La palabra mágica: actitud.
La que puede cambiarlo todo. Darle la vuelta. Prender la luz.
Sembrar la esperanza. Reconciliar. Dar aliento. Iluminar.
Ese gesto interior
imperceptible que marca la diferencia, que cuando es abierta, amable, generosa
y consciente, transforma todo para bien.
Y es que las actitudes, las
podemos elegir.
Sobre la actitud, escribió uno
de los grandes maestros:
“Lo que de verdad necesitamos es un cambio radical en nuestra actitud hacia la vida. Tenemos que
aprender por nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados que en
realidad no importa que no esperemos nada de la vida, sino que la vida espera algo de nosotros. Tenemos
que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en vez de
ello, pensar en nosotros como seres a quienes la vida les inquiriera continua e
incesantemente. Nuestra contestación
tiene que estar hecha no de palabras ni tampoco de meditación, sino de una
conducta y una actuación correctas. En última instancia, vivir significa asumir la responsabilidad de encontrar la
respuesta correcta a los problemas que ello plantea y cumplir las tareas
que la vida asigna continuamente a cada individuo.” (“El hombre en busca de Sentido”, Viktor Frankl)
Sí, la vida será en buena parte lo que hagamos de
ella.
Y sí, la vida, en buena parte, es nuestra actitud.
Y recuerdo ahora eso que un amigo me envió hace
tiempo, y decidí ampliar, y quedó así:
Si abrió,
cierre.
Si ensució,
limpie.
Si encendió,
apague.
Si desordenó,
ordene.
Si rompió,
repare.
Si no sabe, no
opine.
Si opinó,
hágase cargo.
Si le
prestaron, devuelva.
Si prometió,
cumpla.
Si debe usar
algo que no le pertenece, pida permiso.
Si desconoce
cómo funciona algo, no lo toque.
Si no sabe
arreglar, busque a quien sepa hacerlo.
Si no sabe
hacerlo mejor, no critique.
Si no puede
ayudar, no moleste.
Si ofendió,
discúlpese.
Si ignora qué
decir, cállese.
Si no es
asunto suyo, no se entrometa.
Si no es suyo,
devuélvalo.
Si es gratis,
no lo desperdicie.
Si le sirve,
trátelo con cariño.
Si no puede
hacer lo que quiere, trate de querer lo que hace.
Si le molesta
a usted, no permita que afecte a otros.
Si puede ser
amable, séalo. Siempre se puede ser amable.
Si puede ser
responsable, séalo. Siempre se puede ser responsable.
Si puede ser
agradecido, séalo. Siempre se puede, también.
Si puede
elegir una buena actitud por el bien propio y ajeno, hágalo, también.
En definitiva,
si puede y hace bien, hágalo.
¿Qué obvio, no?
¿Y
por qué nos cuesta tanto?
Será porque comprender no
implica hacer. Del mismo modo que decir la palabra agua no nos moja…
Otro gallo cantaría si esta
humanidad estuviera entrenada en el ejercicio de lo obvio que hace el bien a
los demás. Esa es LA asignatura pendiente.
Es
cuestión de actitudes. De saberlas elegir. De humanizar a la humanidad en el
mejor de los sentidos.
Porque podemos elegirlas.
¿Lo hacemos?
Me sumo al sí.
Besos y abrazos,
Álex
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