Una noche, Paul McCartney se despertó con una melodía enredada en las
neuronas. Sol, fa, fa, la, si, do, re... De un salto, se levantó de la cama, se
sentó al piano y empezó a tocarla, una y otra vez. “No
podía creerlo, estaba todo ahí, el tema entero”, contó tiempo
después el ex Beatle a un biógrafo. Se refería a Yesterday, una de las canciones
más conocidas de la banda inglesa y más veces versionada en la historia de la
música. Y la había compuesto así, mientras dormía.
Algo parecido le sucedió a Stephenie Meyer una noche de verano del
2003. Esta ama de casa americana soñó con una chica que hablaba en medio de un
prado con un apuesto vampiro. Aquella mañana, al despertarse, comenzó a
escribir la conversación que había soñado y que se convertiría en el esqueleto
de la serie de novelas y, luego películas 'Crepúsculo'. Frankenstein también nació a
partir de un sueño de Mary Shelly. Y
Gandhi explicaba que su propuesta
para la independencia de India surgió, justamente, de un pasaje onírico. Y no
son los únicos sueños reveladores; la historia está plagada de descubrimientos
e incluso premios Nobel surgidos durante una cabezada.
Aunque en la mayoría de las ocasiones,
son bizarros e incoherentes –¿un perrito amarillo volador?–, otras veces,
mientras dormimos, podemos encontrar la solución a algunos problemas. “Ocho horas de
sueño reparador permiten que nos levantemos con la mente clara, que seamos
capaces de dilucidar una respuesta o de dar con una solución creativa a un
problema o una cuestión”, cuenta David K. Randall, periodista de la agencia Reuters, colaborador de The New York Times y autor de 'Dreamland'. Adventures in the Strange
Science of Sleep' (En tierra de sueños. Aventuras en la extraña ciencia del
dormir, aún sin traducción al castellano), considerado en Estados Unidos uno de
los mejores libros de divulgación científica del 2012.
Hace tres años, este periodista, que
es sonámbulo, comenzó a investigar sobre este tema. “Me sorprendió descubrir el gran
desconocimiento que hay acerca de dormir. Uno espera que la ciencia tenga un
conocimiento exhaustivo como lo tiene de la digestión o de cualquier otra
función vital sin la que no podríamos vivir. Y, sin embargo, es un completo misterio para la ciencia”.
Y entonces, ¿por qué dormimos? A pesar
de que hay algunas hipótesis, preguntemos al neurocientífico que preguntemos,
la respuesta es siempre la misma. “Hay quienes alegan que necesitamos echar cabezadas para
economizar energía; otros, para aprender; algunos piensan que es para reparar
tejidos, pero lo cierto es que es muy difícil contestar a esa pregunta”,
trata de responder Joan Santamaria,
médico neurólogo de la unidad multidisciplinar del sueño en el hospital Clínic
de Barcelona, donde lleva 27 años dedicado a investigar qué pasa cuando caemos
en brazos de Morfeo.
“Pasan muchas cosas cuando estamos descansando, pero ninguna de
las descritas hasta el momento parece suficientemente importante para que
justifique todo el proceso que ocurre cada noche, cuando el cuerpo se enfría un
par de grados, se empieza a secretar hormonas, se activa el sistema simpático y
el cerebro registra tanta actividad como cuando estamos despiertos. Puede que
en el origen de la evolución hubiera un motivo importante y que luego se hayan
ido sumando otras funciones que se aprovechan de que estamos dormidos para
hacer determinados procesos más eficientes”, añade este
neurólogo.
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