Quedarse con la mente en
blanco, aunque puede provocar accidentes mortales, también es una necesidad del
cerebro, como sugieren los investigadores. Se activa la red neuronal por
defecto
Poca broma con los despistes.
Son tanto los responsables de algunas tragedias como los accidentes de tráfico,
como de buscar aquellas gafas que ya se llevan puestas o salir por la de casa
con traje y corbata a una importante reunión pero con zapatillas hogareñas. O
el de aquella mujer belga de 67 años que salió un sábado por la mañana de su
casa en coche para recoger a su amiga en la estación Norte de Bruselas. Un
recorrido de casi 70 kilómetros que se convirtieron en 1.400 hasta Croacia sin
que la conductora se percatara de su ligero despiste. Afortunadamente, tuvo
final feliz, pero también le queda el consuelo de saber que algunos genios
también se despistan mucho en el día a día de la vida cotidiana y que los
últimos avances en neurociencia apuntan que los despistes pueden estar
asociados a la creatividad. ¿Es normal despistarse? ¿Por qué sucede? ¿Puede evitarse?
Independientemente de las
consecuencias, los expertos explican que es bastante normal porque no hay
persona que no se haya despistado en alguna ocasión o muchas ocasiones. Cada
día se sufren despistes, advierten los expertos. Hay quien lo define también
como quedarse en blanco. Daniel Gilbert,
investigador del departamento de Psicología de la Universidad de Harvard, ha
conseguido medir la cantidad de despiste y asegura que casi la mitad del tiempo
permanecemos despistados. “El 47% de las
mentes de las personas están divagando, están en otro mundo, están
despistadas”. Mala prensa para el despiste. ¿Quién no ha dado
broncas a sus hijos o a sí mismo por este motivo? Pero Guillermo Mattioli, presidente de la sección de psicología clínica
y de la salud del Col·legi Oficial de Psicòlegs de Catalunya quiere equilibrar
un poco la balanza y ante todo primero aclara que despistarse no es salirse de
la pista, “es cambiar de pista. Mentalmente no existe
algo así como ninguna pista o fuera pista. Si no estamos en una pista es porque
nos hemos deslizado hacia otra”. Tal vez el despiste tenga su razón de ser.
Las primeras pistas de que tal
vez el despiste sea necesario lo ofrecen las últimas investigaciones que
corroboran ese estar en otra pista durante el despiste. Parece ser que el
cerebro no para de funcionar aunque parezca lo contrario. “Hay una enorme cantidad de actividad en el
cerebro en reposo que no hemos tenido en cuenta durante mucho tiempo”,
asegura Marcus Raichle,
neurocientífico, profesor de Anatomía y Neurobiología de la facultad de
Medicina de la Universidad de Washington, en un artículo de la revista Science
publicado hace siete años. Consume prácticamente la misma cantidad de energía
estando el cerebro activo que cuando se supone que está descansando, por lo que
llegan a la conclusión de que el cerebro en reposo no está descansando
realmente. Hecho que ha sido confirmado con tomografías por emisión de
positronos (PET). Con esta técnica se consiguen obtener imágenes de la
actividad metabólica, en este caso del cerebro del cuerpo humano. Raichle
inyectaba glucosa radioactiva para medir en qué áreas se acumulaba (una manera
de constatar esa actividad interna de la mente). A este experto le extrañó que
algunas zonas del cerebro se iluminaran cuando se suponía que el cerebro
descansaba y, en cambio, esas mismas áreas se apagaban en cuanto la persona
iniciaba algún tipo de actividad externa, como cuando ponía la atención en
algo. En un primer momento, los expertos lo achacaron a lo que denominan ruidos
de fondo, actividades residuales del cerebro, como si se tratara de una inercia
cerebral. Pero no. Raichle ha constatado posteriormente que cuando se desconecta del mundo
exterior, el cerebro efectivamente sigue trabajando, pero en otro sistema.
El cerebro consume más o menos un 20% de la energía que necesita el organismo
del ser humano. Y lo consume tanto estando activo como en reposo. Los
neurocientíficos aseguran que la atención al mundo exterior implica un gasto de
entre un 0,5% y un 1% de ese 20% que precisa el cerebro. El resto, que no es
poco, lo dedica a mantener la conexión entre neuronas, a procesar información.
Estar
despistado no es sinónimo de estar perdido. Rosa Casafont, médica especializada en neurociencia y neurología
del comportamiento, explica que, cuando nos concentramos, las células nerviosas
consumen muy poco más, al contrario de lo que cabría esperar. “Durante un
estudio del cerebro en actividad, se observó que dos áreas cerebrales, ante
tareas solicitadas, dejaban de trabajar. En cambio, cuando soñamos despiertos,
cuando pensamos que nuestra mente está en blanco, cuando nos abstraemos del
exterior y estamos relajados, se ha comprobado que, en realidad, la mente se
vuelve mucho más activa. Esas mismas áreas que dejaban de funcionar ante la
concentración, iniciaban un gran consumo de energía cuando se abstraían del
entorno”. Entra en marcha lo que los neurocientíficos denominan la
red neuronal por defecto. Esta red conecta dos partes del cerebro. Por una
parte, el hipocampo (que entre otras funciones se encarga de la memoria) y, por
otra, la corteza prefrontal (que planifica, predice, programa y ejecuta), tal
como recoge Rosa Casafont en su
libro Viaje a tu cerebro (Ediciones
B). Al estudiar las funciones de las regiones cerebrales involucradas en la
red, se observó que están relacionadas con el mundo interior de cada uno:
procesan información, por ejemplo, sobre la memoria autobiográfica y sobre
proyectos futuros. Si esta red funciona mal, incluso se pueden desarrollar
patologías como la esquizofrenia, el trastorno bipolar o enfermedades como el
alzheimer.
