Ilustración Joao Fazenda |
Manejar el timón. Ir en la dirección
correcta. Huir de las ideas que nos atenazan y saber cambiar el rumbo si acecha
la tormenta pueden fomentar la felicidad.
“Cambia la forma de mirar las cosas y las cosas a
las que miras cambiarán” Wayne Dyer.
Carmen quería venir a mis sesiones de meditación
en grupo, pero su marido siempre estaba enfermo. Me comunicaba su intención de
venir y que sentía que no podía, debía cuidarle a él. Cuando murió el marido,
al cabo de unos meses pensé: “Ahora vendrá”. Pero me dijo que debía cuidar
al perro, y cuando éste murió tuvo un nieto a quien atender. Su deseo era
unirse al grupo de meditación, pero nunca lo consiguió. Finalmente Carmen murió
sin haber participado activamente en el grupo.
¿Quién
mandaba en la vida de Carmen? ¿Su marido, su perro, su nieto? ¿Su
responsabilidad excesiva? ¿Sus bloqueos, su falta de voluntad, sus miedos?
¿Utilizaba a los demás como excusa? ¿Era perezosa? La gran pregunta es: ¿quién y qué
gobierna en nuestra vida? Cuando las circunstancias se apoderan de
nosotros y nuestra voluntad flaquea, parecemos un navegante a la deriva,
dirigido por los vientos y las corrientes externas. Tenemos buenos propósitos,
pero parece que se quedan en meras intenciones que no llevamos a la práctica.
Queremos adelgazar y no lo conseguimos. Nos proponemos ser más ágiles y
flexibles, pero nos
falta disciplina. Queremos descansar y nuestros pensamientos nos
atormentan. Y así un sinfín de propósitos incumplidos, “dominados” por diversas
causas.
Cuando
el mundo nos parece una amenaza o un lugar donde se gesta un sufrimiento tras
otro, buscamos mecanismos de huida y evasión. Son dependencias que mandan
sobre nuestra vida, sean adicciones a la droga, al juego, al poder, al sexo, a
la velocidad, a las personas, a la acción desenfrenada o a las compras
compulsivas.
Es cierto que topamos con contingencias como
accidentes, tsunamis, tormentas, atascos, muertes súbitas, y un sinfín de
contratiempos que cambian el rumbo que teníamos previsto y mandan sobre nuestra
vida en ese momento. Sin embargo, podemos elegir actitudes y comportamientos que se centren
en nuestro poder personal y en nuestra capacidad creativa para
superar el sentimiento de impotencia e indefensión.
¿Quién maneja el timón? Un experto en neurociencia
nos dirá que nos gobiernan el inconsciente y las neuronas; otro nos dirá que
son las hormonas quienes mandan en lo que hacemos y en cómo estamos. Pero ¿son
nuestras creencias y percepciones las que inciden en nuestras decisiones? Según
el maestro budista Thich Nhat Hanh, las
percepciones, las formaciones mentales y los hábitos determinan nuestra
felicidad y nuestro sufrimiento. Debemos cuestionarlos para
liberarnos de percepciones erróneas, de las formaciones mentales (como son las
creencias y las suposiciones) que nos provocan sufrimiento innecesario.
Podemos aprender de la naturaleza. Las plantas
ascienden buscando la luz que les da vida, pero hunden sus raíces en la tierra
que las nutre. Conectados con nuestra “savia” interior, el núcleo vital que nos
mueve, afrontamos las dificultades convirtiéndolas en oportunidades para seguir
creciendo. Esto es posible cuando nutrimos actitudes que brotan de nuestro
núcleo vital y lo retroalimentan. Desde la aceptación, la escucha y la apertura, podemos
acoger al otro, comunicarnos y crear puentes de reconciliación. Por
el contrario, si nuestras actitudes son de frustración, resignación y
culpabilización, nos desconectamos de lo que nos revitaliza, rechazamos al otro
y la comunicación es difícil. Cuando estas actitudes invaden nuestro mundo
interior, somos menos creativos y acabamos enfermando o viviendo
desvitalizados, en un malestar permanente.
Nuestro
modo de percibirnos a nosotros mismos y al otro determina nuestra actitud y
gobierna nuestro pensamiento. ¿Cómo veo al otro? ¿Como una amenaza,
un enemigo o un inepto? ¿Como una fuente de conflicto? ¿Como una oportunidad y
una posibilidad de aprendizaje y de intercambio? ¿Cómo me veo a mí mismo? ¿Sin
valor, indefenso, incapaz? ¿O bien me veo con vitalidad y fuerza interior, con
confianza en mí mismo? Las percepciones nos condicionan, es por este motivo que
sugiero cuestionarlas y no creer que siempre tenemos razón en cómo vemos las
situaciones y a las personas. Todo es relativo según el punto de
mira. Elijamos miradas que nos den esperanza, nos fortalezcan y nos ayuden a
avanzar. Dirijamos nuestra atención hacia lo que nos abre y da oportunidades,
en vez de quedarnos encallados en lo que no funciona.
