Ilustración de Joao Fazenda |
Una pareja funciona porque los dos
miembros se sienten completos. Saben vivir solos y no ven en el otro a su media
naranja, sino a una entera.
Las relaciones personales parecen ser un
rompecabezas. A menudo decimos que son difíciles, sin caer en la cuenta de que
tal vez las personas somos “difíciles”. Buscamos gente que cumpla nuestras
expectativas, y que nos hagan felices; y esta perspectiva no realista activa
infinidad de conflictos. Es como si renunciáramos a ser dichosos por nosotros
mismos, y en su lugar pusiéramos en manos ajenas las propias esperanzas de
bienestar. No es de extrañar que las relaciones personales se
conviertan en una fuente de problemas y un rompecabezas indescifrable.
La relación
personal inconsciente
«Si juzgas a las personas no tienes tiempo para
amarlas” Madre Teresa
El amor romántico, o inconsciente, poco tiene que
ver con el amor verdadero. Esa confusión es la causa de muchos conflictos en
las relaciones personales. El romanticismo es idealización, apego o pura
necesidad del otro; y la necesidad es una falta de amor severa hacia la persona
que se dice amar. La concepción romántica del amor ha creado muchos problemas a
hombres y mujeres que han sido víctimas de sus propias fantasías. Esto no
significa que no convenga ser afectuosos, cariñosos, atentos, tiernos,
detallistas, cálidos, suaves, entregados… con las personas con las que nos
relacionamos. Quiere decir que únicamente siendo conscientes de en qué hemos
convertido las relaciones, podremos construirlas sanas y conscientes. Pero, eso
que suena tan sencillo, ¿cómo se consigue? ¿Cómo podemos crear vínculos que
funcionen?
- Dejar de buscar (mejor “convertirse” en la clase de persona que se busca).
- Después de una ruptura, hacer una “dieta de relaciones”, darse tiempo y espacio.
- Recuperar la energía física y el equilibrio emocional.
- Aprender a estar solo sin que ello sea doloroso o traumático.
- Ordenar el espacio emocional propio y clarificar valores.
- Prepararse para una nueva relación.
- No perder nunca “la inocencia” y frescura para empezar de nuevo.
- Confiar en que todos merecemos ser plenamente amados.
Si nos saltamos el proceso de cambio, y no hay una
verdadera transformación personal, en la nueva relación aflorará el temor de
revivir experiencias anteriores, y la carga de dolor nos perjudicará
notablemente. Porque
no serán dos personas, sino la suma de sus exparejas, los fantasmas del pasado
y de sus constantes miedos a repetir las viejas historias de dolor.
La relación
personal consciente
“El amor verdadero no viene a ti, tiene que estar
dentro de ti” Julia Roberts
Las relaciones que funcionan son conscientes (maduras emocionalmente) y se establecen entre dos personas
que se sienten completas, porque no creen que les falte su “media naranja”:
se sienten una “naranja
completa”. Por supuesto, no significa esto que no quieran tener
pareja (o una amistad). La desean, pero no la necesitan, son cosas muy
diferentes. Las personas conscientes comparten su plenitud, no se
relacionan para completar sus supuestos vacíos, ni para mitigar la necesidad de
estar en compañía. Y entonces, de alguna manera, lo que está completo atrae a lo completo, y
lo que está incompleto a lo incompleto. Los iguales se atraen.
Intuitivamente entendemos que cuando dos personas se encuentran y se reconocen
completas en sí mismas y no necesitadas, las relaciones empiezan y fluyen con
suavidad.
¿Cómo encontrar una persona completa en sí misma,
no necesitada? Puede parecer extraño, pero la clave es reflejar las cualidades que buscamos en la
pareja ideal. Si alguien quisiera tener a su lado a una persona cariñosa,
lo mejor será mostrarse cariñoso; si desea conocer a alguien educado, lo propio
es mostrarse educado… Cuántas veces olvidamos esta sencilla regla: “Sé tú la persona que quisieras tener a tu lado…”,
y tarde o temprano aparecerá y se fijará en ti (cómo no iba a hacerlo si se
verá reflejada).