Malo si funciona poco. Y malo
cuando funciona. El problema consiste en que “esta
red entra en funcionamiento sin que nos demos cuenta”, asegura
Rosa Casafont. Falla la atención. Pero saber eso no explica el despiste, como
comenta Guillermo Mattioli. Aunque los despistes sí que pueden conducir a lo
que está sucediendo en la mente, asegura este mismo experto. El despiste puede
cumplir varias funciones que varían desde la creatividad asociada al genio, al
matemático o al artista con la mente alejada de la realidad concreta porque
está resolviendo problemas o imaginando nuevas obras, hasta la distracción
asociada a algún tipo de ansiedad o preocupación, algún conflicto
entre deseos y temores que hacen que en vez de hacer una cosa se termine
haciendo otra, concreta Mattioli. Por último, este experto también señala que
existe lo que se denomina un uso social del despiste. “Se trata de aquel sujeto que ha hecho de
sus despistes una fachada social que le sirve de coartada para no retener
nombres de personas que le presentan o compromisos que asume, intentando
disimular un desinterés que seguramente es auténtico pero que disfraza en el
personaje, con lo cual logra que efectivamente se le perdonen los despistes y
no sean demasiado exigentes con él”.
En el caso de los lapsus
linguae o actos fallidos, Mattio
li los relaciona con la aproximación que hace
el psicoanálisis hacia el despiste para explicar cómo irrumpen contenidos
inconscientes en el sujeto provocando ese despiste, “como en aquel chiste en el que queriendo
dar el pésame, en lugar de decir ‘lo siento mucho’ nos sale de la boca el
escandaloso ‘me alegro mucho’. Apelar a los chistes no es casual, en psicología
aceptamos una profunda equivalencia entre el chiste y el despiste. En ambos
casos, una situación que parece completamente normal y plana es perturbada por
la aparición de una intencionalidad disruptiva e invisible hasta el momento de
su aparición”, aclara Mattioli. Desde el análisis psicoanalítico,
este tipo de despistes se asocian a una intención oculta e inconsciente,
aparentemente desprovisto de sentido, pero sólo aparentemente. “Irónicamente, los actos fallidos en realidad son actos
exitosos, en la medida en que cuando decimos algo diferente de lo que queríamos
decir es porque alguna verdad inconsciente aflora en el cambiazo”,
explica este experto. Mattioli comenta que todos podríamos hacer nuestra propia
lista de acciones que hubiéramos preferido no llevar a cabo, “aunque a veces no nos queda más remedio que reconocer
que la acción que se nos ha colado es la que en realidad representa mejor
nuestros pensamientos o deseos”.
Es como si este equívoco, este
despiste, aliviara la presión de una situación que de alguna manera u otra
produce estrés. Al menos, Francesc
Barceló, catedrático de Neuropsicología y responsable del Grupo de
Neuropsicología Clínica de la Universitat de les Illes Balears (UIB), ha
determinado en un reciente estudio que los estados cerebrales de despiste y
estrés son similares. El despiste es como una válvula de escape al estrés, y
ofrece la oportunidad de reflexionar sobre ello. “Al
contrario de lo que promulgaban los científicos hace algunas décadas, no
reaccionamos ante los estímulos que nos llegan desde el exterior, sino que
reflexionamos sobre estos estímulos”, capacidad que aleja a las
personas del comportamiento instintivo de otros seres vivos. Una válvula de
escape que además reconecta áreas al servicio de la creatividad, hasta el punto
que los neurocientíficos destacan que se trata de una herramienta cognitiva esencial.
Benjamin Baird y Jonathan Schooler realizaron un
experimento en la Universidad de California en Santa Barbara que publicaron el
año pasado en la revista Psychological Science. Resumiendo, llegaron a la
conclusión de que los alumnos más despistados fueron los que aportaron
ideas más creativas y efectivas a la hora de resolver situaciones no
habituales, e inciden en la importancia de las tareas que se desarrollan en la
red neuronal por defecto, esa red que conecta el hipocampo (interviene en parte
de nuestras memorias) y la corteza prefrontal (que se encarga de predecir,
planificar y tomar decisiones).
El psiquiatra Peter Williamson recuerda que la
función de esta red “es anticipar constantemente situaciones a
las que nos podemos enfrentar. Podría estar asociado al sentido de uno mismo”.
Y Rosa Casafont añade que cuanto más activa está esta red, “es cuando mejores somos evaluando y
predecimos mejor. Somos más creativos. Cuando
hacemos predicciones racionalistas no somos tan buenos”. Siendo
así, el reto es importante porque hay despistes que matan. Los expertos
intentan ahora establecer las bases para redirigir este estado que fluye entre
la consciencia y la inconsciencia a través de cultivar la fuerza de la voluntad. Mejor hacer primero una respiración
profunda para asimilar tanto despiste.
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