Ilustración Joao Fazenda |
Ante la llegada de un nuevo curso, hacemos listas
de objetivos como ir al gimnasio, comer mejor o aprender un idioma. Sin
embargo, hay propósitos más profundos que, si logramos incorporarlos a nuestro
software mental, nos ayudarán a cumplir cualquier meta que nos fijemos.
Vamos a hablar de algunas actitudes y hábitos que
configuran nuestra realidad diaria, y de si son los más adecuados para alcanzar
lo que deseamos. Concretamente nos centraremos en desactivar cinco vicios
mentales que sobrecargan nuestra vida y que entorpecen la realización personal.
Dispersión
“El cazador que acecha dos conejos,
no atrapa ninguno” proverbio zen
¿Cuántas veces nos hemos sentido agotados antes de
empezar una tarea importante? Imaginemos un hombre que, al regresar del
trabajo, realiza a distancia la carrera de sus sueños. Se ha reservado ese
tiempo en casa y está motivado, pero no logra avanzar y antes de una hora apaga
el ordenador totalmente agotado. ¿Qué sucede?
Habría que analizar cómo está estudiando. Es muy
posible que, mientras intenta sumergirse en la materia, tenga abierto el
Whatsapp, el correo electrónico, el Twitter, Facebook o todo a la vez. O bien
que durante el curso online intente controlar lo que sucede en la casa, sean
sus hijos, su esposa o las tareas que va atendiendo al mismo tiempo.
Entrar
y salir de una tarea resulta más agotador que la actividad misma. Cada vez que
este hombre abandona la lectura de un artículo de historia, por ejemplo,
necesita un esfuerzo extra para luego volver a entrar. Resultado: fatiga y bajo
rendimiento, lo cual deriva en desmotivación y quizás abandono.
La solución es hacer una sola cosa a la vez, desactivando
todo lo demás. Un buen propósito para empezar el curso con más
eficacia.
Procrastinación
“Vuelva usted mañana”, Mariano José
de Larra
Nuestra vida está llena de planes que se posponen
una y otra vez hasta que, cuando ya es demasiado tarde, nos lamentamos por lo
que desearíamos haber hecho.
El mal hábito de aplazar se denomina técnicamente
abulia o procrastinación.
Esta actitud cotidiana es un verdadero lastre para los planes personales, pero
lo peor de todo es el precio psicológico que pagamos por ello. Según el
profesor William J. Knaus, de la
Escuela de Medicina de la Universidad de Virginia, “la gente pospone tareas con la esperanza
de encontrarla ‘realizada’ al día siguiente como por arte de magia; todo ello
viene acompañado normalmente por sentimientos de culpa, autoengaño y
desesperanza”.
Según este mismo autor, el hábito de procrastinar
esconde estas dos minas personales:
La creencia de que somos incapaces de llevar a
cabo lo que nos hemos propuesto. Es decir: miedo al fracaso.
Exceso
de perfeccionismo,
lo cual hace que nos exijamos numerosas condiciones previas, a menudo absurdas,
para empezar. Pero son sólo excusas.
Preocupaciones
y miedos
Tenemos dos lugares donde vivir nuestra
existencia: desde los hechos del presente, fluyendo con lo que nos sucede en
este momento y lugar, o bien desde la ansiedad por lo que podría suceder.
Las pre-ocupaciones no sólo nos impiden ocuparnos
de las cosas verdaderamente importantes, sino que agotan nuestra energía mental y
promueven un estado
de ánimo negativo que a su vez cansa a los que tratan con nosotros.
Por si fuera poco, esta clase de miedos sobre situaciones hipotéticas son
inútiles. Se ha medido estadísticamente que la mayoría de cosas que nos preocupan nunca
llegan a suceder.
Contra esta lacra para las cosas útiles y
positivas que podríamos realizar, el psicoterapeuta Richard Carlson proponía tomar, entre otras, las siguientes
medidas:
- Proponernos no sufrir por pequeñeces.
- Tomar conciencia del efecto bola de nieve de nuestros pensamientos.
- Repetirnos el lema: “La vida no es una emergencia”.
- Aprender a vivir con la incertidumbre del mañana.
Si incorporamos a nuestro día a día estos
propósitos, lograremos reprogramar nuestra mente para una vida activa y a la
vez serena.
Estrés y
ansiedad
“El campo de la conciencia es
diminuto. Sólo acepta un problema a la vez”, Antoine de Saint-Exupéry
Prima hermana de la emoción que acabamos de ver,
el estrés es la respuesta emocional y fisiológica a las situaciones de alta
exigencia a las que nos somete la vida cotidiana.
