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dissabte, 30 de novembre del 2013

El vínculo afectivo con los animales. Jordi Jarque. La Vanguardia.

Convivir con perros y gatos ayuda a disminuir el estrés, la tensión arterial y la frecuencia cardiaca. No sólo eso, los estudios constatan que esa compañía mejora los niveles de las hormonas asociadas al bienestar y ayuda a que aumente nuestra autoestima
El 46% de los hogares conviven personas con animales de compañía
El 63% de las personas que tienen un animal en casa le con­fiesa cosas que no explica a nadie más
El 76% besa a su mascota como mínimo una vez al día
El 85% abraza habitualmente a su perro o gato
Prácticamente la mitad de los hogares sabe qué implica tener un animal de compañía. No sólo en cuanto a los cuidados y condiciones que requiere, sino al vínculo especial que se establece entre el animal y las personas que conviven con él. Un vínculo que los expertos no dudan en calificar como peculiar y beneficioso y que puede variar según se trate de un niño, un adolescente, de una persona madura o una de edad más avanzada.
Según María Luisa Ferrerós, neuropsicóloga, directora de la unidad de psicología clínica y parenting de Clínica Diagonal, en esta peculiar relación se pueden desarrollar sentimientos de empatía y respeto. Se impulsa el desarrollo de la autonomía y la responsabilidad. Y muchos más beneficios, y no en pocas personas. Según la Fundación Affinity (organización dedicada a promover el respeto y la sana convivencia con animales de compañía), en el 46% de los hogares conviven personas con animales de compañía, la mayoría con perros y gatos, “y esta cifra va en aumento, lo que pone de relieve que muchas personas tienen fuertes lazos afectivos con las mascotas con las que comparten su vida”. ¿Qué tipo de vínculo se produce y por qué sucede?
“Es difícil hablar de un mecanismo particular que se desencadena en los vínculos entre animales y personas. Sencillamente se produce una peculiar conexión, especial y profunda, y eso nos descoloca”, confiesa María Carmen Castro, psicóloga, experta en asistencia de terapia con animales en la Asociación Hydra. Tanto es así, que según un estudio presentado el pasado mes de julio por el Observatorio de la Fundación Affinity en colaboración con la Universitat Autònoma de Barcelona sobre el vínculo entre personas y animales de compañía, el 63% de las personas que tienen un animal en su casa le confiesa cosas que no explica a nadie más. María Carmen Castro explica que en el caso de los perros, es fácil que esto suceda porque “te acepta tal cual, lo tienes ahí siempre, es incondicional, no te regaña…”. Las personas no se sienten juzgadas por los animales y parece que ciertos complejos se desvanecen ante ellos y, además, las muestras de afecto se hacen más evidentes.

Muestras del vínculo
No sólo son depositarios de secretos, los dueños de perros también muestran afecto y los besan. Jaume Fatjó, director de la cátedra Fundación Affinity Animales y Salud, y presidente del Colegio Europeo de Bienestar Animal y Medicina del Comportamiento, comenta que según el estudio mencionado coordinado por él, un 76% de los encuestados asegura que besa a su animal como mínimo una vez al día y un 85% lo abraza habitualmente. También han constatado que nueve de cada diez propietarios están convencidos de que si todos le abandonaran, su perro seguiría a su lado. Para las personas mayores es un motivo para levantarse cada día para cubrir sus necesidades. Y en el caso de los más pequeños, por extraño que suene, ocho de cada diez niños prefieren jugar con su gato o su perro antes que con los videojuegos, explica Jaume Fatjó.
Las muestras del vínculo no sólo varían según las edades. También afectan al sexo, o si las parejas tienen hijos o no, según refleja otro estudio también realizado por la citada fundación conjuntamente con el Instituto de Neuropsiquiatría y Adicciones del Parc de Salut Mar. “Las mujeres muestran puntuaciones más elevadas que los hombres en los aspectos afectivos de la relación. Hombres y mujeres se comportan de forma similar a la hora de jugar o de dar a su perro una golosina. Sin embargo, las mujeres se muestran más afectuosas y le compran regalos con más frecuencia que los hombres. Y en referencia a la estructura general de la familia, las personas sin hijos se muestran particularmente cercanas a su perro en el plano emocional. Sin embargo, consideran que tener una mascota afecta más a su calidad de vida que las personas con hijos, en la medida en que ello limita la realización de determinadas actividades. Aun así, su grado de satisfacción por convivir con un animal de compañía es muy elevado”.
El papel de perros y gatos va mucho más allá del de simple animal de compañía, según Fatjó. Nueve de cada diez personas encuestadas subrayan que su perro siempre está ahí cuando necesitan consuelo, afecto, seguridad o motivación. Y en los más pequeños, los lazos afectivos con el animal de compañía son los que mejor les hacen superar la sensación de miedo o tristeza, pues el niño recurre de forma habitual a su mascota para abrazarla y encontrar alivio en estas situaciones. “Este comportamiento se repite cuando al niño se le presenta un problema, ya que busca a su perro o gato como fuente de consuelo en la misma medida que a sus padres”. María Luisa Ferrerós explica que los animales de compañía “pueden llegar a convertirse en imprescindibles para superar las diferentes etapas vitales, sea en la infancia, adolescencia, la madurez o la ancianidad”.