Las personas conscientes que establecen una nueva
relación, en realidad no la buscaban, aunque tal vez la esperaban. Buscar la
pareja ideal, o el amigo ideal, sería tanto como buscar una aguja en un pajar.
Porque “buscar”,
por definición, significa implícitamente carencia, ausencia, necesidad… No
puede buscarse una relación, todo lo que puede hacerse es crearla.
Mucha gente no entiende por qué siempre llega a su
vida un mismo estereotipo de persona, ya hablemos de parejas o de amistades.
Una y otra vez sus relaciones parecen fotocopias siguiendo un mismo patrón.
Parece que no haya otra clase de persona disponible para ellas. No sirve de
mucho buscar a alguien con tal o cual cualidad. En su lugar, ser uno mismo adecuado
y estar en posesión de esas facultades, sí es útil. Como los iguales se atraen,
aparecerá alguien con esos atributos.
En lo que se refiere a las relaciones, hay una
estrategia mucho mejor de la que sigue el ego y se basa en el amor consciente,
algo así como “amor
sabio”, pero no una sabiduría de la cabeza, sino del corazón.
Volver al amor
“Piense que usted es alguien con quien vale la
pena pasar el tiempo. Finalmente otro pensará lo mismo de usted” Doctor Sol Gordon
Para
saber estar en pareja es necesario antes saber estar solo. No es
sencillo encontrar personas que no odien la soledad. Llegar a tolerar, incluso
amar, estar solo, y sentirse bien, es un gran logro personal. Por esa razón, no
es aconsejable empezar una nueva relación justo al terminar otra. El campo
también necesita un tiempo de regeneración entre cosechas, lo llaman
“barbecho”. Nosotros podríamos llamar a ese tiempo “dieta de relaciones”, para
referirnos al tiempo que una persona se regala a sí misma para recomponerse,
centrarse, atenderse y prepararse para la siguiente relación.
Cuando se resuelve el miedo a la soledad, se deja
de creer en las relaciones superficiales, egoístas e inconscientes como escudo
de protección. Estar solo no es una garantía de no sufrir más, sino que al contrario
añade más sufrimiento. La soledad no es buena ni es mala. Es lo que cada uno
hace con ella, es como un desierto (los desiertos nunca están vacíos), pero,
como todos los desiertos, un día terminan y es al salir de ellos cuando se
reconoce su valor. Llegar hasta el final de la soledad la agota como sistema
de aprendizaje y la cancela. Tratar de suspenderla, de forma
artificial, solo pospone el proceso necesario de la soledad para más adelante…
Cuando
se resuelve el miedo al abandono, empezar un idilio no es una amenaza, sino una
nueva oportunidad.
El mayor logro de la relación consciente es que ambas personas están dispuestas
a amar como si nunca antes hubiesen sido heridas, sin volcar en la nueva pareja
el dolor de relaciones anteriores. En realidad, esas dos personas son “nuevas”
y por ello destilan frescura y atractivo (no están resentidas, no son
desconfiadas, no rezuman amargura y por eso atraen tanto).
Cuando
se resuelve desactivar el ego, la nueva relación no está debilitada por el
temor a amar sin condiciones ni apegos. El final del ego es lo que la mente
podría interpretar como la destrucción de la individualidad, la anulación,
cuando en realidad es una transformación y la salvación de la relación. El ego
es el estorbo número uno en cualquier relación personal, ya sea de amistad o de
pareja, y la causa de que fracasen, como suele suceder. Si tan solo las
personas mantuvieran su ego a un lado, fuera de escena, la historia sería otra.
Las
relaciones seguirían empezando y acabando, según su tempo y propósito, pero no
tendrían el sabor amargo que a menudo dejan en el recuerdo…
Cuando todo eso ocurre, las personas conscientes
descubren que en realidad no temían empezar un nuevo vínculo o acabarlo; sino
que en su
inconsciencia temían el infierno en el que, con anterioridad, habían convertido
sus relaciones.
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