Al ver nuestra mesa a rebosar de trabajo, al
recibir un correo con una reclamación o al echar una ojeada a nuestra agenda
del día, de repente nuestra respiración se acelera y el corazón late más
rápido. Nuestro cuerpo se ha puesto en estado de alerta para afrontar algo que
no sabemos si superará nuestras fuerzas.
Daniel Goleman, el gran
divulgador de la inteligencia emocional, analiza así este fenómeno:
“Desde
un punto de vista evolutivo, la ansiedad tal vez resultara útil cuando cumplía
con la función de predisponernos a afrontar algún tipo de peligro, pero en la
vida moderna suele manifestarse de forma desproporcionada e inoportuna. En tal
caso, la angustia no constituye tanto una respuesta de activación ante un
peligro real como una reacción ante una situación cotidiana o que no es más que
el producto de nuestra imaginación. En este sentido, los ataques repetidos de
ansiedad constituyen un indicador de un elevado nivel de estrés (…) que
contribuyen a incrementar los problemas médicos”.
No es casual que Goleman utilice la palabra
imaginación al referirse a las situaciones de estrés, ya que cada persona
interpreta de manera diferente lo que está viviendo y reacciona en consecuencia.
El psicólogo de Berkeley Richard Lazarus afirma que “si dos personas pueden vivir una misma situación
potencialmente estresante de formas distintas es porque en ellas hay
diferencias individuales como la percepción, el aprendizaje o la memoria que
afectan su forma de enfrentarse a dicha situación, por lo que la variable
importante del estrés no es tanto externa como interna”.
Tomarse los acontecimientos con calma,
relativizar
las urgencias y hacer una cosa detrás de otra son formas efectivas de
reprogramar nuestra mente para que no caiga en las redes de un estrés excesivo.
Pesimismo
“El 31 de diciembre, el optimista
espera la medianoche para recibir el año nuevo, mientras que el pesimista lo
hace para asegurarse de que el viejo se acaba” Bill Vaughan
Pronosticar en negativo antes que las cosas
sucedan es el quinto ladrón de energía mental. Como bien han explicado los
psicólogos a partir de la llamada “profecía de autocumplimiento”, cada vez que
trazamos un oráculo pesimista, de forma inconsciente nuestra mente se pone a
trabajar para que eso suceda y poder decir al final: “¿Lo ves? Tenía razón”.
Algunas iniciativas que podemos tomar para
promover el optimismo en nuestra vida diaria:
- Centrarnos en las soluciones, no en los problemas.
- Rodearnos de amistades agradables y nutritivas.
- Practicar la gratitud hacia las cosas que salen bien y las personas que nos facilitan la vida.
- Establecer pequeñas metas para cada gran objetivo.
- Vivir, en lo posible, sin endeudarnos.
- Retomar el contacto con la naturaleza.
- No analizar tanto.
- Destacar lo bueno y relativizar lo malo.
Contrariamente a lo que muchas personas creen, el
optimismo también se aprende y se puede practicar.
Se
acerca un nuevo curso. Si reducimos el protagonismo de estos cinco hábitos
negativos, nuestros mejores planes estarán mucho más cerca de cumplirse.
Trucos
Tres reglas para mantener a raya las
preocupaciones. En su libro Cómo suprimir
las preocupaciones y disfrutar de la vida, Dale Carnegie ofrece tres reglas fundamentales para controlar este
agente cotidiano de ansiedad y sufrimiento:
Regla 1: viva solamente
el día de hoy. No viva en el ayer ni el mañana. Compartimentos
estancos al día.
Regla 2: haga frente a
los problemas.
a. Pregúntese a sí mismo: ¿qué es lo peor que puede suceder?
b. Prepárese para aceptar lo peor.
c. Trate de mejorar la situación partiendo de lo
peor.
Regla 3: recuerde el precio
exorbitante que puede pagar con su vida y salud por las
preocupaciones.
Contra la inercia paralizante de posponer, un
remedio eficaz es ser tan estrictos y cumplidores con nuestra misión como lo
somos en nuestro empleo.
Libros para
una actitud positiva
‘No
te ahogues en un vaso de agua’, de Richard Carlson (DeBolsillo). Uno
de los manuales más útiles y prácticos que se han escrito para relativizar
problemas y afrontar el día a día con una actitud positiva.
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