
En uno de sus últimos libros, la escritora y
socióloga británica Catherine Hakim
señala que «necesitamos
una visión más flexible de las parejas, no sólo la que se basa en el amor
eterno». Sin embargo, todo esto tiene un porqué o quizá más de uno. Macías Ramírez, psicólogo, confirma que
el conflicto viene dado por la dicotomía en que nos movemos en la actualidad:
Entre el anhelo
del amor (compromiso, pertenencia, espacio común) y el culto
narcisista a la independencia (autonomía, libertad, individualismo,
etc.) que encontramos en los actuales modelos de gestión y en los referentes
culturales.
La vivencia del amor y la pareja, explica este
experto en Psicología, está muy condicionada por el conflicto entre estas
partes. En la actualidad, estamos acostumbrados a modelos de gestión rápidos y
con control directo, al mundo de lo inmediato y la libertad de cubrir la
apetencia. Esos son nuestros referentes actuales que entran en conflicto
directo con «la
construcción de un espacio común, el compromiso y la pertenencia -donde
encontramos lo que anhelamos a nivel emocional y afectivo, pero su modelo de
gestión es más lento, torpe y con menos control directo-».
El abanico de nuevas formas de amar y
comprometerse (renunciar a las ideas de un amor eterno, otros compromisos de
fidelidad y de gestión de la intimidad, nuevas estructuras familiares, etc.)
revelan cambios significativos especialmente visibles en personas que tienen
referentes culturales, sexuales, religiosos y de género más flexibles, aclara Macía Ramírez. Pero esto no siempre ha
sido así. Cada idea o concepción que tengamos del amor, de las parejas y de
otras cuestiones, hay que colocarla en su contexto social.
Como explica Mieville
Manni, antes el para siempre era una condena y una tabla de salvación. Lo
mismo pasaba en el ámbito laboral. Por ejemplo, si nacías hijo de pastor,
morirías pastor. Por lo que «los males del amor y de la pareja son males del primer
mundo», reflexiona esta profesional. De hecho, hace siglos el amor
no era una prioridad sino que lo principal era la supervivencia. Todo se
construye en base a las leyes y a las condiciones del momento.
Gracias al divorcio existe alguna posibilidad de
volver a crearse de nuevo. Incluso, indica esta socióloga, en el terreno
profesional (saltándonos la situación de crisis actual que realmente es un
continuo salto al vacío) puede existir cierta movilidad social. Pero, «¿estábamos tan preparados para la incertidumbre?, ¿para
la falta de continuidad?», pregunta la experta. Ahora, compramos
eternidad con consumismo compulsivo, es decir, aplacamos la angustia de la
pérdida o su posibilidad consumiendo cosas, servicios y personas. Nos movemos
entre el para siempre y el nunca más. Rezamos mantras internos más o
menos saludables como el hasta que la cosa dure, intentando convencernos que
podemos manejar el no saber si estaremos solos.
Ahora, el amor se ha vuelto líquido, menos definido y
menos acotado, con menos reglas o con normas cada vez más blandas, sigue
explicando la especialista. Compramos el amor a crédito o, lo que es lo mismo,
no podemos comprometernos completamente con nada, porque todo parece
rápidamente caduco. Y esto hace que valoremos menos lo que tenemos y que además nos
endeudemos emocionalmente. «Una pareja amorosa ha de ser un planeta grande e
importante en mi constelación vital, pero no lo único. Si no se quiere crecer
al lado del otro, es cuando la ruptura no tiene vuelta, aunque sigan juntos. En
la pareja, así como en la vida, hay que ser consciente de las carencias pero no
esperar complementariedad», afirma Mieville Manni.
Hay muchas definiciones de pareja, cada dupla es
un mundo con sus particularidades. Pero lo importante, mantiene la psicóloga y
terapeuta de pareja, Ares Anfruns Nomen,
responsable del Área Clínica de Instituto Gomà, es cómo se sienta cada uno con
respecto a la relación que crea con el otro, cómo se relaciona y cómo se
comunica. No obstante, antes de formar una pareja del tipo que sea y con las
reglas que ambos decidan, es básico amarse a uno mismo para poder amar de una
forma libre: «La
gente pide del amor sentirse bien consigo mismo, disfrutar de lo que se siente.
Las personas queremos disfrutar de la vida, así que se puede elegir estabilidad, pasión o ambas ya que pueden ir unidas
perfectamente».
Lo fundamental es seguir tu propia forma de vida.
Si tu modelo perfecto es el para siempre, apuesta por ello, aconseja Mieville Manni. Si es el carpe diem o
la monogamia en serie, apuesta por ello. Siempre desde el cuidado y la equidad
-algo imprescindible y fundamental en las relaciones- todos los modelos pueden
ser perfectos.
Cómo evitar
rupturas
Son muchos los factores que pueden desencadenar el
fin de una relación. Los más frecuentes, según los expertos, son la falta de
comunicación y tener una mala o escasa sexualidad. Es fundamental que
la pareja sepa buscar momentos de intimidad a pesar del trabajo, los hijos y
los quehaceres cotidianos. También saber reinventarse en la esfera sexual es
clave cuando esta faceta no va bien. Organizar planes juntos es otro elemento
fundamental para fortalecer la relación de pareja. Por ejemplo, hacer una
escapada de cuando en cuando o acordar un plan durante la semana sólo para la
pareja. Pero, sin duda, un elemento prioritario es la comunicación. Según los
expertos, aquella pareja que tiene una mala comunicación está abocada al
fracaso. Hablar poco, o no hacerlo, da lugar a malentendidos, desconfianzas y
silencios innecesarios. Algo que podría cambiar si se está dispuesto a dialogar
y a solucionar los conflictos en el momento, no dejarlos amontonados y que
exploten de golpe. En resumen, las claves son saber escuchar, saber pedir perdón y saber
ceder un poco de ti en las discusiones.
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