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dilluns, 11 de novembre del 2013

Personas violentas y agresivas. Patricia Fernández.

El ser humano tiende a protegerse de lo que le supone una amenaza. Las personas violentas y agresivas son una amenaza, tanto para nuestra salud física como para la emocional. Nos gusta rodearnos de personas que nos hagan la vida fácil, sean cariñosas, complacientes, buenas personas, que nos contagien de su buen humor y de toda su energía positiva.
Pero a veces nos encontramos con todo lo contrario. Personas que levantan la voz, que te intimidan con sus gestos, que se comunican de forma agresiva y violenta. Gente llena de rencor, de inseguridad, que para superarse necesitan dañar y menospreciar a los demás. Porque así tienen valor.
Hay muchas teorías para entender el origen de la violencia. La conducta agresiva puede ser la reacción ante una amenaza, la manera que tiene la persona de responder cuando se siente intimidado. Si las personas no tuviéramos esa reacción agresiva, llena de adrenalina, no podríamos responder biológicamente ante un peligro real. El problema es convertir en una amenaza cosas que no lo son, como que tu pareja no te ponga un plato caliente en la mesa, o que no te guste cómo conduce el conductor de delante de ti.
La conducta agresiva es una forma de responder al ambiente, exista una amenaza real o no. Muchas personas aprenden en su casa que la manera de obedecer es a través del grito, de una bofetada o del castigo. Ser autoritario tiene muchos beneficios, como que enseguida te responden tus hijos o tus empleados. La gente te percibe como un peligro, y como sus recursos no son suficientes para hacer frente a los tuyos, deciden optar por la respuesta sumisa. Una persona agresiva y violenta convive en una zona de confort con alguien que soporta su desprecio y abuso, ya sea porque no le queda más remedio o porque no tiene recursos personales para salir corriendo.
El origen también está en lo biológico, social o antropológico. La neurociencia está estudiando los circuitos cerebrales que activan e inhiben el lóbulo frontal. Las emociones nos llevan a comportarnos de una manera determinada, y hay un cortocircuito que impide que se dé esta acción, que en este caso es la respuesta violenta. Pudiera ser que los agresivos y violentos carecieran de la capacidad para activar este cortocircuito.

A las personas violentas podemos dividirlas en dos bloques:
Las que sufren un trastorno psicológico, como el trastorno de la personalidad antisocial, las personas con ideas paranoides que piensan que los demás les van a hacer daño y otros trastornos de la personalidad como el límite o el narcisista que suelen ser muy dañinos para las personas que conviven con ellos.
Muchas de estas personas con trastorno de la personalidad disfrutan con el sufrimiento ajeno y les estimula cruzar los límites. Los antisociales carecen de empatía y no tienen sentimiento de culpa ni remordimiento cuando infringen dolor. Otros tienen rasgos sádicos, son fríos e insensibles con el dolor ajeno, abusan y no se sienten mal por ello.
La conducta impulsiva es otro de sus rasgos. No saber esperar, planificar. Lo quieren todo y todo ya. Da igual el coste emocional que tenga para otras personas.
A los que tienen un pensamiento paranoide, anticipan que otros tienen intención de hacerles daño, esperan cosas negativas de las personas y son muy suspicaces.
Muchas de estas personas que estarían clasificadas en el manual de los trastornos mentales, muestran una agresividad planificada o predatoria, se preparan para hacer daño. El daño es intencionado, no es el fruto de una reacción impulsiva a un estresor. Este tipo de agresividad no responde a una percepción de amenaza. Tiene otras motivaciones detrás: conquistar poder, tener algo que no es tuyo, poseer a una mujer que deseas y que no responde a tus expectativas, etc. Responden a la violencia predatoria los dictadores, abusadores sexuales, los maltratadores, los líderes religiosos extremistas, un jefe autoritario, dogmático y cruel... hasta los psicópatas que encuentran placer cuando infringen dolor. Hacer daño les excita y les atrae.

Pero existen otras personas que aprendieron a comportarse de forma violenta. Estas personas utilizan esta conducta para obtener poder. Son personas irritables que explotan fácilmente, que rumian y en lugar de trivializar lo que acontece alrededor convierten sus vivencias en algo catastrófico. Tienden también a ser susceptibles. A pesar de que muchos de ellos se arrepientan de sus gritos y sus malas formas, sufran por su falta de control, les cuesta un mundo controlarse.
Su tipo de conducta agresiva es espontánea, relacionada con estados emocionales, como los ataques de cólera. No tener intención de hacer daño no es disculpa, pero sí un punto de inflexión para poder cambiar. Tienen un problema con la impulsividad, con su capacidad para relacionarse y comunicarse y sus arranques pueden ir acompañados de frustración y arrepentimiento. No les gusta comportarse así, pero no saben hacerlo de otra manera.
Las emociones que pueden llevarles a dispararse son la ira, la agresividad, la ansiedad, la frustración, los celos, la envidia, en definitiva, los malos sentimientos y todas esas emociones que interpretan como un sufrimiento.

Podemos educar para no ser violentos.
Toda conducta tiene un sentido, sino se extinguiría. El violento y autoritario tiene mucho refuerzo con su forma de comportarse: enseguida obtiene poder y autoridad. Las personas le obedecen, los niños se comportan... pero el daño colateral es tremendo.

¿Se puede prevenir la violencia?
Medios de comunicación: Bandura demostró que la observación de conductas violentas te lleva a comportamientos violentos. 
Colegios: Fomentar el altruismo, la convivencia, los valores como la bondad, la generosidad y el compañerismo. Hay que trabajar la comunicación asertiva y la inteligencia emocional. Hay que enseñar a controlar la agresión.
Familia y los métodos de disciplina y orden: La violencia y la agresividad tienen un claro componente en el aprendizaje. Los adultos somos modelos de conducta. Si el niño ve que gritas, pegas, eres autoritario para conseguir que te obedezca, él también querrá hacer lo mismo, porque es lo que le estamos enseñando.
Consumo de alcohol y drogas. Estas sustancias afectan a procesos cerebrales, relajan las normas y te convierten en alguien desinhibido e impulsivo mientas estás bajo sus efectos.
Cultivar la persona para prevenir este tipo de conductas: tener formación, nivel socioeconómico, educación, autoestima. Cuanto más segura se siente una persona de sí misma y más en paz está con su entorno, menos necesidad tiene de someter a otros.

Una buena persona es aquella que no solo no hace el mal, sino que se esfuerza por hacer el bien.

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