Gracias. Una
palabra tatuada en muchas de las interacciones que mantenemos cada día. A veces
la pronunciamos acompañada de una sonrisa; otras, a regañadientes. Pero en la
mayoría de ocasiones surge de forma automática, como una mera fórmula de
cortesía. De
ahí que muchos de los ‘gracias’ que decimos estén alejados de aquello que
debería inspirarlos: la gratitud. Ésta emoción surge en respuesta al
reconocimiento de un favor que se nos ha concedido. Es un sentimiento puro y
profundo, además de poderoso. Es capaz de cambiar nuestra actitud, nuestro
estado de ánimo, nuestra manera de interpretar nuestras circunstancias y la
realidad que nos rodea. Además, también tiene la capacidad de cambiar las
respuestas o reacciones de nuestros interlocutores, y en última instancia, de
transformar nuestras relaciones. Podríamos decir que ‘gracias’ es, sin lugar a dudas, una
palabra mágica.
Lo cierto es
que su simple mención abre puertas y corazones. Entre otras muchas bondades, funciona
como una suerte de lubricante social que facilita las relaciones con todas las
personas de nuestro entorno. Pero más allá de la practicidad, el agradecimiento es
también una actitud ante la vida. Tal vez sea el momento de
plantearnos ¿qué nos aporta la gratitud? ¿De qué manera influye en nuestras
relaciones? Y ¿cuáles son los efectos de ser agradecido?
Cuando nos sentimos agradecidos conectamos con la abundancia en
todas sus dimensiones. No en vano, somos capaces de valorar
y apreciar todas aquellas cosas que damos por sentadas cada día. Cosas tan
simples como que al pulsar un interruptor se encienda la luz, o que al encender
el grifo en la ducha fluya el agua caliente. Un sencillo gesto de cariño, una
sonrisa inesperada o un instante de armonía. Lamentablemente, a menudo tendemos a
olvidar u obviar aquellas cosas a las que estamos ‘acostumbrados’ y que
consideramos ‘aseguradas’. La gran mayoría de seres humanos solemos
centrarnos en todo aquello que nos falta, o en lo que gustaría tener. Vivimos
instalados en el deseo y en la expectativa. Y la dirección de nuestro foco de
atención marca nuestras conductas, nuestras actitudes, nuestras metas y en
última instancia, nuestra manera de experimentar y de interpretar nuestras
circunstancias. En
este escenario, el agradecimiento aparece como un antídoto que nos hace
posicionarnos en un lugar mucho más sano y constructivo a la hora de
enfrentarnos a los obstáculos que nos pone la vida.
Cuando
decir gracias no es suficiente
“Sentir gratitud
y no expresarla es como envolver un regalo y no darlo”, William Arthur Ward
Aunque desde
pequeños aprendemos a dar las gracias, pocas veces prestamos atención al
verdadero significado de esta palabra. Proviene del latín ‘gratia’, que deriva
de ‘gragus’, cuyo significado es agradable o agradecido. Pero ¿En qué consiste ser
agradecido? A grandes rasgos, supone reconocer la actitud, conducta o acción de
alguien que influye positivamente en nuestra vida. Dar las gracias es la
respuesta más común, espontánea e inmediata cuando aflora esta situación, pero
más allá del convencionalismo existen miles de maneras de mostrar nuestro
agradecimiento.
A menudo, la palabra ‘gracias’ se queda corta. Está tan desgastada
por el uso que ha perdido significado y contenido. De ahí la importancia de convertirla en
acción. De este modo, demostramos a la otra persona que apreciamos
verdaderamente lo que ha dicho, hecho o compartido.
Para hacer
tangible nuestra gratitud, los pequeños detalles son un vehículo más poderoso
que las palabras. En este escenario, la creatividad toma las riendas. Se trata
de ponerse en la piel del otro –ejercitando nuestra empatía- y encontrar un
gesto que nos permita mostrarle que le valoramos y nos sentimos afortunados de
que forme parte de nuestra vida. Y aunque lo hagamos por él, también repercute
en nosotros. La
gratitud nos enseña la satisfacción que existe en ser cómplices de la felicidad
ajena. El gozo de dar, aportar y compartir. Y por otra parte,
equilibra nuestra tendencia a centrarnos en ‘recibir’ o en ‘lograr’ todo
aquello que deseamos. Porque cuando vivimos centrados en recibir, nos posicionamos en
la escasez. Partimos de la base de que nos falta ‘algo’. Y asumimos
el rol de ‘víctimas’. Pero esta actitud termina por pasarnos factura. Causa
conflictos en nuestras relaciones, y nos aleja del bienestar que tanto
anhelamos.
