Lo mejor es
centrarse en atender a la calidad de las relaciones y el vínculo con sus hijos
No hay manera de
ser una madre perfecta, hay un millón de maneras de ser una buena madre. Jill Churchill
Todo lo que soy
se lo debo a mi madre. Atribuyo todos mis éxitos en esta vida a la formación
moral, intelectual y física que recibí de ella. George Washington
Este artículo
podría ir dirigido a los padres. Padres deseosos de disfrutar de sus hijos,
pasar tiempo con ellos; padres entregados, que juegan, que cambian pañales y
educan igual que lo hacen las madres. Pero los cambios sociales, profesionales
y de papeles que ha protagonizado la mujer en estas últimas décadas y cómo esos
cambios han impactado en la maternidad merecen un artículo solo para ellas.
Piense durante unos segundos en el concepto de madre, no en la suya, ni en la
mejor o peor madre del mundo que pueda conocer. Solo recapacite sobre lo que significa y lo
que asociamos con “ser madre”. Imagino que le vienen a la cabeza
ideas como “amor
incondicional, abnegación, dedicación, ternura, cobijo, renuncia, satisfacción,
plenitud, realización personal, vida, entrega, estar siempre ahí, lealtad,
sumisión…”. Y un sinfín de palabras relacionadas con darlo todo por
alguien.
Ese es el
concepto con el que nos hemos educado. La madre es esa persona incondicional
que nunca le va a fallar. Esa persona capaz de renunciar a todo para que usted
esté bien, la que espera con paciencia, la que siempre tiene una palabra de
apoyo para animar o la que le presta su hombro para que llore cuando lo
necesite. Este juicio de madre viene de cuando las mujeres se educaban en no
tener más ambición que ser buenas esposas, mujeres, educadoras y transmisoras
de valores; cuando solo se dedicaban a cuidar y organizar el hogar, coser,
hacer coletas, quitar piojos, guisar, limpiar o dirigir a la que limpiaba en
casa. Había excepciones, por supuesto, como Marie Curie, física, matemática, química, madre de dos hijas y
galardonada con dos premios Nobel, pero no era la regla general.
Pero los
tiempos han cambiado. Muchas abuelas dicen: “Qué
difícil lo tenéis ahora para triunfar”. Ya no basta con tener
hijos impolutos, buenos estudiantes y educados. Triunfar hoy día para la mujer
implica ser buena madre, una brillante profesional; conseguir tener un grupo de
amigas; aprender a ser independiente a nivel emocional y económico; tener su
parcela para leer, hacer ejercicio y practicar aficiones; entrar en una talla
40 el resto de su vida; tener al lado a un hombre que valore su esfuerzo, su
trabajo, le quiera tal y como es, sea cariñoso y comprensivo, y sepa compaginar
con usted las tareas domésticas y la educación de los hijos.
Demasiados roles, exigencias y expectativas altísimas, que
al final llevan a replicar el modelo de “mujeres orquesta” que tienen la sensación de
estar en todo sin llegar a nada. Y cuando usted cree que no está cumpliendo a
la perfección con la prioridad entre todas sus actividades, que suele ser la
atención de sus hijos, se valora a sí misma de forma negativa. Hay madres que
se creen “malas
madres” por no cumplir con sus expectativas o las que impone la
sociedad.
No puntúe su
valía como madre en función de la cantidad de tiempo que dedica a los niños. Lo
que debe valorar y a lo que debe dedicar atención es a la calidad de las relaciones y el vínculo
con sus hijos. Tampoco se le ocurra sentirse culpable por compaginar
su maternidad con su labor como profesional, por dedicar tiempo a salir a
correr o querer leer un libro a solas y tranquila en el sillón. Sus hijos serán
más felices si su madre se siente satisfecha, plena y profesionalmente
realizada. No se engañe convenciéndose de que ser madre es
suficiente para sentirse completa.
Si consigue compaginar su trabajo, su pareja, su vida social, el
tiempo que se dedica a sí misma y el de los hijos, será más feliz que si vive
de forma abnegada y con sacrificio la relación con los niños. Le
propongo estas ideas:
Proteja a sus hijos con consejos, con
argumentos, guiando, educando en valores, delimitándoles el bien del mal. Pero deje que ellos
tomen decisiones, se caigan y se levanten. No sobreproteja. No es
mejor madre por quitarles los peligros del medio. Los baches van a estar siempre
ahí, esté usted con ellos o no lo esté. No les puede quitar la piedra, solo
tiene que enseñarles a torear con ella. No se sienta responsable de sus
fracasos. Tienen que equivocarse, tomar decisiones y lidiar con la frustración.
