Solo sé que no sé nada es la archiconocida frase de Sócrates y
el comienzo de cualquier aprendizaje. Y esto que parece tan fácil,
no lo es en absoluto. Aprender significa humildad, reconocer que no
somos tan buenos en algo y que tenemos espacio de mejora. Aprender es también una actitud
y una forma de ver la vida. Muchas veces nos empeñamos en forzar las cosas
conforme a nuestras expectativas, a lo que creemos que deberían ser. Sin
embargo, la realidad se “empeña” en demostrarnos que sencillamente somos humanos e imperfectos.
Y es ahí donde surge la posibilidad del aprendizaje. Cuando estamos muy seguros
de todo, no contemplamos lo que nos sucede con los ojos del aprendiz. Optamos
por una actitud de “superioridad”, de pensar “ya lo decía yo” e insistimos en encajar
la realidad a nuestras expectativas. Un ejemplo clásico es cuando catalogamos a
alguien de un determinado modo. Podrá dar igual lo que haga porque seguiremos
viéndolo del mismo modo. O si no, ¿cuántas veces quedamos con alguien y
reforzamos un día tras otro que teníamos razón? Aprender significa descansar un poco de
nuestra cabeza, ser curiosos, humildes y, sobre todo, dejarnos sorprender.
De algún modo es sustituir una actitud de ir por la vida como un tren con
carriles bien marcados, a un barco que navega por surcos sin dibujar. Y el
primer paso consiste en reconocer que “solo
sé que no sé nada”.
La
Programación Neurolingüística (PNL) ha recogido las fases del aprendizaje de un
modo muy sencillo. Veámoslas a continuación:
- Inconscientemente incompetente (No sé que no
sé): El ser humano es especialmente habilidoso para autoengañarse,
¡puede que sea una de nuestras mayores capacidades!... y cualquier argumento es
válido en una cabeza que no está dispuesta a reconocer una carencia. Esta fase
es la zona ciega de nuestro carácter o de lo que hacemos. Tenemos una venda que
nos impide ver más allá. E incluso por mucho que nos digan algo los demás,
llegamos a ser especialmente tercos en no querer verlo. Sin duda, esta fase es
la más difícil porque es un tema de actitud. Un ejemplo de dicha
etapa es cuando aprendemos a conducir. Hemos podido ver a nuestros padres
conducir y no pensamos que sea tan difícil. Con esta actitud nos sentamos la
primera vez en un coche.
- Conscientemente incompetente (Sé que no sé):
Para entrar en esta fase, necesitamos habernos dado cuenta de nuestros límites y
tener la intención de explorar. ¿Cómo se logra ser consciente? En el
mundo de la empresa se utilizan a veces las herramientas de diagnóstico. Se hacen
evaluaciones de lo que uno piensa de sí mismo y de lo que el resto piensa de él
y se comparan. Ahí es donde surgen las sorpresas. Los errores y los fracasos
son grandes maestros para adentrarnos en esta fase. Son momentos de vértigo, de
caerse incluso las seguridades en uno mismo, pero son las puertas para
explorar. Siguiendo con el coche, es cuando conducimos la primera vez. Los
otros coches parecen que están demasiado cerca y las calles resultan lugares
complicados.
- Conscientemente competente (Voy aprendiendo): Esta es la fase del
entrenamiento o de la práctica. Es el momento de las clases, de los maestros,
de los libros… o de lo que hagamos para ir mejorando. Equivaldría a nuestro
ejemplo cuando vamos conduciendo y vamos memorizando “piso embrague, cambio de
marcha”; “pongo intermitente, giro volante”… sabemos hacerlo pero vamos
despacio. No fluimos todavía con ello. También se ve con los idiomas, cuando
tenemos que construir la frase mentalmente. En este punto, la habilidad más
importante es la paciencia y la constancia para crear nuevos hábitos; y el
principal riesgo es el posible aburrimiento.
- Inconscientemente competente (Sé). Somos
capaces de conducir y pensar en cuatro cosas a la vez, sin darnos cuenta del
embrague o del intermitente; o hablamos el otro idioma sin tener que hacer
paradas en busca de la palabra precisa. Esta es la fase en la que hemos interiorizado el
aprendizaje. Hemos llegado a este punto después de mucha práctica y
el riesgo se esconde en un posible exceso de confianza o dejar de contemplar lo
que sabemos con ojos de aprendiz. Y aquí es cuando los errores se convierten en maestros
que nos llevan a comenzar el ciclo desde el principio.
Recetas:
Toma aquello que haces bien y cuestiónalo.
Pregunta a amigos, compañeros, familiares sobre algún aspecto en el que te
sientas muy seguro e interroga sobre qué podrías mejorar. Deja espacio a la
duda interna.
Cuando quedes
con alguien que conoces bien, indaga sobre algún aspecto que no veías antes de él o de
ella. Intenta salirte de tu creencia y explora.
Y si te enfrentas a un error o a un fracaso, pregúntate sobre
qué podrías aprender de ello.
Fórmula:
Aprender significa tener una actitud socrática: solo sé que no
sé.
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