Hablamos de adicción cuando un elemento externo, persona,
sustancia o cosa, te genera una dependencia tal, que te obliga a estar en
contacto con ella.
No solo hay esa necesidad de proximidad o de consumo, sino que la separación
genera consecuencias emocionales, comportamentales y del pensamiento.
Las personas tienden a
infravalorar la obsesión por el móvil, por internet o por otras nuevas
tecnologías, porque no sienten que fisiológicamente les haga daño, en el
sentido de que no ingieren sustancias adictivas. Lo cierto es que dejar de
jugar al videojuego, perder el móvil o no estar conectado sí tiene
consecuencias, como la irritabilidad, incertidumbre, aburrimiento o nerviosismo.
Hay chavales que han muerto después de estar jugando 40 horas seguidas al
ordenador, llegándose a privar de sueño y alimentos.
Las adicciones son todas
similares, da igual que sea al tabaco, a las compras, al juego patológico,
alcohol, drogas o a las nuevas tecnologías. Todas cursan con la necesidad de
consumir y con la sintomatología física, emocional y comportamental como
consecuencia de la privación del estímulo adictivo. Pero una de las
consecuencias de las nuevas tecnologías que difiere respecto a otras adicciones
es la inversión
de tiempo que requieren. El tiempo que ocupas con el ciberespacio o
con la telefonía, lo dejas de ocupar con el trabajo, los estudios o tus
relaciones personales. Hay personas que pierden su pareja, su trabajo, fracasan
en los estudios y dejan de relacionarse de tú a tú con los amigos.
¿Por qué hemos llegado a engancharnos a este nuevo estilo de
vida?
Porque teléfono y juegos, conexiones y televisiones han existido toda la vida,
pero no dependíamos de ellos como ocurre ahora.
Existen
varios motivos:
La inmediatez. La sensación
de estar conectado, escribir un mensaje y que te llegue una respuesta, poder
tener toda la información del mundo en segundos, es muy atractivo. Estar
continuamente interactuando es estar participando, tener protagonismo y ayuda a que
muchas personas no se sientan solas.
El
atractivo visual y auditivo. Los sentidos se implican y se
magnifican. Tanto estímulo a la vez supera el atractivo de mover la ficha del
parchís. Los videojuegos estimulan variables psicológicas como la atención,
concentración y además ofrecen colorido y sonido.
Variables
psicológicas como la toma de decisiones, elección, planificación, etc. Cuando
juegas, el cerebro se estimula, participas. No hay unas reglas inflexibles para
alcanzar la victoria, como puede ser otro juego de mesa. Tú tienes que pensar,
y pensar es muy estimulante. Trabajas con la toma de decisiones, obtienes éxito y
fracaso, y depende de ti. Es cierto que hay muchos juegos de
estrategia como el Risk, que pueden reunir estas ventajas, pero la diferencia
radica en que el videojuego tiene además el atractivo visual y auditivo.
Continuamente cambian los escenarios. No tienes siempre un mismo tablero con un
mismo dado.
La
participación social.
Tienes opinión y voz en foros en los que participa mucha gente. Te sientes
importante y parte de un grupo al que perteneces. No necesitas
quedar, vestirte o planificar. Todo está a golpe de un click, a la hora que
quieras y con quien quieras. Y puedes salvaguardar tu intimidad. Puedes
participar aun siendo tímido e inseguro, porque el que te juzgue no te hará
daño, estás
protegido por el anonimato.
La
comodidad.
Al que le gusta leer ya no tiene que cargar con tres libros cuando se va de
vacaciones. Los lleva todos en el e-book. En un teléfono tienes al alcance de
la mano correo electrónico, redes sociales, juegos, llamadas, mensajes, vídeos,
música, prensa, internet y muchos otros atractivos.
Establecer unos criterios para
detectar cuándo estás en riesgo o padeciendo una adicción y cuándo no, es
bastante complicado. Muchas de las horas que pasamos con el teléfono o el
ordenador se justifican porque nuestro trabajo no se sostiene sin estas
tecnologías. Incluso los niños y adolescentes necesitan relacionarse todo el
día con el ordenador porque los hábitos de estudio y fuentes de información han
cambiado.
Es importante estar pendientes
de los cambios que observemos en los que tenemos alrededor. Las reacciones y
formas de comportarse de tus hijos, la dificultad para vivir sin el móvil, el
tiempo que pasan delante del ordenador cuando no están estudiando o si tu
pareja por la noche se relaciona más con las tecnologías que contigo sin motivo
laboral de por medio. Cada uno conoce a los suyos y sabe lo que es normal y lo
que no. Y
cada uno establece las reglas de su casa y lo que se decide entre la familia
para el uso del ciberespacio y de los juegos.
EL
MEJOR TRATAMIENTO, LA PREVENCIÓN
A pesar de que son los menores
los que más nos preocupan, porque además están muy desprotegidos en internet,
los adultos padecen la misma obsesión que los jóvenes.
