La pareja es un mundo único, un cosmos
diferente a cualquier otro, una atmósfera especial en la que dos universos
completos se encuentran. Y es que, cuando dos personas deciden unir sus
destinos, no sólo son dos personas las que se encuentran; en realidad, se
produce la confluencia de dos tradiciones familiares radicalmente distintas, cada
una con sus propios valores, con sus propias opiniones, con su propia
personalidad. Por lo tanto, el conflicto está inevitablemente servido, y los miembros
de la pareja están llamados a aprender a entenderse, si pretenden seguir
adelante con la relación. Hay quien insiste en que no tiene ni el
más mínimo conflicto con su pareja, y es muy probable que se engañe. A veces,
preferimos fingir que no ocurre nada antes que llegar a la temida “discusión”. Vivimos
tratando de tener la fiesta en paz, sin darnos cuenta de que eludir los
problemas no hace más que perpetuarlos en el tiempo.
¿Por
qué nos da tanto miedo discutir?
De entrada, en casa ya hemos aprendido
que la confrontación genera tensión y ansiedad, así que lo más fácil para
tratar de vivir en armonía parece ser eludir los conflictos. Pero lo cierto es
que el hecho de esquivar
las dificultades surgidas de la convivencia no hace que
desaparezcan, sino que más bien las acaba magnificando hasta que estallan. Y
no se trata de que busques batalla en cada pequeño desacuerdo; se trata sólo de
no convertir la huida en la solución a todos tus problemas de pareja. Porque de tus
problemas podrás huir, pero nunca esconderte.
“Nada en la vida debe ser temido; sólo
debe ser comprendido”, Marie
Curie
El miedo al conflicto suele esconder
uno de los miedos más esenciales en cualquier persona: el miedo a dañar las relaciones, a perder
el afecto de los que nos rodean, a que nos dejen de querer.
Entendemos el conflicto como algo sumamente negativo, y esa creencia acaba,
muchas veces, por provocar justo lo que tanto tememos: el distanciamiento y la
ruptura. Así que, para cuidar nuestra relación de pareja, debemos empezar por
ver la confrontación desde otro punto de vista. Debemos dejar de entender el
problema como tragedia, y aprovechar el conflicto como una oportunidad para
afrontar una situación que no puede continuar tal cual y que, si la
resolvemos, hará que estemos mejor y que nuestra relación gane en calidad y
profundidad. Debemos
aprender a comunicarnos bien, debemos aprender a discutir bien.
¿Y
cuál es la base de una buena discusión?
La clave para encontrar una forma de
lidiar con los problemas es la aceptación plena de la personalidad del otro,
con lo que consideramos que son sus virtudes y lo que consideramos que son sus
defectos. Cuando una persona se siente juzgada, incomprendida o rechazada en lo
que es, invariablemente se siente enfadada o herida, se pone a la defensiva y
se atrinchera. Y de ahí al distanciamiento sólo hay un paso: nos alejamos el
uno del otro simplemente para protegernos, para no hacernos más daño.
Así pues, si lo que queremos es comunicarnos, debemos comenzar por aceptar al
otro con todo lo que es; y eso no significa que todo nos tenga que gustar,
significa simplemente que respetamos su existencia tal cual es.
“Cuando se abre la puerta de la
comunicación, todo es posible. De manera que debemos practicar el abrirnos a
los demás para restablecer la comunicación con ellos”, Thich Nhat Hanh
Una vez que entendemos que el otro
tiene derecho a existir tal y como ya es, podemos empezar a discutir de una
manera productiva. He aquí una serie de claves que te van a ayudar a resolver
los conflictos que surjan en tu relación de pareja:
Apuesta por resolver el problema, no por tener
razón: es decir, que la discusión debe servir para llegar a algún tipo de
compromiso mutuo, y no para que tú convenzas al otro de que tú tienes razón. De
hecho, en las discusiones de pareja nadie lleva la razón, porque no existe una
verdad absoluta, sólo dos verdades subjetivas
Emplea frases que empiecen por “yo”, en lugar de
frases que empiecen por “tú”: se trata de que expongas tus quejas sin echarle
la culpa al otro. Cualquier frase que empiece por “tú” va a ser un ataque
directo al otro, que sin duda se volverá a cerrar. En cambio, cualquier frase
que empiece por “yo” te sirve para hablar de ti y de tus emociones, y nadie te
puede discutir lo que tú sientes
Aprende a frenar a tiempo: debes ser
muy consciente de cómo te sientes en cada momento durante la discusión, porque
sólo así vas a ser capaz de frenar cuando te encuentres en un círculo vicioso
de recriminaciones o sientas que el tema se os está yendo de las manos. A
veces, más vale darse unos minutos para tranquilizarse o pedir un aplazamiento
de la conversación, os jugáis algo importante
Neutraliza tus interpretaciones negativas: nos
pasamos la vida interpretando, es decir, sacando conclusiones de todo lo que
ocurre a nuestro alrededor. Y a menudo damos interpretaciones negativas a lo
que dice o hace nuestra pareja; obviamente, si estás pensando que dice o hace
esto o aquello sólo para fastidiarte, la discusión no os va a llevar a ninguna
parte. ¿Qué te hace pensar que tu pareja no tiene nada mejor que hacer en todo
el día más que urdir mil planes diferentes de molestarte?
Date tiempo: vivimos en una sociedad donde todo va
deprisa, pero hay cosas que tienen su propio tempo, entre ellas las emociones.
No insistas en seguir la discusión en un momento en que uno de vosotros, o
ambos, estáis muy exaltados, porque no vais a arreglar nada. Quizás un momento
en el que los niños no estén presentes, o en que estéis solos en un lugar
tranquilo fuera de casa, pueden ser buenos momentos para seguir la conversación
que tenéis pendiente. Y recuerda que no por mucho madrugar amanece más
temprano: las cuestiones emocionales tiene su propio tempo, quizá tengáis que
hablar sobre el mismo tema en muchas ocasiones antes de llegar a algún
compromiso aceptable para ambas partes
En el momento en que aceptas que el
conflicto existe en mayor o menor grado
en todas las parejas, y entiendes que es aceptándolo y afrontándolo, y no
ignorándolo, como las relaciones crecen y evolucionan, entonces es cuando
asumes realmente la parte de responsabilidad que te toca en esa relación. Y es
entonces cuando comprendes que no sois dos partes de una misma naranja que se
reencuentran siguiendo un destino cósmico, sino que sois dos naranjas diferentes que os
enriquecéis aprendiendo cada día a mezclar armónicamente vuestros zumos.
Y tú, ¿tienes miedo a discutir con tu pareja? ¿Optas por huir, esquivando los
problemas? ¿Eres consciente de que las dificultades no van a desaparecer a
fuerza de ignorarlas?
Un abrazo bien fuerte,
Maika
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