Yo suelo ser bastante
distraído. Cuando tenía mi primer consultorio muy frecuentemente me olvidaba
las llaves, entonces llegaba a la puerta y me daba cuenta de que me había
olvidado el llavero en mi casa. Eso generaba un problema, porque tenía que ir
al cerrajero, pedirle que me abriera, hacer un duplicado de la llave, era toda
una historia.
La segunda vez que me pasó
decidí, furioso que no podía pasarme mas. Así que puse un cartelito en el
parabrisas del auto que decía: “llaves”. Me subía al auto, veía el cartelito,
entraba de nuevo a mi casa y me llevaba las llaves. Funcionó bárbaro las primeras
cuatro semanas, hasta que me acostumbré al cartelito.
Cuando te acostumbras al
cartelito ya no lo ves mas. Un día me olvidé las llaves otra vez, así que le
pedí a mi esposa que me hiciera acordar de las llaves. Todas las mañanas ella
me decía: ¿Llevas
las llaves?. Pero el día que ella se olvidó, yo me olvidé y, por
supuesto le eché la culpa a ella, pero igual tuve que pagar el cerrajero.
Un día me di cuenta de que,
indudablemente, no había manera que yo era un despistado y que de vez en cuando
me iba a olvidar las llaves. Por lo tanto, hice una cosa muy distinta a todas
las anteriores.
Hice varias copias de las
llaves y le di una al portero, una al heladero de la esquina (que era amigo
mío), otra a un colega que tenía el consultorio a cinco cuadras, enganché una
con las llaves del auto y me quedé con una suelta. Tenía cinco copias rondando
por ahí.
Este relato no tendría nada de
gracioso si no fuera porque, a partir de ese día nunca más me olvidé las
llaves.
Todavía hoy el portero del
departamento de la calle Serrano, cuando me ve, me dice: “No se para que me dio esta llave si nunca
la usó”.
La teoría paradojal del cambio
dice que solamente
se puede cambiar algo cuando uno deja de pelearse con eso.
Y si mi relación conmigo mismo
me condiciona tanto por dejar de vivir forzándome a ser diferente, imaginemos
cómo condiciona mi relación con los demás creer que ellos tienen que cambiar.
Uno de los aprendizajes a hacer
en el camino del encuentro es justamente la aceptación del otro tal como es.
Y eso sólo es posible si antes aprendí a aceptarme.
Extracto del
libro:
El Camino del
Encuentro
Jorge Bucay
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