Modelos. Tú eres el
modelo de tus hijos. Compórtate con el móvil y con el ordenador tal y como
esperas que lo haga tu hijo. Eso significa que en la mesa no se come con los móviles ni
con las tabletas. La mesa es un encuentro social, es el lugar para
compartir, comunicarse y participar de lo que nos ocurre durante el día.
Lo
mismo ocurre cuando conduces. Si hablas por el móvil, si minimizas
los riesgos, si piensas que son solo segundos, tus hijos también tendrán estos
valores. Les estás enseñando a priorizar mal. Estás priorizando un mensaje o
una llamada por encima de su propia seguridad y de la tuya. Les estás
transmitiendo que te puedes saltar las reglas porque el teléfono es tan
importante que vale la pena hacerlo.
Limitar
el uso del ordenador, juegos y móvil. Los niños saben los que les gusta y
lo que no. Pero muchas veces desconocen cuánto tiempo pueden o deben dedicarle
a sus juegos. Nacen sin límites y eres tú el que como padre, se los tienes que
poner. Les enseñamos una rutina para dormir, unos hábitos de estudio para que
alcancen sus objetivos y también les tenemos que establecer un límite horario para que se
relacionen con las nuevas tecnologías. Este horario dependerá de la
edad, del éxito y fracaso con sus otras obligaciones y de las necesidades
particulares que cada uno tenga en su casa.
Tú como padre o madre también debes limitar el uso tal y como se
lo pides a tus hijos.
Educación
en valores:
Enseña a tus hijos a gestionar el
tiempo, que consigan un equilibrio entre el deporte, sus relaciones
sociales, la lectura, sus obligaciones y el uso de las nuevas tecnologías. Si aprenden a
organizarse, tendrán tiempo para todo. Y cada una de estas
actividades les enriquece en su vida.
Inculca los valores del trabajo y esfuerzo. No les
eduques para que lo tengan todo sin nada a cambio. Enséñales que no hay
recompensa sin esfuerzo. Y con ello me refiero no a premiar por estudiar, algo
de lo que estoy completamente en contra, sino de que no hay juegos ni móviles
si antes no han hecho los deberes. Y que no son merecedores de ventajas y
caprichos si no cumplen con sus obligaciones y obtienen los resultados que les
marques. No
se premia por hacer los deberes, ni por colaborar con las tareas del hogar.
Trabaja las habilidades sociales desde pequeños y frecuenta
ambientes en los que puedan relacionarse directamente con los amigos. Llévalos
al parque y hacer deporte, de tal forma que aprendan a convivir, compartir y
respetar a sus amigos.
Entrena el autocontrol de tus hijos. Uno de las
peores consecuencias de estas tecnologías es la inmediatez y la rapidez con la
que se responde y obtiene información. Los niños también querrán trasladar
estos valores a su día a día, "quiero esto ya, cómpramelo ya, atiéndeme
ya..." Incúlcales tener paciencia, que respeten el turno de
palabra, no dejes que te interrumpan y no priorices sus caprichos por encima de
tus necesidades. Y si se frustran, genial. Así aprenderán a convivir con una emoción que van a
necesitar el resto de sus vidas.
En
el trabajo también puedes gestionar mejor las nuevas tecnologías:
Sé respetuoso con tus trabajadores o compañeros. Deja de
enviar correos por la noche. Aprende a gestionar y delimitar los horarios de
trabajo. Que tengas un ordenador disponible no significa que tengas que
bombardear a las doce de la noche con mails.
Aprende a gestionar tu tiempo. Si estás trabajando, no
compagines el trabajo con bichear la prensa en internet. Así fraccionas tu
atención y concentración, y no estás ni en la prensa ni en el trabajo. Organiza
tu tiempo para ser eficiente con la tarea y para descansar con internet.
No contestes a los correos de forma inmediata. Que entren en
la bandeja no significa que tengas que responder ya. ¿Estás ocupado? Pues
termina con la tarea que tenías. Ponte un orden, como revisar el correo cada
dos horas o cuando finalices la actividad que te ocupa. Y quita el sonido a la
bandeja de entrada, es muy estresante.
Ponte un horario en casa para trabajar con el ordenador. Normalmente
lo enciendes y te pones a trabajar, pero como estás cansado, te distraes
curioseando en las redes sociales y páginas web. Al final terminas por trabajar
desconcentrado, alargando el tiempo que tenías pensado dedicarle al trabajo y
por desatender a la familia o a otro tipo de ocio. Ponerte un horario que
cumplas sí o sí, te ayudará a optimizar el tiempo que dedicas a tu trabajo, ya
que no tendrás más tiempo para acabarlo. Tu mente dejará de dispersarse y mejorará tu atención y
concentración.
Si seguimos estos sencillos
consejos, hay personas que al principio sufrirán ansiedad, se sentirán
incómodos, incluso culpables pensando que no están atendiendo de forma
inmediata algo que, en realidad, no lo requiere. Pero esta sensación de
malestar forma parte del síndrome de abstinencia. Cuando te acostumbres a dominar tú al
teléfono y demás adicciones cibernéticas en lugar de que ellos te dominen a ti,
te sentirás más feliz y libre.
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