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divendres, 31 de maig del 2013

"Somos invitados en este planeta y en nuestro cuerpo". Prashant Kakode. La Contra de La Vanguardia.

Prashant Kakode. Fundador del Centro para la Salud Integral.
Tengo 58 años. Nací en Goa (India) y vivo en Cambridge. Soltero, sin hijos. Licenciado en Medicina y Cirugía. Los políticos deberían pensar más en el largo plazo y no en las próximas elecciones. Todos los humanos tenemos una personalidad noble y un potencial muy valioso

EL MENSAJERO
Hijo y nieto de médicos, la convicción de que so­mos algo más que cuer­po y cerebro le llevó a crear el Centro para la Salud Integral de Cam­bridge, que utiliza la me­dicina holística para cu­ra, y se centra en la educación para la salud. "Hay un mensaje en la enfermedad". Coordina la Red Científica y Médi­ca, un foro interdiscipli­nario, líder a nivel inter­nacional, de personas comprometidas en la creación de una nueva visión del mundo más allá del materialismo, para el siglo XXI. Reco­rre el mundo dando con­ferencias a colegas y es­tudiantes sobre medici­na espiritual. Sobre ella ha hablado en la sede de Barcelona de la Universi­dad Espiritual Mundial Brahma Knmaris.

En la actualidad los seres hu­manos no están experimen­tando su propia grandeza. ¿Por qué?
Las ataduras. Si alguien es muy fuerte pero está atado o agarrado a algo, no puede utilizar su muscu­latura. Lo mismo ocurre con el talento.

Es extremo lo que dice.
La situación es extrema precisamente por­que estamos autolimitados. Hay que enten­der la vida de otra manera.

¿Cómo?
Somos invitados en este planeta. Si empiezo a poseer, cosas o personas, creo dependen­cias. Si disfruto las cosas sin poseerlas y no me preocupa perderlas, soy libre emocional­mente, y eso crea paz interna.

Según usted, las enfermedades son mensajes.
Si se sienta en esa postura errónea, acabará con dolor; si lo soluciona con calmantes, ten­drá un problema mayor. También una for­ma de pensar puede sentarnos muy mal.

¿Cómo llegó a la medicina holística?
Era cirujano de un gran hospital en Man­chester, allí tratábamos cuerpos, no perso­nas. Para el sistema médico imperante la conciencia es algo demasiado sutil e invisi­ble, así que la ignora.

Usted decidió contar con ella.
Todos percibimos un yo interior más allá del cuerpo y de la mente, capaz de observar­la. Un yo que utiliza el cuerpo y el cerebro pero que no es el cerebro. Me fijé en ello e investigué como tantos científicos y médi­cos en busca de nuevos paradigmas para ex­plicar tantos fenómenos que la ciencia no puede explicar.

¿Qué investigaciones son para usted clarificadoras?
Un médico griego, George Vithoulkas, invir­tió más de veinte años en investigar cómo reaparecía la enfermedad en otra parte del cuerpo a muchas personas tratadas con an­terioridad.

La enfermedad emigra?
Sí. La tesis es que empujamos las enferme­dades hacia otro sistema del cuerpo. En mis observaciones coincido con el doctor Vi­thoulkas; por tanto, hay que tratar el proble­ma que está más allá del síntoma­

¿Cual es su experiencia?
En el centro curamos a muchas personas cambiando su estilo de vida. La dieta, por ejemplo, es básica, y la mayoría come de manera errónea y tiene actitudes nocivas.

¿Cuáles son las actitudes equivocadas?
Somos excesivamente dependientes de los sentidos. Si eres libre, hay armonía y dis­frute; si eres dependiente, hay preocupa­ción, y siempre habrá un motivo. Si estamos ocupados por el dolor, la ira, el mal humor o la preocupación, no podemos experimentar la emoción en su vertiente positiva.

¿Sus consejos fundamentales?
La primera parte de la comida que ingeri­mos mantiene el cuerpo vivo; la segunda mi­tad mantiene al médico vivo, y si seguimos comiendo, mantenemos al dentista.

Hay que comer menos, entiendo.
Tenemos que dejar de comer cuando aún tenemos hambre. Si comemos hasta saciar­nos, estropeamos nuestro cuerpo.

¿Y para mantener a ese yo interior con­tentito?
Ser un observador de uno mismo, un invita­do en este cuerpo y de este mundo cambian­te es un buen punto de partida. Desde esa distancia van surgiendo respuestas.

Pero lo importante son las preguntas.
Hay otra fórmula muy sencilla que aplica­mos en nuestro centro: pedimos a nuestros pacientes que cuiden de otros pacientes. Pa­sar del "ayúdenme" a ayudar a otros, colo­carse en posición de dar resulta muy saluda­ble y tiene mucho poder.

Del omblignismo a un buen deseo.
Si como sociedad más personas dedicaran un poco de tiempo a otros menos afortuna­do, estaríamos mucho más sanos, porque es­te tipo de acción tiene la fuerza de crear au­torrespeto. Hay que cambiar el patrón de la enfermedad, el insano "yo soy una víctima".

Entiendo.
Cuando mi abuelo era médico no había anti­bióticos. Médicos y enfermeras estaban muy expuestos a las epidemias, pero él insistía en que sus colaboradores no enfermaban, de­cía que el espíritu de servir era su protec­ción, y creo que ese es un gran secreto.

¿Algún otro hábito saludable?
Cinco minutos de meditación al día hace nuestra vida mucho más fácil. Experimente­mos la verdad de que somos invitados en nuestra vida, que no poseemos nada y que por tanto no hemos perdido nada en este planeta. Eso da ligereza. Estamos tan ocupa­dos quejándonos, que no somos capaces de ver otras posibles respuestas, nada como la distancia: vivir fuera de la caja.

Todos somos Dr. Jekyll y Mr. Hyde.
Sí, todos tenemos un lado bueno y otro egoísta y manipulador. Los demás puede que traten con Mr. Hyde unos minutos, pe­ro cada uno ha de tratar con él las veinticua­tro horas, y eso ataca el sistema corporal.

Pero forma parte de nosotros.

Debilitemos a Hyde, es la confusión la que nos vuelve egoístas. Un poco de claridad nos ayuda a hallar el siguiente interruptor.


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