Según algunos estudios científicos, cerca del 50% de las mujeres
padece apatía sexual y esa pereza les afecta a ellas... y a ellos. Los expertos
tratan de explicarla y hallar remedio: hay causas económicas (la maldita
crisis), pero también físicas y, por supuesto, culturales
Es difícil de describir, pero
cuando llega es fácil de reconocer. Si surge, la chispa del deseo sexual nos
trastoca el deseo y revoluciona nuestra química sensorial... Sin embargo, a
veces, durante periodos prolongados incluso, el deseo sexual brilla por su
ausencia, y especialmente entre las mujeres. ¿Es un problema? ¿Hay que
preocuparse? ¿Hay que esperar para acudir a un experto o ir de inmediato? La
ausencia de apetito sexual no es baladí, hay estudios que lo sitúan en
porcentajes cercanos al 50% de las encuestadas. La coyuntura socieconómica (vulgo crisis),
razones físicas, psicológicas y también de cultura o tradición explican, pero
sólo en parte, una situación que también afecta a los hombres, pero en menor
medida.
La chispa sexual, y lo que
viene después, nos ofrece deleite, rebaja nuestros niveles de estrés, alimenta
afectos y nos libera de preocupaciones. Pero es, al mismo tiempo, frágil. Porque en el
universo femenino, el deseo parece complicado y quebradizo. Tanto que ni los
especialistas acaban de ponerse de acuerdo. “Es muy similar al masculino”. “No tienen ni el mismo
origen ni el mismo desarrollo”. “En una relación de pareja el femenino se agota
antes, o no”. Deseos existen tantos como personas. Quizás por eso,
teorías sobre el deseo sexual femenino existen tantas como expertos.
Sin embargo, lo que sí parece
haberse consensuado es que las mujeres padecen más a menudo lo que se ha
denominado deseo hipoactivo o, de un modo menos científico, pereza sexual.
Aunque en los números tampoco hay acuerdo. Mientras que unas teorías hablan de
que un 6% de las mujeres no siente ese fogonazo ni el placentero anhelo de
fundirse en la piel del otro, existen algunas hipótesis que sitúan esa cifra en
un sorprendente (e inquietante) 50%. “Los resultados más sólidos publicados en revistas
científicas, tras encuestas amplias y metodológicamente bien realizadas, hablan
de un 43% de mujeres adultas con falta de deseo. Pero es importante entender
que aquí entran mujeres en momentos de su vida en los que les da absolutamente
igual sentir deseo o no. Cuando a estas encuestas añades la pregunta ‘¿Sientes
la falta de deseo como un problema?’, alrededor del 15-17% sí lo siente como un
problema que corregir”, explica desde Nueva York Pere Estupinyà, bioquímico y periodista
científico.
“Es interesante ver –agrega– cómo hay farmacéuticas y terapeutas
interesados en que esta cifra sea lo más alta posible y utilizan el dato del
43% sin querer ver que la falta de deseo sexual no es necesariamente un
problema. Mucha gente puede ser la mar de feliz teniendo poco sexo. También es
criticado el término hipoactive sexual desire disorder, porque en muchos casos
no es un trastorno o dolencia (disorder). Y otra cosa: no creo que las mujeres
en sociedades occidentales estéis perdiendo el deseo precisamente... ”, explica Estupinyà,
que ha publicado S=EX2. La ciencia del
sexo (Debate).
Algo
pasa con el deseo
En diciembre de 2012 se hizo pública la encuesta Habits, coordinada por Iñaki Lete, jefe del ginecología del
hospital Santiago Apóstol de Vitoria y por Ezequiel
Pérez, director del mismo departamento del hospital General de Requena
(Valencia). Los resultados: casi un 50% de las españolas considera muy
importante mantener una vida sexual activa, pero sólo el 34% (entre los 23 y
los 49 años) confiesa estar satisfecha con ella. Si a esto unimos las
conclusiones del estudio Preside, parece claro que algo está pasando con la pasión femenina.
