Tengo 45 años. Nací en Sao Paulo y vivo en la
India y viajando. Estoy divorciado y tengo una hija (8). Licenciado en Psicología. ¿Política? Ser honesto,
hablar y actuar desde el corazón. Creo en la
capacidad del ser humano para elevarse, tengo una fe inquebrantable en el amor.
Psicoespiritualidad
Tiene un ashram en Sao Paulo y seguidores en todo el mundo; lógico ya que
sus enseñanzas buscan guiar el tránsito del sufrimiento a la alegría combinando
la espiritualidad y la psicología. Profesión a la que no ha renunciado: "El
autoconocimiento es el abecé de la espiritualidad". Afirma
que nuestras mezquindades y maldades, que en todos hay, son fruto de
experiencias de dolor infantiles que reeditamos continuamente y traspasamos,
sin consciencia, a nuestros hijos. "Es uno de los focos de mi trabajo: interrumpir esa
enfermedad emocional, procurar herramientas a los niños, mediante la educación,
para que vivan con consciencia". Ha dado una charla en La Casa
del Tíbet de Barcelona.
—Usted ha tenido dos vidas. ¿Qué hacía
en la primera?
—Hasta el 2002 fui
psicólogo. Observé que el ser humano está desesperado en busca de alivio, y
comprendí que la psicología es sólo una parte del proceso, sola no puede sanar
al ser humano.
—Y salió a buscar...
—Siempre fui un
buscador. Ya de niño le preguntaba a mi madre: «Madre, ¿quién ha hecho el mundo?». «Fue
Dios». «¿Y quién ha hecho a Dios?». «No pienses en eso o te volverás loco»,
me insistía.
—No le hizo mucho caso.
—No. Pasé por
muchas escuelas y maestros hasta que algo cambió dentro de mí.
—Se convirtió en un maestro realizado.
¿Qué es eso?
—Cuando la
búsqueda se termina, te sientes pleno y sabes quién eres. Antes quería agradar,
ser alguien. Ahora me dedico a ayudar a la gente a hacer el tránsito del
sufrimiento a la alegría sin ningún interés.
—¿Qué es la alegría?
—Contentamiento,
ausencia de miedo, de sentimiento de carencia.
—¿Y cómo se conquista?
—Realizando un proceso de
autotransformación. Estamos envueltos de capas de sufrimiento que se
expresan como maldad y mezquindad. Hay que ir al fondo de uno mismo, porque la alegría es
una cualidad natural del ser, producto de la paz.
—Dígame cómo sacudirme la maldad.
—Lo primero que hay que hacer es
eliminar el juego de acusaciones, buscar en uno mismo las causas de las
insatisfacciones y responsabilizarse de ellas. Hay que escuchar al yo interior,
porque esas capas tienen vida propia, cada una es un yo psicológico. Para ello
propongo la meditación, la reflexión y la práctica del servicio desinteresado.
—Pero la gente tiene hijos, hipotecas,
trabajo (con suerte) y poco tiempo.
—Una práctica que está al alcance de
todos es poner en movimiento el amor disponible mediante actitudes generosas,
compasivas, fraternales; hacer el bien no importa a quién. Y experimentará
un milagro; se sorprenderá de cómo cambia su vida.
—Pero somos
simultáneamente generosos, egoístas, compasivos, crueles.
—Hay que entender
que el egoísmo y la crueldad los ocasiona el sufrimiento, tomar conciencia de
que las repeticiones negativas y destructivas de nuestra vida nacen dentro de
nosotros, de esa parte nuestra comprometida con la destrucción.
—¿Por qué?
—Porque en algún
momento de nuestra evolución nos hicimos daño, sufrimos el shock del abandono,
la exclusión, el rechazo. Y nuestra manera de protegernos es mediante el
egoísmo, el orgullo, la vanidad... El ser humano provoca su propia destrucción, y sólo podrá
interrumpirla si toma conciencia.
...
—Es muy común
acusar al otro de nuestra infelicidad. Nos pasamos la vida forzando a otros a amarnos, a que
hagan las cosas a nuestra manera, y eso sólo lleva a más y más
sufrimiento e infelicidad, porque actuamos a partir de esa defensa, y esto es
lo que yo propongo que se transforme.
—Casi nada.
—Ja, ja; es un
gran desafío.
—La vida trae problemas e infelicidad.
—Son oportunidades. Cuando el problema
se repite, hay que insistir en esa pregunta sabia. ¿Qué intenta enseñarme la
vida que no consigo aprender?
—La teoría nos la sabemos todos...
—Pues yo soy la
prueba de que es posible transformar la teoría en práctica.
—¿Nos hacemos todos gurús?
—En algún grado;
por qué no, ja, ja, ja. Todos podemos iluminar el amor y el perdón.
—Meditar no es garantía de nada. Está
lleno de ombligos que meditan.
—La meditación que
más se practica es la que se focaliza en el vacío, pero hay una meditación
activa, analítica, que nos permite identificar cómo saboteamos nuestra
felicidad. Mire, hay preguntas fundamentales.
—¿Cuáles?
—¿Estás dando al mundo los regalos que
has traído para dar?, ¿cómo está tu vida familiar, sexual, laboral…? Si existe
insatisfacción en alguna de esas áreas, si intentas cambiar y no puedes, es
porque hay algo dentro de ti que está deseando esa insatisfacción.
—Somos nuestro peor enemigo, veo.
—El ser humano es muy complicado.
Atraemos aquello que más odiamos y tememos. El adulto guarda dentro de él heridas
de su infancia; por eso repite, reedita su herida...
—¿Cómo evitar esas heridas a nuestros
hijos?
—Debemos procurarles el máximo amor
consciente posible. Ver sus potenciales dormidos y darles fuerza para
despertarlos. Pero les imponemos nuestro conocimiento invalidando su sabiduría
innata porque nos creemos superiores. Ejercemos el poder. Los utilizamos para
satisfacer nuestras carencias, proyectamos en ellos nuestro propio niño, mal
integrado... Y la historia se repite.
—Estamos llenos de buenas intenciones.
—Ja, ja, ja. Pero
la persona se dará cuenta de que no está siendo totalmente honesta por el
resultado que se refleja en su vida.
—Usted es psicólogo, sabe que nuestra
vida está controlada por el inconsciente.
—Justamente lo que
propongo es traer esos aspectos inconscientes a la conciencia por medio de la
autoinvestigación, el análisis y la meditación. Pero hay que tener coraje.
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