Niños y adolescentes
“En la primera infancia empiezan a cobrar auténtica relevancia cuando el niño empieza a ser autónomo y su mascota se convierte en su mejor amigo, ese amigo silencioso que casi siempre esta dispuesto a jugar con él. Se establece una relación de complicidad y protección muy beneficiosa para aumentar la autoestima en los niños de esta etapa”, explica Ferrerós. Y cuando llegan a la adolescencia, ayudan a superar la timidez e inseguridad propia de la etapa que atraviesan. En los momentos de soledad, depresión o rebeldía se convierten en compañeros inevitables y el motivo para levantarse cada mañana cuando la realidad se hace insoportable”.
Yolanda Valbuena, de la Fundación Altarriba, detalla en qué beneficia en estas edades la interacción con animales de compañía: “Por una parte estimula el desarrollo psicomotor y del lenguaje, en los niños y adolescentes. Y mejora la comunicación no verbal, aumenta la autoestima y la capacidad de relacionarse con los demás”. Esta profesional comenta que la mera presencia de animales “altera positivamente las actitudes de los niños sobre sí mismos y respecto a los demás, ayuda a desarrollar diversas áreas incluyendo el amor y los afectos, estimula la responsabilidad y aprenden sobre el ciclo de vida”. Desde esta fundación se mantiene que hay suficientes estudios científicos que demuestran que los niños que han crecido en compañía de animales tienen menos miedo, desarrollan sentimientos positivos y de empatía con todos los seres vivos. También se ha corroborado que existe una menor percepción del dolor en niños sometidos a cirugía mayor después de participar en programas con animales de compañía.

Adultos

En el caso de los adultos, la Fundación Altarriba recuerda que los animales de compañía incrementan la actividad física de sus dueños, protegen a las personas de los estados de soledad; optimizan la capacidad de atención y la percepción. También mejoran la comunicación verbal y aumentan las expresiones faciales positivas. Además es un estímulo para el sentido de la vista, oído, tacto y olfato. De una manera u otra satisfacen la necesidad humana de tocar y ser tocado (por ejemplo, acariciar a un gato disminuye la presión arterial). En el caso de las parejas jóvenes con animales de compañía, entrenan sus responsabilidades familiares y la necesidad de una educación y cuidados constantes a los miembros más pequeños de la familia.

Mayores
En cuanto a las personas de mayor edad, Yolanda Valbuena explica que son múltiples los beneficios ya que no sólo representan una compañía, una responsabilidad que les hace sentirse útiles y les sube la autoestima; sino que les obliga a realizar ejercicio físico y les incentiva la mente. “El animal los necesita. Tiene que comer, en el caso de un perro hay que sacarlo a pasear, y todo ello provoca que las personas mayores estén más alerta, les hace estar más activos”. Les estimula la memoria, la atención y la concentración. Y en situaciones de duelo en personas de edad avanzada, quienes tienen animales de compañía realizan menos visitas al médico, experimentan de manera significativa menos síntomas físicos y psicológicos, y menos medicación en mujeres viudas recientes.
Los casos más llamativos se producen en centros gerontológicos, como el de AMMA Horta en Barcelona, cuya directora, Maite Aragón, ha incorporado perros para motivar a las personas mayores. “La mirada intensa de un perro es un gran estimulante a nivel cerebral. Sirve tanto en las fases iniciales de una demencia como en desórdenes psiquiátricos como la depresión y la psicosis”. María Carmen Castro también constata beneficios en el caso de personas con alzheimer.