¿Es necesario sentirnos presionados en el trabajo,
en las relaciones, en los estudios? Francamente, no. Se trata de evaluar y
cambiar nuestras creencias. Cuando pensamos que algo “malo” puede ocurrir si no
alcanzamos el objetivo que nos proponemos o nos proponen, nos sentimos
presionados. El miedo al fracaso nos genera presión. El temor a ser abandonados
nos lleva a cumplir las expectativas de los demás. A veces nos forzamos a
nosotros mismos creyendo que un poco de presión es bueno para lograr lo que
queremos. Pero a la larga este hábito de exigirnos nos deja agotados.
Trabajar bajo presión reduce nuestras habilidades de pensar con claridad,
discernir bien y actuar correctamente. Hasta que uno no se da cuenta, no se
propone cambiar el hábito.
Mientras culpe a las situaciones, a las
expectativas de los demás y a las fechas de entrega que me imponen en el
trabajo o en los estudios como causantes de mi estrés, poco podré hacer para
cambiar el hábito. Puedo cumplir el objetivo con ansiedad, presión, estrés,
agobio y prisas, o bien con confianza, determinación, entrega y perseverancia,
manteniendo la calma. Depende de mí cómo lo viva.
“La máxima victoria es la que se gana sobre uno
mismo” Buda
Para aliviar la presión, pregúntese: ¿por qué me
siento presionado? Observe el sentimiento. ¿De dónde surge? ¿De qué tiene
miedo? Pararse
a observar le ayudará a frenar el sentimiento que está creando.
Descubra qué creencias están detrás del sentimiento de presión que siente. “Quizá no
llegaré a tiempo”. “Si no lo entrego a tiempo, perderé el trabajo”. “Si no hago
esto, dejarán de apreciarme”. En este tipo de pensamientos existe el
miedo a perder algo si no logra satisfacer unas expectativas. Este miedo ejerce
una presión que reduce su capacidad de lograr sus objetivos. A veces basta
hablarlo con la persona que supuestamente está ejerciendo la presión y veremos
que gran parte de lo que sentíamos era innecesario, y que la pérdida que
temíamos no sucede. Al expresarnos, abrimos una vía de entendimiento y se
reduce la presión. Aprendamos a cambiar el curso de nuestros
pensamientos para salir de los miedos que subyacen a los sentimientos de agobio
y presión. Confiemos.
Detenerse, observar, reinterpretar, reevaluar,
controlar pensamientos y sentimientos y cambiar creencias requiere energía. No
una energía que obtendremos de fuera, sino de la vitalidad y autenticidad que
llevamos dentro. Es la energía vital que se mueve cuando nuestra voluntad
actúa. Haga un trato consigo mismo: decida no presionarse inútilmente y cree pensamientos
positivos y actitudes proactivas que le permitan vivir mejor y encontrar
soluciones más beneficiosas para todos. De nada le sirve quedarse
invadido por la rabia, el miedo y la tristeza que le paralizan. Aprenda a vivir
en el índice de 4:1, por cuatro emociones y actitudes positivas, una negativa.
La psicóloga Barbara Fredrickson
asegura que si logramos invertir el índice 1:4, una emoción positiva por cuatro
negativas, y vivimos en 4:1, nuestra mente será más creativa, innovadora y
adaptable a los imprevistos.
Para
mandar en nuestra vida, debemos gobernar nuestra capacidad de pensar y de
sentir.
Generemos pensamientos elevados, positivos, inspiradores y creativos, y
permitámonos sentir más alegría, inspiración, admiración, asombro, aprecio,
gratitud, esperanza, interés y diversión. Se trata de ser consciente de lo que
está pensando y sintiendo, y cuando se dé cuenta de que sus pensamientos no son
saludables, respire, pare, recuerde momentos de vitalidad, busque lemas que le
inspiren y le fortalezcan. Y vívalos.
Caminos a la
transformación
El primer paso para lograr el dominio sobre uno
mismo es tener la voluntad de conseguirlo. Hay que ejercitar el poder mental
para canalizar los pensamientos de manera positiva. La meditación nos conduce hacia
nuestro núcleo vital. También nos ayudan las afirmaciones y la visualización, que
consiste en crear imágenes positivas en la mente para fortalecer nuestra
voluntad de alcanzar aquello que nos afirme de forma positiva. Cuestionemos
nuestras creencias y percepciones, y lograremos aliviar los
sentimientos de agobio y presión. Procuremos no dejarnos llevar por tendencias
de huida y distracción. Centrémonos en este compromiso. Aprendamos el arte de
apreciar y pensar en positivo. Con ello nos fortaleceremos y sentiremos
seguros. Nuestro
caminar por el mundo será más digno, y nuestra presencia, transformadora.
EL CAMBIO,
AHORA
Libros
‘Tus
zonas erróneas’.
Wayne W. Dyer. Random House Mondadori, Debolsillo.
‘Hacia
la paz interior’.
Thich Nhat Hanh. Debolsillo.
‘Un
mundo nuevo ahora. Encuentra el propósito de tu vida’. Eckhart Tolle.
Grijalbo.
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