En este estudio, elaborado a partir de las respuestas de 30.000 mujeres, se
apunta que a
la mayoría de ellas no les preocupa ni les causa malestar no tener deseo sexual.
¿Demasiadas preocupaciones que desembocan en apatía sexual? ¿El peso de la
cultura es excesivo? ¿La desgana hacia qué o quién? ¿Hacia nuestra pareja o
hacia cualquier otra persona? ¿No le damos importancia porque estamos convencidas
de que es algo pasajero y la pasión volverá, que solo es un mal momento? ¿O hay
mujeres que han pasado a formar parte de lo que ya se denomina asexuales porque
no sienten la necesidad de mantener contactos físicos y viven bien así?
“Es verdad que existe la creencia generalizada de que con el
tiempo se pasará (la falta de deseo). Hay veces en que es así y otras en las
que el problema persiste. A esta última situación, las mujeres, en general, le
dan bastante importancia y bastantes vueltas. No es cierto que esperen a que se
les pase sin darle importancia. Todo lo contrario, le dan mucha. Lo que ocurre es que ante cualquier
dificultad sexual, tanto hombres como mujeres tardan en acudir al especialista,
ya que el sexo sigue siendo un tabú en nuestra sociedad. El hecho de tener
un problema sexual aún sigue siendo algo que consideramos que hay que ocultar y
que es vergonzoso”,
describe Georgina Burgos, sexóloga y
autora de libros como La masturbación
(De Vecchi), Fantasías eróticas sólo para
nosotras (Marge Books) y Mente y
deseo en la mujer (Biblioteca Nueva).
A
vueltas con la diferencia ¿Qué fue antes, el deseo o la excitación?
Cuando hombres y mujeres manifiestan el mismo anhelo, especialmente en los
primeros años de una relación, el deseo siempre precede a la excitación,
según los especialistas. El uno lleva a la otra. El primero se produce a nivel cerebral (o
emocional). La segunda, a nivel genital. Los expertos ponen de
manifiesto que en los hombres siempre es así, pero que en las mujeres la cosa
cambia, sobre todo en un 50% de ellas cuando la relación que mantienen supera
los dos años. Es entonces cuando la pasión se apaga y es la excitación la que
precede al deseo. Vamos, que les cuesta meterse en materia, pero una vez
puestas nada impide que disfruten del sexo. ¿Tantas diferencias hay entre nosotros?
“Algunas
–responde Estupinyà–, pero menos de las que se suelen decir. Una interesante es
que los hombres suelen sentir, de repente, ganas de sexo, sentir más deseo espontáneo que las mujeres, lo cual sí se ha visto
asociado a la testosterona. También es cierto que, de media, los hombres tienen
más frecuencia de fantasías sexuales y se masturban más a menudo, pero el deseo
sexual, en términos de excitación, no es tan diferente. La gran diferencia está en la inhibición –añade–. Por motivos
biológicos, psicológicos y sociales la mujer tiene más razones para poner un
freno. Esto es lo que hace que las mujeres parezcan menos predispuestas al
sexo. No es que tengan menos ganas, sino
más inhibiciones y frenos, internos y externos”, analiza Pere
Estupinyà.
La naturaleza y miles de años
de cultura nos han hecho diferentes y, en opinión de Georgina Burgos, nos
resulta complicado deshacernos de sus dictados: “El cuerpo y su anatomía, los roles sexuales
asignados a cada sexo, la identidad femenina enfrentada a la identidad
masculina que hemos construido por oposición, los estereotipos de género… Pero
sin duda tenemos algo en común, somos un
producto de nuestros tiempos y no es fácil escapar a las normas que regulan la
adecuación del deseo masculino o femenino. Y remarco la disyunción”,
subraya.
