Autor: Yvonne
Craig
La crítica
honesta es difícil de aceptar, sobre todo, si proviene de un pariente, de un
amigo o de un conocido… o desconocido. En definitiva, entiéndase la ironía: nos
preocupa cualquier crítica provenga de donde provenga. Por ello, no me extraña
la existencia de un mal llamado ‘Alodoxafobia’, y que no es otra cosa que el
persistente, anormal e injustificado miedo a las opiniones ajenas.
Alodoxa o
doxa, es un término que deriva del griego y que significa opinión. La
alodoxafobia, como tantas otras fobias, es el temor que surge frente a determinadas
situaciones a las que nos enfrentamos; en este caso a las opiniones
o al intercambio de opiniones. Un miedo que nos reduce y que nos limita a la
hora de hacer aquello que verdaderamente deseamos.
Hay personas
que sienten una aprensión paralizante por lo que otras personas puedan llegar a
pensar o decir de ellos. Se sienten, de facto, constantemente examinados y como
si los demás les estuvieran siempre juzgando a través de un severo análisis que
no perdonará ni la más mínima flaqueza. Y así, es imposible.
Es normal
dentro del comportamiento humano, adaptar nuestra conducta a ciertas
situaciones, pero sin que ello se convierta en la tónica general. El miedo
irracional a que los demás no nos acepten como somos; a que no compartan lo que
creemos; a que no les guste cómo actuamos, es desolador y el caldo de cultivo
perfecto para inhibir nuestra creatividad, nuestra espontaneidad y nuestra
imaginación. Valores, todos ellos, que nos hacen singulares y preciados, más
que los comunes compartidos. Así, se imita la forma en que otros actúan,
visten, hablan, piensan, opinan, odian, quieren... Y nos convertimos en una especie de malas
copias de las tendencias imperantes en cada momento, para ganar aceptación.
En
la vida hay que hacer lo uno cree que es justo, prescindiendo del dictamen de
los demás al respecto. Esa, y no otra, es la única manera
de ser auténticos y reconocidos por lo que somos genuinamente. Los miedos a ser
rechazados se desvanecerán en el mismo momento en el que pensemos, con total
legitimidad, que si no nos quieren como somos, no importan que nos quieran o
no.
"Probablemente no me
preocuparía por lo que la gente piensa de mí, si pudiera comprender cuantas
raras veces lo hacen." (Olin Miller).
Es verdad. La
mayoría de la gente no piensa en absoluto en nosotros, están demasiado ocupados
en pensar en sí mismos y en sus propias vidas, como para prestar atención a la
vida de los demás.
Toda fobia
tiene su origen y su explicación y no hay que desdeñar nada que nos haga sufrir, pero, en
este caso, deberíamos pensar que nadie es dueño del pensamiento ajeno
y que no podemos intervenir en las conclusiones o estereotipos que los demás
establezcan sobre nosotros… si es que alguna vez, como decía antes, han tenido
tiempo y ganas de establecer alguno.
Reflexión final: "La ansiedad es
un arroyito de temor que corre por la mente. Si se le alimenta puede
convertirse en un torrente que arrastrará todos nuestros pensamientos."
(J.A Roche)
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