Muchas madres tratan de ayudar para evitar la frustración de sus hijos. Les
acaban los trabajos del colegio, les recogen la habitación, les llevan la ropa
de deporte que olvidaron en casa… Con ello educamos en la irresponsabilidad, en
que no asuman las consecuencias de ser despistados, poco organizados o
perezosos. No
se amargue si su hijo lo pasa mal, ya aprenderá.
No trate de
compensar el tiempo que no puede pasar con ellos comprándoles cosas. No hay nada que
compensar. Trabajar y tener aficiones forma parte de la plenitud de
una persona, y usted
es madre y también es persona. Trate solo de estar presente cuando
dedique tiempo a sus hijos. Eso significa comunicación, escuchar, no coger el
móvil mientras está jugando, comiendo o viendo una película con ellos. Tiene
que ver con disfrutar plenamente lo que en ese momento está viviendo con ellos.
Si el tiempo que pasa con sus hijos está pensando en que tiene correos
pendientes de contestar y cuando está en el trabajo piensa que no es buena
madre por no poder dedicarles más tiempo a los niños, nunca estará realmente en
ninguno de los dos sitios. Además, los niños no valoran tanto los regalos como
los padres imaginamos. Lo que valoran es que cuando usted esté con ellos les dedique
toda su atención.
Haga respetar
su tiempo. No
es mala madre por tener un tiempo para usted. Utilizar el cuarto de
baño sola y con pestillo, leer un rato sin que la interrumpan con voces desde
otra habitación, practicar su deporte o mantener una conversación privada con
quien desee sin tener a su hijo persiguiéndola por la casa. Si educamos a los
hijos estando siempre disponibles cada vez que nos busquen, entenderán que
ellos merecen siempre nuestra atención y sus necesidades se convertirán en
exigencias. Incúlqueles la paciencia, saber esperar, que existen otras personas
que también demandan nuestra atención.
No renuncie a
una cena romántica, a un paseo con su amor o a estar momentos a solas con su
marido o con amigos. Es muy frecuente ver cómo parejas que tienen hijos
terminan durmiendo con ellos en la cama, haciendo todo absolutamente con los
niños. La complicidad de la pareja termina por desaparecer, incluso el
romanticismo. Son parejas que entienden que sus retoños se lo merecen todo y
que ser padres es abnegación. Pero el tiempo es cuestión de matemáticas: si
dedica 24 horas a los hijos, le quedan cero para estar a solas, hablar de temas
de mayores, ver películas que no sean dibujos animados y besarse con pasión. Busque un día a
la semana para dedicárselo a su pareja y desconecte de biberones,
pañales, deberes o momentos adolescentes.
Recuerde darse valor
no solo por la relación que mantiene con sus hijos. Usted tiene valía por
muchas otras cosas. Es grande, brillante, imperfecta, graciosa, cariñosa,
organizada, lectora, buena amiga, paciente y muchas otras virtudes que pueden
tener que ver o no con la idea de ser madre.
No todo lo que les ocurre a sus hijos es responsabilidad suya. No
se sienta mal si el niño se lleva la bronca de la profesora, si tiene un
conflicto con un amigo o si no tiene éxito jugando a un deporte. Enséñele a
pedir perdón, a resolver problemas, a ser reflexivo, pero no se responsabilice de todo lo que hace y
dice su hijo. Los padres educamos, pero los hijos también copian
modelos de conducta de lo que ven en la televisión, de lo que leen, de lo que
ven en sus amigos, maestros y entrenadores. Están continuamente expuestos a
otras fuentes de información. Sí es su responsabilidad saber en qué equipo
juega y qué valores hay en el club, la elección del colegio, conocer los amigos
con los que sale y ser consciente de qué programas ve en la tele. Pero no todo podrá
estar bajo su control. Trate de fomentar la comunicación y el
respeto y genere confianza para que sus hijos hablen de todo.
PARA
SABER MÁS
Libros
‘Toma un café contigo mismo’. Walter Dresel
(Zenith)
‘Queremos hijos felices’. Silvia Álava
(JdeJ Editores)
‘Portarse bien’. Stephen Garber (Medici)
Películas
‘Agosto’. Dirigida por John Wells e
interpretada por Meryl Streep y Julia Roberts
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