En la leyenda de Tristán e Isolda, Tristán toma por error un filtro de amor y
queda perdidamente enamorado de Isolda. Entonces se vuelve su amante. El
rey, que pensaba casarse con ella, se ve traicionado por Tristan y le
dice:
- “¿Cómo pudiste hacerme esto a mí?” Yo soy tu
amigo y vos te acostaste con la mujer que iba a ser mi esposa.
Y Tristán le responde:
- “¿A mí me preguntás? ¿Yo qué tengo que ver?
Preguntale a ella, que yo soy esclavo de mi corazón y ella es su dueña...”
En este caso, Tristán no eligió la traición,
porque tomó del filtro del amor. En este mito no hay voluntad, entonces
tampoco hay responsabilidad sobre las acciones (de hecho el rey, al escuchar
esto, comprende, se compadece y lo perdona).
El problema es que en la vida real, que no es un
mito, siempre somos responsables de lo que
elegimos, porque no existen los filtros que nos hagan perder la voluntad.
Yo sostengo que ponerme una limitación es
restringir mi capacidad de elegir, y ser libre es justamente abrir mi
capacidad de elegir. Como ya dije, ser libre es
elegir hacer, dentro de “lo que uno puede”, que está limitado
claramente por mi capacidad y condición física. Todo lo demás depende de mi
elección. Yo acepto o no acepto con esto
que soy.
Con estos condicionamientos que son parte de mí.
Con los mandatos, con los aprendizajes.
Con los condicionamientos culturales que he
recibido, con las pautas sociales, con mi experiencia, con mis vivencias,
con todas las cosas que finalmente han desembocado en que yo sea este que soy.
Hoy, desde ser este que soy, yo elijo.
Soy yo el que decide.
La libertad es lo único que nos hace responsables.
Jorge Bucay.
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