Puede haber
humor sin sabiduría, pero no lo contrario.
¿Habrá
algo más ridículo y pesado que una persona con delirios de grandeza? O
peor: ¿quién no ha tenido que aguantarse alguna vez a un “experto” que piensa
que sus conocimientos son la sapiencia en pasta? Empachados por la efervescencia de
una supuesta trascendencia tratan a toda costa de ser profundos, así deban
sacrificar la risa.
El
sentido del humor se refiere al gusto por reír y hacer reír, a ver el lado
cómico de la vida, incluso en la adversidad. Recuerdo que en cierta
ocasión un amigo se resbaló al bajar de un autobús. La caída fue bastante
aparatosa porque fue cayendo sentado, de escalón en escalón, hasta aterrizar aparatosamente
de culo en la acera. Una mujer que pasaba por allí se le acercó a prestar
ayuda, y le preguntó: “¡Dios mío! ¿Se cayó?”. Mi amigo, que no le
falta sentido del humor, respondió en tono parco: “No señora, es una vieja costumbre de
familia”. Este comentario dio pie para que todos aquellos que tenían
la risa contenida por lo grotesco del incidente soltaran la carcajada y
la algarabía fue total. Buen humor: disposición a reírse de sí mismo, pero además
provocar la risotada e involucrar a los demás en la ocurrencia. Por eso el arte
de bromear sanamente es una virtud social.
Puede haber humor sin
sabiduría, pero no lo contrario. Las tradiciones
espirituales más conocidas de oriente y la filosofía antigua atestiguan lo
anterior. Por ejemplo, el guía espiritual Bhagwan
Shree Rajneesh cita el curioso caso de un místico japonés llamado Hotei a quien se lo apodó el “Buda que ríe”:
“En Japón, un
gran místico, Hotei, fue llamado el Buda que ríe. Fue uno de los
místicos más amados en Japón y nunca pronunció una sola palabra. Cuando
se iluminó comenzó a reírse y siempre que alguien le preguntaba, ¿de qué
te ríes?, él reía más. Iba de pueblo en pueblo riéndose… En toda su vida,
después de su iluminación, por alrededor de cuarenta y cinco años, solo hizo
una cosa: y fue reírse. Ese era su mensaje, su evangelio, su sagrada escritura”
Las personas que conocían a Hotei no podían parar de reír y
no tenían idea de por qué lo hacían. En realidad se reían sin razón, algo que
no entra en la cabeza de una persona ceñuda y amargada.
El budista Chogyam
Trunga, sostiene que la percepción humana de un “yo” sólido es un “chiste
cósmico”. Un swami
me dijo una vez: “Lo
que me resulta realmente divertido, y espero que no lo vaya a tomar a mal, es
que usted cree que existe”. No saber quien soy, vaya y pase,
¿pero dudar de mi existencia? En todo caso, por ahora todavía sigo creyendo que
soy un ser real, así produzca sonrisas compasivas en mis amigos budistas. El buen humor
que acompaña la sabiduría posee la curiosa capacidad de juntar los polos
opuestos en una dimensión paradójica inesperada y producir una sensación de
soltura y relajamiento.
Tres ejemplos
Montaigne: “Mi vida a
estado repleta de terribles desgracias, la mayoría de las cuales nunca
sucedieron”.
Óscar Wilde y un diálogo de la obra, Un marido ideal:
- Cosa
extraordinaria la que sucede con las clases bajas en Inglaterra. A cada rato se
les muere algún pariente
- ¡Sí, mi lord! A ese respecto son extremadamente
afortunados.
Groucho Marx: "Partiendo
de la nada hemos alcanzado las más altas cotas de miseria”.
La irreverencia del doble sentido ¿Habrá algo más subversivo que el humor bien manejado? Alguien
decía que la vida es muy importante para tomársela en serio. Si todavía
no hemos sido víctima del endiosamiento, deberíamos aprender a tomarnos el pelo
a nosotros mismos de tanto en tanto, como un ejercicio de sincera
modestia y frescura.
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