“Cuando mi sufrimiento
se incrementó, pronto me di cuenta de que había dos maneras con las que podía
responder a la situación: reaccionar con amargura o transformar el sufrimiento
en una fuerza creativa. Elegí esta última.”. MARTIN LUTHER KING
“La esperanza tiene dos
preciosos hijos: sus nombres son enfado y valor; enfado al ver cómo son las
cosas y valor para no permitir que continúen así.” SAN AGUSTÍN
Estas dos citas, magníficas,
sobre nuestra capacidad de tirar adelante en situaciones críticas convocando
nuestra fuerza interior y nuestro valor, forman parte del colofón final (una
selección de aforismos sobre la felicidad, el amor, la transformación y el
coraje) de “El Laberinto de la
Felicidad” (ya disponible también como appbook), que escribí hace ya casi
seis años junto con mi amigo Francesc Miralles. Y quiero reproducir aquí uno de
los fragmentos del relato, que dice así:
“Los
pasajeros bajaron con parsimonia de los vagones, algunos cargados con enormes
bultos, y cruzaron el andén hasta salir al sembrado. Allí empezaron a hacer
cola delante de lo que parecía un espantapájaros. Sin embargo, a su alrededor
volaban bulliciosas docenas de aves grandes y pequeñas.
Ariadna
se puso en la cola de aquella insólita procesión, mientras se preguntaba cómo
era posible que aquel monigote fuera tan poco eficaz a la hora de asustar las
aves.
Todos
los pasajeros parecían entusiasmados ante la perspectiva de visitar el
espantapájaros, aunque lo cierto era que una vez a su lado se limitaban a
mirarlo unos segundos y luego regresaban por donde habían venido.
Cuando
le llegó el turno a Ariadna, se quedó pasmada al ver que aquellos palos no soportaban
un monigote relleno de paja, sino un hombre de verdad que sonreía bajo su
sombrero de ala ancha. A su alrededor, decenas de aves revoloteaban piando
escandalosamente.
-
¿Qué hace usted ahí? -le preguntó ella- ¿No se da cuenta de que no asusta a los
pájaros?
-Es
que no quiero asustarlos. Soy un atraepájaros.
-¿Atraepájaros?
No sabía que existiera algo así.
-Que
no sepas algo no significa que no exista -explico él-. Además, ¿no te has
fijado en el nombre de la estación?
-Sí:
Espantamiedos.
-Pues
ahora ya sabes por qué estoy aquí.
-¿Para
espantar el miedo de los pájaros? ¡Qué tontería!
-No
sólo de los pájaros, también el de las personas. Fue idea del Maestro Obelisco.
-¿Quién
es ese?
-Él
me contó el verdadero significado del espantapájaros. Es cierto que al
principio asusta a las aves, porque se asemeja a un labrador que puede intentar
matarlas para que no se coman las semillas. Sin embargo, cuando vencen el temor llega la
oportunidad, ya que el espantapájaros señala justamente el lugar donde pueden
encontrar alimento. ¿No es fabuloso? Bajo nuestros miedos se encuentra el
tesoro que andamos buscando.
-Es
una manera muy original de verlo.
-Así
habló el Maestro Obelisco: el miedo es el medio.
-¿Por
qué el medio?
-Es
el medio de encontrar lo que necesitas. Pero primero deberás abrir la puerta
del miedo: ella te llevará a lo que más secretamente anhelas.
-Entonces
el miedo es una oportunidad.
-Sí, porque te permite
conocer lo que estás buscando. Te
pondré un ejemplo muy claro: el miedo a la muerte. Las personas a las que les
aterra la idea de morir en realidad tienen un gran anhelo de vida, pero no se
atreven a vivirla según les dicta su corazón. Por eso temen morir: porque les
causa amargura abandonar este mundo sin haber cumplido con su misión.
-¿Y
si no saben cuál es su misión? ¡No es tan fácil encontrar el sentido de la
vida! -protestó enérgicamente Ariadna-. ¡Llevo cuatro días aquí y ni siquiera
he logrado hallar el centro del laberinto!
-El
miedo es el medio -repitió el atraepájaros como toda respuesta-. Déjate
instruir por él y encontrarás las semillas.
Dicho
esto, se despidió de ella levantando su sombrero de paja.
Y
Ariadna prosiguió su viaje por el laberinto, atenta y despierta para ver, por
un lado, si era capaz de vencer sus miedos y, por otro, encontraba a la
mariposa que la guiaría a la salida del mismo, según rezaba la leyenda.”
Símbolo del alma, de la vida,
del aliento vital, la mariposa es metáfora de resurrección, renacimiento,
inmortalidad y transformación. También lo es de libertad.
Por otro lado, la presencia de
mariposas en un entorno natural es un indicador de la salud ecológica de ese
entorno. Ya que debido a su fragilidad, las mariposas son elocuentes
indicadores de ausencia de contaminación y de buena conservación de
biodiversidad. Precisamente por ello, cuando se deteriora un ecosistema, son de
los primeros seres vivos que desaparecen. Bellas, sensibles y frágiles, no
mienten. Están donde está la salud, la diversidad, la vida y la belleza. Ahora
que todo nace, en primavera, es una alegría volverlas a encontrar y, para los
que somos padres, poder constatar la sorpresa y fascinación que despiertan en
nuestros pequeños.
Curiosamente, en griego clásico
la palabra psiké significa alma, fuerza vital, y también mariposa, y el verbo
psycho significa “soplar”. Aliento de vida, soplo de esperanza, la mariposa es
el símbolo del alma libre, sana y feliz. Curiosidad etimológica, por ejemplo,
la palabra psicología, significa el estudio (logos) del alma (psique).
Quizás por ello, la buena gente tiene el alma (psiké) como una
mariposa (psiké, también), delicada, bella, sensible. Y quizás
también, los miedos que vivimos en esta vida son como los muros de un laberinto
en el que nos sentimos prisioneros. El laberinto, símbolo del alma apresada en muros
construidos a base de miedos. La mariposa, símbolo del alma libre que vuela
sobre esos muros con el impulso de la fuerza que nos da el amor a la vida.
Sí,
el miedo es el medio como decía el Maestro Obelisco.
Y
la mariposa… eres tú. Vale la pena recordarlo, Psiké: alma, fuerza vital,
mariposa.
Besos y abrazos,
Álex
Fantàstic Alex Rovira, m'encanten els seus llibres, però aquest no l'he llegit.. L'apunto!
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