Hacer las
cosas de forma diferente es el primer paso para superar nuestros límites.
Sorprendernos
y maravillarnos significa abrir la puerta a resultados reveladores
A lo largo del
tiempo y de las rutinas, todos nos hemos creado una zona de comodidad en la que
nos sentimos seguros y protegidos. Es el espacio de los hábitos, de las
costumbres y de las repeticiones; de la certeza. Pero
dentro de estos límites también se encuentran cosas menos cotidianas, como
nuestras aptitudes y habilidades, es decir, todo aquello que
sabemos que hacemos bien y donde la posibilidad de error es reducida. Es más,
puesto que las costumbres, los hábitos y las rutinas tienen doble dirección, es
posible que con el tiempo y la inercia nos convirtamos en los encargados de
preparar aquello en lo que somos más hábiles. Y
eso es bueno.
Sin embargo,
existe un riesgo: que la franja
de comodidad se convierta en todo nuestro universo, olvidando que,
para que siga siendo precisamente así, necesita ir siendo ampliada. Y de esta
manera también se verán acrecentadas nuestras aptitudes y habilidades, a la vez
que nos vacunaremos contra la falta de retos y motivaciones. ¿Cómo conseguirlo?
Hacerlo diferente. Decía Einstein que no
se pueden conseguir resultados distintos haciendo las cosas del mismo modo de
siempre.
El juego de ponerse límites a
sí mismo es uno de los placeres secretos de la vida” (G. K. Chesterton)
Cuando
decidimos abordar algo que nos supone un reto o un desafío, estamos a punto de
establecernos un nuevo límite. Así, nuestros sentidos se ponen en guardia y
nuestra atención activa el modo de alerta. Estamos a punto de adentrarnos en:
La
zona de riesgo. Imaginemos que no dominamos el inglés y, aun así,
nos encargan preparar un documento en esta lengua. Entramos de lleno en la zona
de riesgo. Inseguridad, sí, pero también concentración y alerta. Lo que
significa que invertiremos más tiempo y repasaremos varias veces cada una de
las frases. Todos cometemos errores, pero solo algunos son capaces de hacer lo
que hacíamos de pequeños: caer, levantarnos, ponernos en pie y vuelta a
empezar.
La
zona de error. La zona de riesgo es temporal, dura hasta que
vienen los resultados. Puede que nuestro documento en inglés no nos haya salido
todo lo bien que deseábamos. Entramos entonces en la zona de error, que dura lo
que lo hace nuestra capacidad de aprender de él, reponernos y volver a
intentarlo, entrando de nuevo en la zona de riesgo. Tenemos dos opciones. Una, abandonar para siempre la tarea. Otra, aprender de todo aquello que no hemos hecho bien,
seguir poniendo a prueba nuestras capacidades y avanzar.
La
zona de satisfacción. Cuando hemos superado el muro del
nuevo reto, entramos en la zona de satisfacción. Orgullo y fuerzas renovadas.
De la zona de satisfacción volvemos a la zona de bienestar, ahora más amplia. Y
desde ahí hemos de ser capaces de reflexionar acerca de nuestro poder de
ensanchar nuestros límites. Es una franja
de motivación, no de autocomplacencia.
Sin zona de
confort no hay seguridad. Sin riesgo no hay progreso. Sin error no hay
aprendizaje. Sin satisfacción no hay recompensa que nos motive e inspire a
empezar de nuevo el proceso. Así, los cuatro
círculos son necesarios y debemos cultivar todos ellos.
“Las maravillas de la vida se
nos escapan por la cómoda trampa de la rutina” (John Nigro)
La mayoría de
nosotros nos enfrentamos a desafíos de vez en cuando y hay largos periodos de,
digamos, relativa tranquilidad. ¿Qué hacer para estar preparados para cuando
llegue el momento de salir de la zona de bienestar? La respuesta está,
paradójicamente, en la rutina. Es decir, en introducir
pequeños cambios en todas aquellas cosas que hacemos casi automáticamente.
Lo importante es hacerlo con una actitud también diferente, mostrándonos
interesados, ignorantes, interrogativos e implicados. Es decir, abrir la mente, hacernos preguntas, abandonarnos
a la curiosidad y, finalmente, implicarnos en aquello que hemos decidido hacer
de forma distinta, sea lo que sea.
El famoso Mihaly Csikszentmihalyi, uno de los
padres de la psicología positiva, define la capacidad de sorpresa como uno de
los grandes rasgos de la personalidad creativa. Para
ser capaces de asombrar a los demás, antes debemos ser capaces de sorprendernos
a nosotros mismos. Y sorpresa y creatividad son músculos que podemos
entrenar, desarrollar y fortalecer. Todo lo expuesto hasta el momento no tendrá
casi efecto en nosotros y en nuestra vida si no somos capaces de maravillarnos.
El puro hecho de cambiar de camino para ir al trabajo no tiene ningún valor si
no nos obligamos a encontrar durante el trayecto algo que nos sorprenda. Y para
ello debemos estar conectados y atentos, observar con una mirada primeriza.
La
sorpresa es el móvil de cada descubrimiento” (Cesare Pavese)
Csikszentmihalyi
propone un ejercicio que deberíamos hacer como mínimo dos veces por semana: ser capaces de maravillarnos de algo y ser capaces
de sorprender a alguien a lo largo del día. Solo una vez, pero en las
dos direcciones. Este ejercicio nos obliga a pensar distinto, a hacer cosas de
una manera diferente y a estar conectados con nuestra atención y nuestro
asombro. Además de permitirnos entrar y explorar nuestras zonas de riesgo,
error y satisfacción. Es gratis. Es
sencillo. Y es muy divertido.
OTRA
FORMA DE VER EL MUNDO
BLOG Y VIDEO
– ‘1000 Awesome things’ fue elegido en la
14ª edición de los prestigiosos Webby Awards como el mejor blog del mundo.
Teniendo en cuenta que cada día se inician en la Red 50.000 blogs, es ya de por
sí asombroso. ¿Y de qué va este blog? Pues de eso, de cosas asombrosas. Asuntos
cotidianos que despertarán nuestra imaginación y nuestra capacidad de ver el
mundo con una mirada diferente que hará, a su vez, que seamos capaces de actuar
de otra forma.
– En www.ted.com podemos encontrar la charla
que dio Neil Pasricha, el creador
del blog. Nos habla acerca de la importancia de ver el mundo de otra manera y
hacer las cosas, simplemente, diferentes. Inspirador y motivador.
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