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dimarts, 1 d’octubre del 2013

LA CAJA. Fábula.

En la época de la gran recesión económica americana, un hombre pensó que, para las fiestas de Navidad de ese año, no habría dinero para grandes regalos. Así que se gastó lo que tenía en comprar un rollo entero de papel metalizado con dibujos, pensando que un elegante envoltorio podría sustituir un costoso contenido.
Cuando decidió dedicarse a envolver los regalos, fue a buscar el papel que cuidadosamente había guardado y descubrió que solo quedaba el tubo de cartón vacío, explotó de furia.
-¿Quién ha usado el papel  metalizado?, ¿quién ha sido? ¡Ese papel es carísimo! ¿Para qué lo habéis usado? – empezó a gritar.
-Fui yo, papi, yo lo he usado – dijo su pequeña hija de cuatro años a punto de llorar.
-Ese papel era carísimo, señorita. Y no era para jugar, era para envolver los regalos de Navidad… ¡Tendrías que haber preguntado si podías usar ese papel!
-No podía preguntar, papá…, porque… era una sorpresa.
-¿Cuál era la sorpresa? ¿qué ya no habría papel para envolver regalos?
-No papá, es que lo usé para envolver un regalo sorpresa
-Todo el papel para un solo regalo… ¿Y para quién era ese regalo sorpresa? – preguntó el padre gritando
-Era… para ti, papá – dijo la niña lloriqueando
El hombre enmudeció. Se sintió un monstruo reprendiendo a su hija que había envuelto un regalo para él. Después de un rato, entre culpable y avergonzado por su furiosa reacción, dijo:
-Perdón si te he gritado hija, pero es que ese papel era demasiado caro para gastarlo todo en un solo regalo.
-Sí, papi… pero la caja era muy grande y quedó tan bonita…
-Esta bien, vamos a ver esa caja, quizá podamos aprovechar un poco de papel para envolver los regalos de todos
La niña le entregó el regalo.
Invadido por la ternura de la niña, el padre trató inútilmente de salvar el papel que lo envolvía. Sin embargo, volvió a explotar cuando abrió la caja y descubrió que no había nada en ella.
-¿No sabes que cuando uno hace un regalo y envuelve una caja, usando todo un rollo de papel, debe poner algo dentro? ¡Nunca te enseñó tu madre que no se regala una caja vacía!
La pequeña bajo la cabeza y con lágrimas en los ojos dijo:
-Es que la caja no está vacía, papi… Yo soplé ochenta besos dentro de la caja… Así cuando te vas de viaje, como no puedes llevarme contigo, te llevas los besitos que yo te regalaré para Navidad…
Se dice que el padre guardó esa caja y su envoltorio debajo de su cama. Que allí la tuvo durante años, y que cada vez que se sentía triste, desanimado o agobiado por las dificultades de la vida, cogía de la caja uno de los besos que su hija le había regalado y recordaba el amor con el que su niña los había puesto allí…
Antoine de Saint-Exupéry escribía en su magistral obra El Principito:
“Lo fundamental es invisible a los ojos”.

2 comentaris:

  1. !Genial!... M'has commogut i m'has fet emocionar... es preciós!. Això també demostra que moltes vegades el que sembla no és el que es. Gràcies per la "FABULA".

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