Todo tiene un límite, incluso
la educación en valores. Desde pequeños nuestros padres y educadores nos
inculcan el valor del esfuerzo, la importancia del compromiso y del trabajo
para alcanzar nuestros sueños. Y que tenemos que hacer las cosas bien hechas.
Hasta aquí, amén.
Pero, ¿cuál es el límite entre lo que está bien
hecho y lo perfecto? ¿Cuánto tiempo pierdes dándole vueltas a una tarea, a una
relación, a un comentario que dijiste porque dudas de que esté todo lo bien que
podría estar? Muchas personas sufren ansiedad y frustración en su
trabajo y en su vida personal y social porque tienen la sensación de que lo que
hacen nunca está lo suficientemente perfecto, de que se podría haber mejorado y
se sienten culpables. Culpables por detalles que los demás nunca seremos
capaces de apreciar.
Querer ser perfecto es imposible, absurdo y poco eficaz. Nada es
perfecto, porque siempre te queda la impresión de que lo podrías haber
mejorado. El tiempo que inviertes en esos detalles que nadie aprecia lo podrías
invertir en mejorar tu calidad de vida, en disfrutar, en dejar que todo fluyera
en lugar de atormentarte.
El perfeccionismo es un
monstruo, con ojos grandes, que te pone cara de malo cada vez que no le haces
caso. Y es amigo de la mala conciencia, una bruja, que a veces se pasa de
listilla y también te hace sufrir.
A veces racionalizas de más, te
das explicaciones a ti mismo para llegar a encontrar el argumento con el que
quedarte tranquilo. Pero no siempre funciona. A veces le das demasiadas
explicaciones a tu mente, das demasiadas vueltas a todo, y lo que provocas con
este método es darle más valor a lo que te preocupa. Buscas quedarte tranquilo,
y a cada preocupación y miedo que genera tu mente, le das una explicación que
te calme, que baje el nivel de ansiedad y frustración, incluso miedo. ¿No te
das cuenta de que llevas toda la vida argumentando y luchando contigo mismo?
¿No te das cuenta de que no funciona, que una y otra vez tu monstruo
perfeccionista y tu bruja mala conciencia te boicotean, que no te dejan ser
feliz? Igual ha llegado la hora de PASAR DE ELLOS. Tu conciencia, tu perfeccionismo, en
definitiva, tus pensamientos, tienen el valor que tú les quieras dar. Son
mensajes que te dices a ti mismo, impresiones, interpretaciones, pero no son
una realidad. Tienes que aprender a dejarlos pasar.
La manera en cómo tu mente se relaciona con el entorno, la
eliges tú.
Nadie te impone tu estilo cognitivo. Nadie te ha pedido que te machaques, que
te sientas mal, que sufras... a pesar de que lo lleves en tu mochila de la
experiencia y en la educación que recibiste. Igual que lo adquiriste, puedes
soltarlo en el momento en el que tú lo decidas y estés preparado. Esas
emociones, como la tristeza y la ansiedad, no necesitan solución. Solo necesitas
contemplar lo que está pasando desde otra perspectiva.
¿Cómo pasar de tu perfeccionismo y de tu mala conciencia? Lo primero es
tener claro que lo has dado todo, que te has entregado, que pusiste entusiasmo
e interés. Nadie está obligado a dar más de lo que tiene. Después de esta
premisa, ya puedes pasar.
Pasar implica no prestarles
atención, no escuchar a tu mente. Que los pensamientos tengan presencia, no significa que
tú les atiendas. Piensa en la siguiente metáfora sobre la rabieta de
un niño. Que un niño coja una rabieta en la calle porque desea que le compres
algo no te obliga a que se lo compres. Al revés, te equivocarías si lo
hicieras. La técnica adecuada en este caso es decirle al niño, con un tono de
voz tranquilo y paciente "cuando se te pase, seguimos caminado"
y dejar que llore hasta que se tranquilice. Con los pensamientos machacones,
con las exigencias del perfeccionismo hay que actuar igual. Cuando se presenten
en tu mente, contémplalos como si no fueran contigo y di "gracias,
sé que estáis ahí, si nos os importa yo sigo disfrutando de mi libro, mi
película o lo que estés haciendo en ese momento...y cuando os parezca bien, os
vais". Esto es no prestarles atención, porque en el momento
en el que les prestas atención, tu mente interpreta que te preocupan, que es
algo que debes atender, y te los repite una y otra vez.
Hay ejercicios, sobre todo los
basados en el humor, que te ayudarán a pasar de tu perfeccionismo. Cada vez que
te exijas:
Imagina el monstruo del
perfeccionismo en tu cabeza, dale una forma graciosa y haz el gesto mental de
ponerle un esparadrapo en la boca y dile "tú, calladito, que hablas mucho y ayudas poco.
Ahora voy a disfrutar de esto que estoy haciendo. Ya luego, si me apetece, te
quito el esparadrapo".
Imagina también cómo sientas a
tu bruja de la mala conciencia y al monstruo del perfeccionismo encima de un
palo de escoba y los mandas de viaje espacial. Y a la par, les dices "muy agradecido por vuestros consejos, pero si no os
importa voy a seguir con lo que estaba haciendo".
Ejercicios como éstos puedes
idear todos los que quieras, cuanto más creativos y más te rías con ellos
mejor. Lo que buscan es ACEPTAR LO QUE TE PREOCUPA y a la vez, NO PRESTAR
ATENCIÓN, porque aquello a lo que prestas atención, se expande y
magnifica. Eres tú el que decides que ese perfeccionismo es importante y una
amenaza para ti, y le das valor, le das vueltas, te sientas a argumentar con
él, le das la razón, te sientes culpable y te bloquea... y lo más importante,
te impide ser feliz y centrarte en el presente.
Deja de boicotearte. Se acabó, dale vacaciones. Reírte de la
situación te confiere control. Y estate tranquilo, reírte no te convierte en
alguien poco responsable, no vas a caer en la dejadez. Lo que vas a conseguir
es ser feliz y no convertir en tremendo algo que no lo es.
Muchos pensamientos inútiles desaparecerán si rompes con hábitos
negativos.
Romper hábitos es sencillo, más que querer cambiar la mente. Romper un hábito
que te lleva al perfeccionismo es ponerte un tiempo y horario de trabajo.
Muchos perfeccionistas se dejan llevar por su dedicación, no se ponen tiempo,
no se organizan, no hay límites, por lo que sus mentes siempre están trabajando
y dando vueltas. Romper el hábito significaría establecer tiempos y horarios en
los que no se puede trabajar, y rellenar ese espacio con lo que te haga pasarlo
bien... hacer deporte, estar con la familia, ir al cine, leer o no hacer nada.
Los pensamientos no son ni malos ni buenos, ni negativos ni
positivos. Son útiles o inútiles. Clasifícalos. Inútiles son todas
aquellas preocupaciones que, en este momento, aquí y ahora, no tienen solución
por tu parte. Igual en dos horas o dentro de dos meses se convierten en útiles,
pero hoy, no lo son. Con los pensamientos inútiles, actúa con pasotismo. Por
prevención de tu salud emocional. Si quieres ser feliz, acepta lo que no depende de ti y
centra toda tu energía en lo que sí puedes manejar.
Cap comentari:
Publica un comentari a l'entrada