Siempre me ha fascinado la
historia que traigo hoy al blog y que podemos encontrar dentro de la película
“Cinema Paradiso”.
Interprétala en la clave que
consideres. Reflexiona sobre ella y saca tus propias conclusiones. Intenta
comprender las razones que impulsan al protagonista de la historia a
comportarse así, y plantéate qué piensas al respecto. Luego hablamos.
“Te
voy a contar una cosa: Una vez un rey dio una fiesta. Invitó a las princesas
más bellas del reino.
Un
soldado de la guardia vio pasar a la hija del rey. Era la más bella de todas.
Él se enamoró enseguida pero, ¿Qué podía hacer un pobre soldado ante la hija
del Rey?
Finalmente
un día consiguió encontrarla, y le dijo que no podía vivir más sin ella. La
princesa se quedó tan impresionada por ese fuerte sentimiento que le respondió
al soldado:
“Si sabes esperar cien
días y cien noches bajo mi balcón, entonces yo seré tuya”.
¡Caramba!.
El soldado fue allí y esperó un día, dos, diez días, veinte días. Todas las
noches ella lo controlaba por la ventana. Él no salía de allí. Con lluvia,
viento o nieve el continuaba allí… Los pajaritos le cagaban encima, las abejas
se lo comían vivo, pero él no se movía.
Después
de noventa noches él estaba transformado. Había adelgazado mucho y estaba
pálido, le caían lágrimas de los ojos y no podía contenerlas, porque ya no le
quedaban fuerzas ni para dormir… y la princesa continuaba mirándole.
Cuando
llegó la noche noventa y nueve, el soldado se levantó, agarró la silla y se
fue.
-
¿Pero cómo?, ¿Al final?
-
Sí. Casi al final de todo, Totó. Y no me preguntes el significado, ¡yo no lo
sé! Si lo entendiste, explícamelo tú…”
Fascinante. Yo creo que nadie que te obligue a hacer un
sacrificio extremo para obtener a cambio su amor, lo merece. Nadie que sea
capaz de permanecer impasible mientras te deshaces y te desmoronas y que no se
compadece o corre a tu lado para darte el auxilio o el consuelo necesarios,
merece ni un solo pensamiento de amor.
El valiente soldado se probó que podía superar el reto y ganó el
combate contra sí mismo y, de paso, demostró con una lección que nunca
olvidaría a la indolente princesa, que a partir de ahí y por muchos más que
conociera, ninguno de los hombres de su vida llegaría jamás a acercarse a su
valor, a su coraje, a su determinación, a su humildad y a la fortaleza de su
corazón; un corazón capaz de amar probablemente más que ningún otro.
“El verdadero combate empieza cuando uno debe
luchar contra una parte de sí mismo. Pero uno sólo se convierte en un hombre
cuando supera estos combates.” (André Malraux)
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