De
la crisis al aburrimiento ¡La crisis tiene la culpa! Los recortes, el paro,
la inseguridad laboral, el futuro incierto, los hijos, la subida de impuestos,
no llegar a final de mes, la hipoteca…, demasiados problemas que se meten entre las sábanas y
dejan nuestra libido por los suelos, la femenina y la masculina. Un
34% de los europeos ha confesado que la recesión económica y sus consecuencias han repercutido
negativamente en su deseo, como destaca el Estudio europeo sobre
satisfacción sexual 2012 elaborado por la compañía biomédica Pfizer. Según sus
cifras, los españoles ya dedicábamos poco tiempo al sexo en 2010 (unas dos
horas a la semana), pero ahora no pasamos de 34 minutos ni llegamos a dos
contactos sexuales a la semana (1,7). ¿Breve pero intenso? Pues parece que tampoco,
porque a un 82% de nosotros le gustaría mejorar el cuerpo a cuerpo (20 puntos
por encima de la media europea).
Sin embargo, no sólo la crisis
aleja a las mujeres del paraíso del placer. Causas físicas, emocionales y culturales
están en el origen de su pereza y “las tres tienen un peso importante
–apunta Georgina Burgos–. Por ejemplo, si tomas un fármaco que altera tu respuesta
sexual y ese fármaco es vital para tu salud, el peso de esa causa biológica
puede tener la misma importancia que la presión sociocultural de cómo ha de ser
la respuesta sexual de una mujer en determinadas circunstancias. Si la presión
va en la línea de tener un orgasmo durante el coito –ilustra–, esta idea social de lo normal interactuará
con nuestra mente y puede llevarnos a bloquear el deseo, la excitación y el
mismo orgasmo que deseamos. Las tres causas son interdependientes y es difícil saber
en muchas ocasiones dónde está la frontera entre unas y otras”,
detalla Burgos. Los expertos coinciden en que problemas relacionados con el
déficit hormonal, disfunciones en los órganos genitales, determinadas
medicaciones, depresiones, estrés, etcétera, provocan apatía en las mujeres.
Pero también
los problemas de pareja y la insatisfacción con la relación apagan el deseo,
porque un buen número de mujeres no siente esa pereza sexual en general e
indiscriminadamente, sino dentro de su relación.
Aunque
lo que más apaga el fuego, tanto en ellas como en ellos, es la rutina. Un 81% de las
mujeres está de acuerdo en que los cambios de hábitos favorecen las relaciones,
según la encuesta Habits 2012. Una teoría que refuerzan otros estudios al
apuntar que en hombres y mujeres el deseo es el mismo al principio de una
relación, pero que entre uno y cuatro años después, el del hombre permanece
igual y el de la mujer cae por aburrimiento.
El
placer, un tabú.
Las raíces judeocristianas de nuestra educación han vetado el placer, en
opinión de un buen número de psicólogos y sexólogos. Que el sexo no tiene por qué ser bueno en sí
mismo y que el deleite nunca es el objetivo final de una relación sexual son
mensajes que se han integrado en el imaginario colectivo, especialmente entre
las mujeres, cuya sexualidad ha sido casi negada durante siglos.
En las últimas décadas esa
presión cultural se ha revelado como una de las principales causas que han
alejado a las mujeres del placer. La mujer ha aprendido, desde esta
perspectiva, que la pasión y el sexo no son necesariamente positivos y esta premisa la
lleva a pensar menos en el segundo. ¿La consecuencia? Sus conexiones
neuronales asociadas al deseo son más débiles porque se estimulan menos. En los
hombres ocurriría al contrario. Para ellos, deseo y sexo son sinónimos de poder, de
masculinidad. Ese concepto, repetido e interiorizado durante siglos,
ha originado conexiones neuronales que se activan con mayor frecuencia y que se
hacen más fuertes con el tiempo. Y como en casi todo lo relacionado con las
aspiraciones femeninas, tampoco en esto la ciencia se pone de acuerdo: “Como hipótesis
es correcta, pero para llegar a la teoría debería tener un mínimo aval
empírico”, precisa Pere Estupinyà.
Sin embargo, lo que ya apenas
nadie pone en duda es que la escuela, correa transmisora de conocimientos y de
cultura, ha
centrado sus clases de educación sexual en una visión poco positiva del sexo:
enfermedades de transmisión sexual, embarazos y un sinfín de riesgos que
parecen acecharnos entre las sábanas. Pedagogos y sexólogos coinciden en
afirmar que es bueno e instructivo hablar del peligro, pero que también sería
beneficioso no saltarse la lección de que la práctica segura del sexo es
actividad tan placentera como saludable, para hombres y mujeres.
