El discípulo
le dijo al maestro:
-Maestro,
estoy muy desanimado, ¿qué puedo hacer?
Y el maestro
respondió:
-Anima
a otros.
…
…
…
Vale la pena
paladearlo.
Por supuesto,
este breve y poderoso relato admite muchas derivadas, como por ejemplo:
El discípulo le dijo al maestro:
-Maestro,
estoy sin apenas alegría, ¿qué puedo hacer?
Y el maestro
respondió:
-Regala
la poca que tienes a los demás.
Sí, en muchas
ocasiones, la mejor manera de salir de nuestro pozo o laberinto es dando lo que
tenemos, por poco que consideremos que sea, a quien lo necesita. No
me refiero solo a lo material. Esencialmente cuando hablamos de valores, de
principios, de actitudes lo que damos a los demás nos lo estamos dando a
nosotros mismos, y lo que no estamos dando a los demás nos lo estamos quitando
a nosotros mismos. Lo que das, te lo das, lo que no das, te lo quitas, reza
el dicho.
Al hacer y dar
lo que sentimos que nos falta lo cultivamos, lo regamos, lo hacemos crecer. El
ejercicio activo y consciente de nuestras habilidades de la naturaleza que sean
(intelectuales, emocionales, físicas o espirituales) pasa por una entrega que actúa, a su vez,
como factor de multiplicación.
Finalmente
somos lo que hacemos mucho más que lo que decimos, y como atinadamente le
indica el maestro a su discípulo en el relato, la solución a buena parte de nuestros
malestares pasa por la conjugación de dos verbos: amar y hacer.
Porque el AMOR, no es solo querer, es esencialmente CUIDAR (a
través de la acción), COMPRENDER (a través del pensamiento) e INSPIRAR (a
través de la emoción).
Os deseo una
feliz semana.
Besos y
abrazos,
Álex
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