Autor:
Jorge Bucay
Es curioso, y desalentador,
comprobar como gente con una valía que roza lo excepcional, se sienten
disminuidos ante la vida y se estiman así mismos en mucho menos de su autentico
valor. Por el contrario, todos sabemos de egos inflados sin mérito, que
precisamente por esa confianza en sus inexistentes talentos, logran prosperar.
Una de las poquitas cosas que
sabemos de la vida, es que no es estrictamente justa, y que las recompensas no
siempre son acordes a los desempeños y a la valía. Asumido esto, y asumiendo
también que ello muchas veces es debido a factores externos incontrolables, lo que no
deberíamos hacer, además, es devaluarnos a nosotros mismos por un absurdo
complejo (adquirido quién sabe dónde o cómo) y que contribuye a
tasarnos en menor precio de lo que valemos.
Una de las maneras más eficaces de medir nuestra autoestima es
la reacción ante los fracasos. Hay personas que ni siquiera toman
nota de ellos. Comprenden que no todo puede salirles bien y no le dan más vueltas,
preocupados y enfocados ya en el siguiente objetivo. Y los hay que entienden el
fracaso como una derrota personal, lo que engorda la frustración y no parando
de dolerse y de dar vueltas a lo que podrían haber hecho para que las cosas no
acabaran así.
Todo lo que nos ocurre en la
vida sucedió de la forma en que obligatoriamente tenía que suceder y nada que
hubiéramos hecho hubiera cambiado el resultado final. Pensar así nos hará reaccionar cuanto
antes.
No somos ya el niño, que
perdida su pelota favorita, no para de lloriquear constantemente y no quiere
otra pelota, sino justamente aquella que perdió y que hasta que no la encuentre
no parará de ser el más desdichado de la tierra. Somos adultos que comprendemos
que la vida
de vez en cuando nos extravía algunas
ilusiones, pero que el mundo está lleno de nuevas oportunidades y quizá
mejores a las que perdimos.
Y es que la posesión de una
baja autoestima impide
disfrutar del mejor romance que uno pueda tener a lo largo de su vida; consigo
mismo. Cuando no nos valoramos bien estamos determinando el precio
que valemos para los demás y cuando uno no cree en sus posibilidades, no
pidamos que los demás lo hagan, porque no lo harán.
El nivel global de autoestima
de una persona influye de forma capital en sus decisiones y en su estilo de
vida. Para cambiar la relación con uno mismo se debe cambiar de forma de pensar
y, por lo tanto, será esencial aprender a ser conscientes de nuestras limitaciones,
necesidades y capacidades y evitar exigirnos la perfección, sobre todo cuando
los demás se exigen bastante menos.
Reflexión
final: Estímate antes de buscar la
estima a los ojos de los demás y entonces verás, cuando el espejo te devuelva
la imagen, a la persona que eres y no a esa pequeña figura encogida que te empeñas
en mostrar.
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