—¿Por qué
interesa tanto el budismo en Occidente?
—Porque los occidentales no son
tontos, claro.
—¿Y qué vemos
en el budismo?
—Ustedes han visto ya cuánto
sufrimiento mental padecen, y están descubriendo que el budismo puede
ayudarles.
—¿Sufrimiento
mental?
—Depresión, neurosis, infelicidad... ¿Por qué? ¿Por qué,
si disponen de tanta riqueza, avances, tecnología, confort...?
—Quizá porque
todavía queremos más.
—Vivirás en el mejor sobreático del
mejor edificio sobre Central Park... y te tirarás por la ventana. ¿Por qué? Porque la
felicidad sólo está en la mente. Todo está en los pensamientos. ¡Es la mente la
que crea el mundo!
—¿Mi felicidad
depende de mi mente?
—Sí: Sufrimiento y felicidad son
creaciones mentales. Por eso la enseñanza principal del budismo es ésta: «¡Domestica tu
mente!».
—¿Y en qué
consiste eso?
—En conquistar la mente: El budismo
enseña a entrenarla para aplacar emociones negativas, angustia, descontento,
infelicidad...
—¿Sufrimiento,
en suma?
—Sí. Entrenando la mente, es posible llegar al
extremo de que cualquier suceso deje de parecerte adverso... para ser una
bendición.
—¿Hasta ese
punto? ¿Cómo conseguir eso?
—A mí me ayudó esta frase que leí hace
30 años: «El
agua, si no la remueves, se vuelve clara». Pues bien, la mente es como el agua.
—No hay que removerla.
—La enturbian los pensamientos. Una
mente calma es un cielo azul: Los pensamientos son las nubes que lo tapan. ¡No te
identifiques con esas nubes, y busca ver el cielo!
—Difícil: La
vida es complicada y hay que darle tantas vueltas al coco...
—¿Sí? «Todos los problemas del ser humano derivan
de su incapacidad de sentarse solo en una habitación», escribió Pascal...
—Pero consuela
tanto estar distraídos...
—Nos distraemos de nosotros mismos con
pensamientos:
Son astucias del ego que nos apartan de nuestra esencia, son falsas
visiones a las que nos aferramos, nos apegamos.
—¿Tanto nos
autoengañamos?
—Escuche este cuento que narró Buda...
Un mercader tenía una bella esposa y un hijo pequeño. La esposa enfermó y
falleció, y el mercader cifró toda su felicidad en ese niño. Mientras estaba en
un viaje, unos bandidos asolaron la aldea y se llevaron al niño. A su regreso,
el mercader vio un cuerpo de niño calcinado y lo tomó por el de su hijo.
—Pobre hombre,
cuánta desgracia...
—Practicó una ceremonia de cremación
del hijo, y conservó las cenizas en una bolsita de seda. Trabajaba, comía y
dormía aferrado a la bolsa y a su desesperación, llorando...
—Comprensible...
—Un día su hijo escapó de los bandidos
y llamó a la puerta del padre. Era medianoche y el padre sollozaba junto a las
cenizas. «¡Soy
yo, papá!», gritó el hijo. El padre pensó que alguien le gastaba una
broma cruel, y no abrió. El hijo llamó cien veces, inútilmente, hasta que se
fue. ¡Nunca volvieron a verse!
—Ya veo: Nos
apegamos a nuestra verdad...
—... y no sabemos dar la bienvenida a la verdad
en persona cuando llama a la puerta.
—Pues ayúdeme
a estar abierto y alegre.
—Cada vez que vea o hable con otra
persona, piense que esa persona es usted.
—Buen
ejercicio... Y difícil.
—Entrene su mente en eso. Verá qué
bien.
—¿Y si yo me
odio? Odiaré a todos, pues.
—Haga este ejercicio: Inspire, y a
cada inspiración imagine que recoge usted todo el dolor, desgracia, angustia y
sufrimiento de los otros; y espire, y a cada espiración difunda hacia los otros
bondad, consuelo, amor.
—¡Se supone
que el que estaba mal era yo!
—Precisamente: Tus males derivan de
preocuparte tanto de ti mismo, del yo, yo, yo...
—Pero si estoy
sufriendo yo...
—Yo, yo... ¡Ábrete al
sufrimiento de los otros!: Eso es la compasión. Y empieza a meditar:
Quieto, concéntrate en tu respiración, obsérvala, eso sosegará tu mente. La
práctica de la meditación conduce a la paz interna.
—La panacea,
lo que todos buscamos...
—Lo que te digo no es cuestión de fe:
Te bastará con probarlo y saborearlo por ti mismo.
—¿Qué tipo de
paz interna es ésa?
—La falacia del ego se disuelve, las
emociones negativas pasan... Eso es la sabiduría: Como la compasión, está
también dentro de ti.
—¿Basta con
ponerse a meditar?
—Poquito a poco... Pero si lo
intentas, te llenará de tanta alegría y fuerza que querrás seguir. Hoy los
estudios médicos ya han probado los múltiples beneficios psicosomáticos de la
meditación (sabiduría) y del amor (compasión): El ritmo cardíaco se equilibra,
el sistema inmunológico se refuerza...
—Entonces el Dalai
Lama estará perfecto...
—El Dalai Lama es un hombre bueno, y
verle estimula a la humanidad a intentarlo.
—La humanidad
insiste en la barbarie, Occidente en especial: ¡No somos tan inteligentes!
—Sí, sí lo sois, pero sucede que aún
ponéis la inteligencia al servicio de la ignorancia.
—¿Qué ignoro?
—Que puedes tomar la decisión de ser feliz.
—Pero hay
dolor, sufrimientos, heridas...
—Sí, pero no seas ignorante: ¡No te
dejes engañar por todo eso, no te identifiques con eso! Ésa es una visión
errónea, ignorante.
—No es nada
fácil.
—Ya: Si hace mucho que no te duchas, al hacerlo
saldrá mucha mugre y te asustarás. Si perseveras, el agua saldrá limpia.
Persevera.
—Ustedes no le
piden nada a Dios, veo...
—A la sabiduría y a la compasión que palpitan dentro de ti
podrías llamarlas Dios.
—¿La humanidad
será divina un día?
—Un día, dentro de muchos eones...
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