Para conectar con el agradecimiento tenemos que ganar en
flexibilidad y perder en rigidez. No en vano, agradecer lo tiene todo que ver
con apreciar, valorar y vivir en el presente. Eso significa aprender
a hacer las paces con el hecho de que la vida en general no es como nosotros
creemos que debería de ser. No en vano, las expectativas y nuestra visión de la
realidad influyen de forma determinante en nuestra capacidad de agradecer. Sin
embargo, la gratitud es un músculo. A medida que la entrenamos, cada vez percibimos más cosas
por las que sentirnos agradecidos. De ahí que sea una buena idea
poner en práctica un ejercicio muy sencillo, propuesto por el padre de la
psicología positiva, Martin Selligman:
durante una semana, cada noche, antes de acostarnos, pensar en tres cosas que
nos hayan sucedido ese día que nos hagan sentir agradecidos. Es el primer paso
para empezar a ver nuestra vida desde una perspectiva más constructiva. El
primer día puede resultar difícil, pero si somos constantes podremos ver cómo
cada vez surge de manera más natural.
De la mano del agradecimiento surge de forma natural la
valoración.
Es decir, la capacidad de apreciar lo que somos, lo que tenemos y lo que
hacemos en el momento presente. Paradójicamente, cuanto más valoramos nuestra
existencia, más abundancia experimentamos en la dimensión emocional de nuestra
vida. La cultura del agradecimiento nos brinda la perspectiva necesaria para
responder de la manera más eficiente, responsable y consciente posible ante los
retos e imprevistos que surgen en nuestro día a día. En última instancia, nuestra
capacidad de apreciar y valorar lo que sí forma parte de nuestra vida es tan
ilimitada como lo es nuestra imaginación. Y eso es precisamente lo
que nos permite disfrutar plenamente de nuestra existencia.
El
arte de valorar y apreciar
“Todo nuestro
descontento por aquello de lo que carecemos procede de nuestra falta de
gratitud por lo que tenemos”, Daniel Defoe
La auténtica
gratitud nace del aprendizaje derivado de todo lo que hemos vivido. Para
desarrollarla, tenemos que ser capaces de modificar nuestra manera de pensar, dejando de
interpretar todo lo que nos sucede como “problemas” para comenzar a ver las
“oportunidades de aprendizaje” que hay detrás de cada situación ‘complicada’.
Así podremos romper el círculo vicioso que nos lleva a acordarnos cada vez que
algo que consideramos ‘malo’ ocurre, y a olvidarnos de muchas de las veces que
nos sucede algo positivo o beneficioso. Al fin y al cabo, todos los tropiezos,
errores y meteduras de pata encierran lecciones valiosas. Nos moldean y
esculpen hasta definir la persona que somos.
Llegados a
este punto, vale la pena explorar lo que sucede cuando somos el objeto del
agradecimiento ajeno. Cuando alguien nos da las gracias, despierta una
sensación agradable en nuestro interior. Y merece la pena
disfrutarla. Pero tenemos que ser cautos para no caer presos de la certeza de
que nos ‘deben’ esa gratitud. De vez en cuando resulta útil cuestionar nuestras
motivaciones para verificar si están alineadas con nuestros valores. Si nuestro
gesto es auténticamente desinteresado, no nos perturbaremos pensando: “¿Cómo puede ser que no me den las gracias?”
Más bien recibiremos lo que venga (o lo que no venga) con la convicción de que
hemos sido coherentes con nosotros mismos.
Practicar la
gratitud es una tarea que requiere de tanta constancia como determinación. Pasa
por honrar todos los pequeños gestos y detalles que vivimos en nuestro día a
día con ilusión. Por hacernos más conscientes del significado de esa palabra
mágica, dejando de utilizarla como una mera fórmula de cortesía. Y sobretodo, por poner en
práctica el agradecimiento como actitud. Aprovecho estas últimas líneas
para agradecerles sinceramente su tiempo y complicidad. Si no me brindaran su atención,
no tendría la posibilidad de hacer algo que me apasiona: escribir. ¡Gracias!
En
clave de coaching
- ¿De qué manera puedo convertir mi agradecimiento en acción?
- ¿En qué medida agradecer me ayuda a disfrutar?
- ¿Qué me estoy resistiendo a agradecer?
Libro
recomendado
‘El Efecto
Gratitud’, de John Demartini (Urano)
©
Extracto del artículo publicado en el suplemento de La Vanguardia ‘Estilos de
Vida’ (ES)
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