Impacto en la salud
Los expertos constatan también una incidencia directa con la salud. María Luisa Ferrerós asegura que los animales de compañía ayudan a disminuir el estrés, la tensión arterial y la frecuencia cardíaca. Se han constatado una mejora de los niveles dopamina y endorfinas (asociadas con el bienestar) y la disminución de los niveles de cortisol (asociado a situaciones de estrés) después de una sesión de 30 minutos de interacción con un perro. Y reducción de los niveles de cortisol en los profesionales sanitarios después de cinco minutos de interactuar con un perro. En el caso de enfermedades graves o después de una intervención, generalmente la recuperación es más rápida. Yolanda Valbuena añade que la reducción de la presión arterial es equivalente a la conseguida por una dieta baja en sal o reduciendo el alcohol. También se han demostrado beneficios cardiovasculares: “Aumenta la supervivencia tras un infarto de miocardio en los pacientes que tenían animales de compañía, disminuyen los factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares, particularmente la presión arterial sistólica, el colesterol plasmático y los triglicéridos. Además se ha constatado una reducción de la frecuencia cardiaca de la persona que acaricia a un perro o contempla los peces en un acuario. Y una mayor reducción de la respuesta de estrés cardiovascular en la presencia de un perro en comparación con la presencia de amigos o parejas”.
María Carmen Castro recuerda que cada animal es un mundo. Y aunque todos estos beneficios son generalizables, también depende del carácter de cada animal. En su caso trabajan con animales abandonados. “Son especialmente receptivos a las muestras de cariño de las personas que los acogen”. También comenta que en el caso de los perros no todos sirven para proporcionar los beneficios de los que se ha estado hablando en este reportaje. Depende del carácter del perro y de la empatía que se pueda establecer con la persona o familia que lo acoge. “Se dan casos de perros labradores (una de las razas más queridas y demandadas por su buen carácter) que no sirven. Y perros considerados agresivos como los rottweilers han proporcionado grandes alegrías a sus dueños e hijos. Cada perro es un mundo. Y con cada uno se establece una conexión especial”.
Si tras leer este reportaje, usted o su familia se animan a incorporar un animal en su vivienda, Yolanda Vallbuena aconseja que se lo piensen dos veces porque no se trata de un capricho. Es un ser vivo que tiene sus necesidades. Es una responsabilidad. Tienen que tener clarísimo qué supone tener un animal de compañía. Es el gran problema de los abandonos. Se encaprichan y después no están dispuestos a sacarlos a pasear tres veces al día (en el caso de los perros), haga frío o calor, llueva o truene. También puede convertirse en un incordio para salir de vacaciones”. Y si después de reflexionarlo siguen adelante con la decisión, Yolanda Vallbuena pide que los adopten en lugar de comprarlos. “Tendrán un animal agradecido de por vida”.

Vínculos según las edades
Niños pequeños. Se establece una relación de complicidad y protección muy beneficiosa que redunda en una mayor seguridad y autoestima. Es su mejor amigo.
Época adolescente. Ayudan a superar la timidez e inseguridad propia de la etapa por la que atraviesan. Son un apoyo en los momentos de soledad, depresión o rebeldía.
Edad adulta. Mejora la comunicación verbal y aumentan las expresiones faciales positivas. En parejas jóvenes sin hijos es un entreno para sus responsabilidades familiares futuras.
Personas mayores. No sólo les hace compañía, sino que se sienten más útiles porque tienen que responsabilizarse de sus necesidades. Les obliga a salir de casa y les estimula la mente.

Acompañantes en terapias
Sobre los beneficios que aportan los animales se documenta desde hace decenas de años, según apunta María Luisa Ferrerós. Esta experta explica que en el siglo XVII el caballo era un compañero más en las terapias de tratamiento y rehabilitación de discapacitados. Y en instituciones mentales de Europa incorporaban al gato porque tranquilizaba a los pacientes internados. En 1669, John Locke ya defendía que la relación con los animales tenía una función socializa­dora. A partir de este momento empezaron a promulgarse las primeras teorías sobre la influencia positiva de los animales de compañía. En 1792, en Inglaterra, en el Retreat de York, fundado por la Society of Friends, se utilizaron animales en terapia. Desde su fundación, William Tuke comprobó que los animales eran un buen apoyo en pacientes con dificultades emocionales. En el siglo XIX, también hay referencias médicas sobre la bondad de montar a caballo para tratar la gota, los trastornos neurológicos y la baja autoestima.

Y Sigmund Freud, el padre del psicoanálisis, realizaba algunas consultas acompañado por su perro porque le facilitaba la comunicación con el paciente. Actualmente los programas de terapia asistida con animales (TAA) gozan de una gran impulso y difusión. La TAA es una intervención directa y con objetivos prediseñados para situaciones de dependencia funcional, alteraciones psiquiátricas o trastornos de conductas, donde participa un animal que reúne criterios específicos como parte del tratamiento. Se realiza en gran variedad de entornos, de manera individual o en grupo. La TAA sirve para apoyar y no reemplazar las terapias convencionales, subraya María Luisa Ferrerós. Además de las TAA también existen las actividades asistidas con animales (AAA), que se pueden llevar a cabo también por voluntarios y presentan un carácter más espontáneo y menos regulado. Son aquellas actividades en las que interviene algún animal para proporcionar a los usuarios beneficios motivacionales, educativos y recreativos, con el fin de aumentar la calidad de vida.


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