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dilluns, 11 de febrer del 2013

"Me casaba y divorciaba hasta que me casé conmigo mismo". Ernesto Beibe. La Contra de La Vanguardia.


Tengo 69 años. Nací en Buenos Aires y vivo viajando. Soy mentor. Divorciado tres veces. . . , hoy vivo en pecado permanente. Tengo tres hijos y tres nietos. ¿Política? Aséptico y escéptico. Desde valores judaicos, creo en la solidaridad en red. Pagas facturas de tus ancestros.

Autoridad
Luce sombrero y viste tirantes. "A veces se me burlan..., ¡pero la moda la impongo yo!", me explica. Ernesto Beibe, mentor, irradia convicción y autoridad. Me hablan de su trabajo como asesor de rutilantes empresas y personajes de renombre (cuyo anonimato se reserva) a ambos lados del Atlántico, y he querido escucharle. Se sienta a mi lado: "Si quieres llegar a un acuerdo con alguien, ¡mejor siéntate a su lado que enfrente!", me adiestra. Será por eso por que le escucho con interés: "Puedes integrar lo que era disfuncional, hacerlo funcional", me anima. Y rubrica su actitud de firme templanza con su lema: "Independencia, libertad, dignidad”

Me llaman la atención sus tres divorcios...
Sí, me casaba y me divorciaba... hasta que decidí no casarme con nadie... ¡porque aún no me había casado conmigo mismo!

¿Y lo ha hecho?
En mi 60 cumpleaños celebré una fiesta gigante, para doscientos amigos. Mi esposa tomó la palabra: habló de mí, de nuestros 18 años de relación... ¡Hablaba de un extraño!

¿Qué decía?
¡Estaba inventando! Ese del que hablaba no era yo, era otro. Decidí romper con ella

Vaya... ¿Allí mismo?
Esa noche. Por la mañana envié una nota a los invitados: "¡Ayer celebramos mi boda conmigo mismo!".

¿Y qué tal?
Ya no me caso con nadie. Sólo conmigo mismo. ¡Es decisivo saber fijar posición!

¿En qué consiste eso?
Yo decido con quién trabajo y con quién no, qué quiero y qué no. El otro día, en un lujoso hotel de Barcelona, pedí una tortilla babette. No estaba como yo quería. Exigí otra.

¿Y estaba bien?
No: mala. Exigí una tercera. Y una cuarta. Y una quinta tortilla. Si decido ir al mejor hotel, ¡quiero lo mejor! Y lo exijo. De entrada, exigí un camarero que me hablase en español, no en inglés... ¡Eso es fijar posición!

¿Eso le enseña a su cliente?
Le ayudo a ser consciente de por qué es quien es, por qué hace lo que hace, qué factura está pagando.

¿Factura?
Algunas de tus actitudes y conductas obedecen a un mandato inconsciente de un ancestro: padres, abuelos, bisabuelos... Mediante el genograma, detecto ese lastre.

¿Genograma?
Rastreo el mapa de los ancestros, para corregir la conducta dañina. Y así mejora la calidad de vida de esa persona.

O sea, es usted un coach.
No: soy un mentor.

¿Cuál es la diferencia?
El coach mejoraba el drive del tenista: un apoyo instrumental. Como mentor, ayudo a la persona a ser quien es...

Mentor suena mejor que coach.
Mientras Ulises estaba en la guerra de Troya, un preceptor llamado Menthor instruyó a Telémaco, hijo de Ulises y Penélope.

¿Le instruyó bien?
Sí: para estar en su sitio como hombre y preservar el reino para entregarlo en buenas condiciones a su padre en cuanto volviera.

¿Algún otro ejemplo de mentor?
Alejandro Magno no hubiese llegado a ser quien fue sin Aristóteles.

¿Qué hizo Aristóteles?
Mostró a Alejandro qué tenía, qué podía cambiar, hasta dónde podía llegar.

¿Podemos llegar a donde queramos?
Un deportista que se dopa... está queriendo llegar más lejos de lo que puede.

¿Lance Armstrong?
Conducta de quien tuvo un padre estafador.

Si le cura eso..., ya no será campeón.
Al revés: podrá serlo de manera plena, sin pagar facturas. ¡Y con más calidad de vida!

¿Lo mismo sirve para la empresa, el dinero, las relaciones...?
Sí.

¿Siempre estamos pagando facturas de nuestros mayores?
Mientras no seamos conscientes de esas facturas, sí. Los secretos familiares se convierten en verdades fantasmáticas y condicionan conductas, pesadillas...

¿Qué tipo de secretos?
Lo no dicho. ¡Saca las cicatrices al sol!

¿La inconsciencia nos hace esclavos?
El remero tiene las manos en la postura de remar: colócale un remo en las manos, y remará sin saber de dónde viene ni adónde va.

¿Cómo detectar mi esclavitud?
El lenguaje de los órganos ayuda. Apretar los dientes por la noche, una úlcera, una tos... ¡son síntomas! El cuerpo denuncia.

¿Por ejemplo?
Un asma denuncia una madre sobreprotectora (inhibe la barrera inmunitaria del hijo). Un acné está declarando: "Quiero... ¡pero me das miedo, no te me acerques!".

No sé si esto es muy científico...
Es estadístico.

Si fuese mi mentor, ¿qué me diría?
Te adiestraría a frustrarte.

¿Lo necesito?
Somos muy intolerantes a la frustración. ¡Aprende a frustrarte! Y olvida el futuro.

¿Por qué?
Porque no existe. Sólo hay aquí y ahora. Nos contamos futuros para engañarnos, por miedo a la muerte. Hay gente que quiere la inmortalidad... ¡y se aburre en una hora!

Vivamos la hora, ¿no?
La vida es finita: ¡actúa al margen del qué dirán! Al margen de los sueños de tus mayores, y también de tus viejos sueños.

¿Debo traicionar mis sueños, pues?
Esclavizarte a un sueño de juventud.... es infantil. ¡Renueva tus sueños, eso sí! Sólo así llegarás de mayor a ser joven.

¿Y esto sirve para hacer negocios?
Sí, porque si fijas tu posición y entiendes cuál es tu esencia, ¡nadie podrá presionarte!


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