El
busca del milagro médico
En marzo de 1998 se
comercializó la Viagra. Desde entonces la han consumido más de 45 millones de
hombres de 120 países y en 2011 sus ventas podrían haber supuesto un volumen de
negocio de unos 2.000 millones de euros. En España, según los analistas, su consumo
se ha disparado desde que se inició la crisis. Quince años después de lograr
que los hombres tuvieran erecciones más potentes y duraderas, sigue sin
conocerse un remedio para la falta de deseo femenino, uno de los
principales (sino el principal) problemas que afectan a la sexualidad de las
mujeres. No faltan voces que apuntan a los sectores conservadores como
principal obstáculo para el desarrollo y la comercialización de la viagra
femenina.
Sin embargo, la mayoría de
expertos detalla que la solución al deseo hipoactivo no es tan sencilla, porque
no es tanto una cuestión física como emocional. “Viagra femenina no es un término correcto,
porque la Viagra no afecta al deseo, sino al flujo sanguíneo de los genitales.
A los hombres que toman Viagra les falta óxido nitroso en su pene, no les falta
deseo mental. Y ese suele ser el principal problema de las mujeres. Debemos distinguir entre la excitación
física y la mental. De todos modos, los fármacos que se han estado
experimentando sí empiezan a tener resultados positivos”, apunta el
bioquímico Pere Estupinyà. Sin prisa pero sin pausa parece ser la consigna
para que casi un 50% de mujeres apáticas recobre el apetito sexual. Quizá en el
2015 o 2016. “Es
difícil predecirlo. De entrada, imagino que unas lo usarán para salvar su
relación de pareja; otras para sentir un deseo más intenso; otras por
prescripción facultativa; otras para asegurarse la excitación en una relación
de una noche…, pero el efecto que tenga
en su deseo y su salud está aún por verse. El ser humano es mucho más que su
fisiología y, a su vez, las emociones no son ajenas a esta”,
afirma la sexóloga Georgina Burgos.
LOS
ESPAÑOLES Y EL SEXO
Se ha consensuado que
aproximadamente un 45% de las mujeres padece deseo sexual hipoactivo o falta de
deseo sexual.
Un 66% de las españolas
manifiesta estar poco o nada satisfecha con su vida sexual.
Casi un 50% de las mujeres
españolas considera que es muy importante mantener una vida sexual activa.
Un 81% de ellas está de acuerdo
con que los cambios de rutina favorecen las relaciones.
Un 4% sufre dolor durante el
coito; un 3,5% padece aversión sexual; y un 3% sufre vaginismo.
Los españoles dedican 34
minutos semanales a sus contactos sexuales y mantienen 1,7 relaciones a la
semana.
Al 82% de nosotros le gustaría
mejorar su vida sexual y un 34% afirma que la crisis ha repercutido
negativamente en su deseo.
El 96% de los hombres y las
mujeres de nuestro país declara que en su vida son importantes la satisfacción
sexual y la buena calidad de las relaciones.
El 84% de los españoles llega
al orgasmo por un 55% de las españolas.
Al volver del trabajo no nos
apetece meternos en materia. Nos gusta más durante una escapada (77%), tras una
cena fuera de casa (65%) o después de un acontecimiento especial (53%).
Invertimos unos 17,7 minutos
del contacto sexual en los preliminares, por encima de la media mundial (16,9).
Los españoles elegimos los
sábados y la noche para mantener relaciones sexuales. Y el 94% lo hacemos en
casa, a ser posible en la cama (93%).
Fuentes Federación
Española de Sociedades de Sexología, Informe Durex 2012, Asociación para la
Investigación de Disfunciones Sexuales en Atención Primaria, Encuesta Habits
2012, Estudio Europeo sobre Satisfacción Sexual 2012
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