Los teléfonos inteligentes o
smartphones han abierto un mundo inmenso de conectividad personal. Aportan
muchas ventajas, pero también hay que saber gestionar este flujo de información
para no verse desbordado.
Contestar una llamada de voz al tiempo
que se reciben cinco correos electrónicos, una nueva notificación en Facebook y
dos avisos de mensajería instantánea en Whatsapp es habitual para quien posee un
smartphone. Gracias a estos teléfonos
inteligentes, el fenómeno de la conectividad ya no se asocia sólo al uso del
ordenador, sino a cualquier momento y lugar. Su empleo crece sin parar; su
cuota de implantación en España (el porcentaje de usuarios de móvil con un teléfono
inteligente) supera el 60%.
La gran ventaja de estar
permanentemente conectados a la red a través de los smartphones es a la vez su
principal desventaja: muchos de sus usuarios no saben desconectar. Un estudio de la Sociedad Británica de Psicología demuestra que
el uso de smartphones aumenta el estrés debido a la obsesión que
produce recibir mensajes. Los usuarios de esta tecnología deben adaptarse a la
hiperconectividad que comportan los teléfonos inteligentes.
Un smartphone combina redes sociales con mensajería
instantánea, correo electrónico, llamadas, juegos y navegación por páginas web.
“Ser un todo en uno puede generar cierta dependencia”, afirma Enrique Echeburúa,
catedrático de Psicología Clínica de la Universidad del País Vasco. “La inmediatez y la interactividad hacen protagonista a la
persona que lo utiliza, por lo que el smartphone se convierte en un elemento
muy atractivo”, añade. Pero ¿pueden ser adictivos
estos teléfonos?
Estrictamente, no se puede hablar de
adicción, ya que ni la Organización Mundial de la Salud (OMS) ni la Sociedad
Americana de Psicología, por ejemplo, reconocen que exista adicción sin
sustancias, pero entre los psicólogos la polémica está servida. Para algunos
especialistas, los smartphones son inofensivos, otros sin embargo creen que son
peligrosos y que pueden inducir tanta adicción como cualquier sustancia.
Al margen del debate, lo que sí existe
en el colectivo es una cierta preocupación por el abuso que se hace de la nueva
tecnología. “Un smartphone en sí es menos peligroso que un vaso de gaseosa, el problema es
quien está detrás de él”, afirma Juan Alberto Estallo, psicólogo del Instituto de Neuropsiquiatría y
Adicciones que acoge el centro Fòrum del hospital del Mar de Barcelona. No se
abusa del teléfono sino de los servicios que ofrece, a los que se accede con el
dispositivo.
Los canales de mensajería instantánea
(Whatsapp, BlackBerry Messenger o el chat de Facebook, entre otros) son las
aplicaciones que más enganchan a los usuarios de smartphones.
“La inmediatez con que se contestan los mensajes genera
siempre una espera, una impaciencia”, dice
Estallo. Cuando se envía un mensaje de este tipo, se espera automáticamente una
respuesta, un feedback rápido por parte de la otra persona. Durante la espera,
el comportamiento humano podría equipararse a la conducta del perro de Pavlov,
ejemplo que utilizó el fisiólogo ruso para explicar el condicionamiento
clásico: el perro de Pavlov esperaba con anhelo el sonido de la campana para
advertir que la comida ya estaba lista. Lo mismo hace el ser humano ante el
smartphone, esperando recibir ese mensaje que tanto le inquieta. “Los niveles de alerta se disparan”, asegura Echeburúa.
Estar pendiente de los correos
electrónicos entrantes, de los mensajes instantáneos..., repercute
negativamente en la tarea que se esté desarrollando en el momento en que se
escucha el timbre de aviso. Echeburúa considera que “el grado de concentración en la
tarea principal disminuye, al tiempo que aumenta la fatiga mental”.
El uso de smartphones, además de
influir en la concentración, somete a sus usuarios a un estrés ligado al acoso
multicanal –es decir, cuando se reciben mensajes en el teléfono por múltiples
vías a la vez–. “La sobrecarga informativa nos afecta
en función de los protocolos que establecemos para gestionar la información”, afirma el tecnólogo Enrique
Dans, profesor de IE Business School.
Con el término “protocolo” se refiere
al modo elegido por cada persona para manejar cada canal por el que recibe
información en el smartphone. Por ejemplo, en el caso de la mensajería
instantánea (como Whatsapp), la persona debe decidir cómo y con qué frecuencia
contestará a los mensajes, si lo hará en tiempo real, si se desconectará o por
el contrario estará siempre conectada. “El teléfono móvil ha pasado de simple aparato para
comunicarnos a ser en un pequeño ordenador dentro de nuestro bolsillo”, aclara Dans. Para evitar la sobrecarga informativa y el acoso
multicanal, el experto recomienda que “cada persona desarrolle estos
protocolos de uso de la tecnología”.
Los problemas de concentración y el estrés generado por el bombardeo informativo pueden evitarse, además de
creando unos hábitos de conducta como recomienda el tecnólogo, con
autodisciplina. “Si una persona necesita para poder dormir un alto grado de
relajación, debe apagar el móvil para evitar la alerta –comenta Echeburúa–; lo
mismo en el trabajo, es recomendable silenciar el móvil para evitar
desconcentrarnos”.
Es imprescindible saber desconectar del smartphone. No obstante, tanto psicólogos como tecnólogos confían en que sea
la propia evolución tecnológica quien inculque los hábitos de conducta en la
sociedad. “Los usos
y las costumbres se desarrollan a medida que las personas interactúan con una
nueva tecnología”, explica Dans. “Las personas que no se enteren de
nada al atender el smartphone y otra tarea a la vez irán dejando de hacerlo”, asegura. “Hay que confiar en la coevolución tecnológica”.
Autodisciplina, la clave
- Establecer normas y pautas de uso del smartphone es una medida óptima para evitar la hiperconectividad al teléfono.
- *Silenciar el teléfono. No dejarlo activo en todo momento. Imponerse el acceder a los mensajes solamente en algunas horas determinadas del día.
- *Desactivarlo una hora antes de acostarse para alcanzar los niveles necesarios de relajación para dormir y garantizar que no interrumpa el sueño.
- Distinguir si las informaciones que llegan al teléfono son urgentes, importantes u ociosas.
- En vacaciones, desconectar la tarifa de datos del smartphone para disfrutar plenamente del tiempo libre.
- En momentos de interacción cara a cara con otras personas, no prestar atención a los mensajes que llegan al teléfono, sino a la persona con la que se dialoga.
- No esperar una respuesta inmediata siempre de la persona a la que se ha enviado un mensaje.
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