Oye abuelito? ¿Cuál es la diferencia
entre un sabio y un necio?. -preguntó un niño a su abuelo mientras se dirigían
a la banca de un parque para comerse un sabroso helado.
El buen anciano sonrió y mirando a su
nieto le dijo:
Cuando
el sabio comete un error dice: “Me equivoqué”, y corrige.
El
necio responde: “No
fue culpa mía” y busca responsabilizar a otros.
Ante
la adversidad, el sabio piensa: “Algo he de aprender de esto”.
El
necio grita: “¡Qué
mala suerte! ¿Por qué a mí?”.
Ante
los resultados no tan esperados de sus actos, el sabio afirma: “Depende de mí
y con esto trabajo”.
El
necio exclama: “Es
la mala vibra de los otros”.
Frente
al trabajo, el sabio lo asume apasionadamente y se entrega con dedicación.
El
necio se queja: “¡Estoy
muy ocupado, no tengo tiempo para nada!”.
El
sabio enfrenta
los desafíos.
El
necio se evade diciendo: “Tengo otras cosas más importantes qué hacer”.
El
sabio da su
palabra y la cumple.
El
necio promete, construye castillos en el aire, pero no hace nada.
Ante
los retos, el sabio dice: “Puedo mejorar”.
El
necio se justifica diciendo: “No soy tan malo como otros que conozco”.
El
sabio escucha
al otro, lo comprende
y después responde.
El
necio sólo piensa en que lo suyo es más importante.
Ante
alguien que sabe más, el sabio lo respeta y busca aprender de él.
El
necio siente envidia y piensa en los defectos que puede encontrarle.
Cuando
hay complicaciones, el sabio busca una mejor forma de hacerlo.
El
necio se conforma pensando: “Así se ha hecho siempre y no hay de otra”.
El
niño escuchó con profunda admiración a su abuelo, y cuando se terminaron su
helado, le dijo:
“¿Sabes
que veo abuelito?”
“Dime
lo que ves”, -contestó el anciano.
“Que tengo un abuelito
sabio”.
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