“El
amor todo lo vence.”
Publio Virgilio Marón
Leo
Buscaglia,
en su bello libro “Amor. Ser persona”
afirma: “A pesar de que el niño no conoce ni
comprende la dinámica sutil del amor, siente desde muy temprano una gran
necesidad de amar y la falta de amor puede afectar a su crecimiento y
desarrollo e incluso provocarle la muerte”. También hoy sabemos
que la falta de amor es la causa principal de una buena parte de las
enfermedades psicológicas que no paran de ir en aumento en Occidente: desde la
angustia, pasando por la depresión, hasta la neurosis e incluso la psicosis
nacen, en mayor o menor medida, de esta carencia. Sin el trato amable, no se
satisface una necesidad fundamental que nos permite seguir sintiéndonos bien,
experimentar la alegría, desarrollarnos: sin amor es más difícil crecer.
Pero yendo más allá, las ideas
que Claude Steiner refleja en su
libro “Los guiones que vivimos”
apuntan a direcciones muy interesantes: “las caricias
son imprescindibles para sobrevivir”, concluye este
especialista; si no las recibimos, se pone en marcha un mecanismo de
supervivencia instintivo que nos lleva a demandarlas —a menudo de manera
inconsciente— a cualquier precio. Bajo esta premisa, estamos dispuestos incluso a recibir
caricias negativas antes que no recibir ninguna caricia, o
parafraseando a Faulkner, preferimos
el dolor a la nada, la bofetada a la ignorancia, la pena al vacío, el desprecio
a la indiferencia, el grito a la apatía. Es a partir de este mecanismo que se
pueden comprender determinados comportamientos humanos, que van desde el
masoquismo hasta la rebelión gratuita. Por ejemplo, el niño que se rebela
reiteradamente y sin motivo objetivo aparente quizás lo que hace es buscar con
desesperación la atención de unos padres ausentes. Quizás el pequeño, con su
comportamiento agresivo, rebelde, transgresor hace una llamada exasperada a la atención
de sus padres para que éstos le marquen un límite o aún mejor, para que estén
por él de verdad.
Cuando es positiva, sincera y deseada, la caricia transforma. En el juego
amoroso y en la lujuria desatada, nos transporta al movimiento, al ardor, al
entrelazamiento, al clímax y a la relajación dichosa. En la ternura, nos
conmueve y emociona. En la amistad, el abrazo nos une y nos hace cómplices.
Incluso la paz y la buena voluntad se manifiestan en el encuentro de dos manos
que se enlazan firmemente en el tacto de la caricia. También en el dolor y
durante el duelo, el mimo y el abrazo del ser amado hacen soportable la pérdida
porque apuntalan el alma herida.
Las caricias abren además la puerta a la conciencia de nuestro
cuerpo.
¿Conocemos los matices y el infinito espectro de sensaciones que pueden
despertar las caricias del ser amado? ¿Conocemos en detalle la piel de nuestra
pareja, del ser querido o deseado con el que nos sumergimos en contacto íntimo?
Más bien no. En general, conocemos poco nuestro cuerpo y aún menos el del ser
amado. Le dedicamos poco tiempo y atención. En él existe un universo
que jamás acabaremos de explorar, porque el tiempo además aporta nuevas
dimensiones y sensaciones que matizan y amplían continuamente la experiencia de
reconocimiento del cuerpo de la persona amada.
Frente a la comunicación a
distancia y a la sobresaturación de estímulos, disponemos de un recurso
sumamente económico pero altamente valioso: caricias y tacto; contacto y ternura.
Muestras de afecto en el cuerpo a cuerpo en lugar de tanto teléfono móvil,
internet, televisión y demás media. Quizás hoy, buena parte de los problemas de
salud psicológica y física que estamos viviendo, en una sociedad cada vez más
estresada y bulímica, son gritos desesperados de nuestros cuerpos que llevados
por una inteligencia arcaica, esencial y profunda reclaman ver satisfecha su necesidad de
encuentro íntimo con el otro. Una intimidad que no es solo o
necesariamente encuentro sexual, sino que es, ante todo, necesidad de encuentro
sincero, de amor. ¿Y si en lugar de atiborrarnos diariamente de banalidades,
historias ajenas o pasatiempos de escaso valor emocional e intelectual nos
sumergiéramos en los matices de la caricia con aquellos a quienes deseamos
expresar nuestro afecto? Sin duda, el mal humor, la depresión, la angustia e
incluso la tristeza descenderían drásticamente. “Haz el amor y no la guerra”, rezaba el
eslogan pacifista, y no estaría de más retomarlo hoy.
Porque acariciarnos estimula las
endorfinas, aquellas hormonas naturales que segregamos y que nos hacen más
soportable el dolor amén de aportarnos una profunda sensación de bienestar.
Además, sabemos que en caso de crecer y vivir en ausencia de caricias, de
contactos afectuosos, de abrazos, nuestros cerebros tenderán a tolerar poco el
estrés, la ansiedad y el dolor. Porque cuando hablamos de caricias estamos
hablando de algo más que de una cuestión de puro tacto, calor, o sensaciones.
Es el significado que acompaña a la caricia, el mensaje de atención y cuidado, el deseo
de abrir la puerta al placer, lo que hace que el vello se erice, que
el escalofrío surja y que la emoción se despliegue. El tacto acompañado de
ternura y afecto, transmite mensajes que requieren mil palabras para ser descodificados.
Una caricia
puede llegar a ser el único medio para expresar lo innombrable. Su
mensaje es sutil y profundo a la vez. Porque la caricia ya habla incluso antes
de manifestarse. Está ya presente en su intención. Como lo expresó Mario Benedetti cuando escribió:
“Como aventura y enigma
la caricia empieza antes
de convertirse en
caricia”.
Luego, la invitación a la que
llegamos es simple: podemos incluir en el espectro de nuestro lenguaje, con
nuestros afectos, el gesto amable, próximo, conciliador y tierno de las
caricias. Podemos elegir incluir en nuestro alfabeto comunicativo y en nuestra
dieta emocional una saludable dosis de ternura a través de la piel para
construir nuestra Buena Vida y la de los que nos rodean. ¿Cómo realizarlo,
entonces? ¿Cómo podemos comunicarnos mejor con aquellos a los que amamos? La respuesta,
tal cual, está en nuestras manos.
Palabras para una Buena Vida:
Informe sobre caricias
1
La caricia es un lenguaje
si tus caricias me hablan
no quisiera que se callen
2
La caricia no es la copia
de otra caricia lejana
es una nueva versión
casi siempre mejorada
3
Es la fiesta de la piel
la caricia mientras dura
y cuando se aleja deja
sin amparo a la lujuria
4
Las caricias de los sueños
que son prodigio y encanto
adolecen de un defecto
no tienen tacto
5
Como aventura y enigma
la caricia empieza antes
de convertirse en caricia
6
Es claro que lo mejor
no es la caricia en sí misma
sino su continuación
(Mario Benedetti)
Álex Rovira
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