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dijous, 16 de gener del 2014

La falta de comunicación entre padres e hijos. Mayte Rius. La Vanguardia.

Muchos padres viven con ansiedad el silencio de los hijos; se preocupan si creen que les ocultan algo. Pero padres y madres tampoco lo cuentan todo, tienen sus áreas de privacidad. Y las razones de los silencios de ambos no son muy diferentes
María considera que tiene una comunicación fluida y una relación de confianza con sus hijos, pero nunca les ha hablado de la relación estable que mantiene desde hace siete años y que inició después de separarse. “Es mi vida íntima, que en nada les afecta”, asegura. Juan despide cada día a sus hijos a la puerta del colegio como si se marchara a trabajar aunque hace más de un año que está en paro. “No quiero que se preocupen por un problema que ellos no pueden resolver”, comenta. Ana alerta a su hija sobre todos los peligros que pueden acecharla cada vez que sale por la noche, pero no le ha explicado el embarazo no deseado que interrumpió en su juventud ni el accidente de coche que tuvo cuando volvía de una fiesta con sus amigos en estado de embriaguez. “No me gustaría perder autoridad moral o que cuando les regañe me digan que yo también lo hacía”, justifica.
Como María, Juan y Ana hay muchos padres y madres que no hablan con sus hijos de sus relaciones sexuales, de sus problemas económicos y laborales o de sus errores de juventud. Y otros muchos que no les relatan sus miedos, sus preocupaciones, las tensiones familiares, sus problemas legales o los secretos de familia. Pero no existen muchos datos al respecto. Hay múltiples investigaciones sobre la comunicación familiar, pero suelen focalizarse en la capacidad de diálogo de las familias, en si padres e hijos hablan a menudo y de qué, o sobre qué cuentan o no cuentan los hijos. Porque, aunque cada chaval y cada entorno familiar es diferente, lo habitual es abordar la comunicación familiar desde la preocupación que suscita en padres y madres la aparición de la intimidad, los silencios o las ocultaciones a medida que los niños crecen y entran en la adolescencia. “El miedo excesivo de los padres, la desconfianza, ahuyentan la comunicación; el adolescente detecta la ansiedad de los padres por saber sus cosas y si lo vive como una intrusión se cierra, provocando más incomunicación”, explica Jorge Tió, psicólogo clínico y coordinador del equipo de atención al menor de la Fundació Sant Pere Claver.
Sin embargo, la reserva que muestran la mayoría de hijos tiene que ver con la aparición de la intimidad al acercarse o llegar a la adolescencia y difiere poco de las reservas que mantienen los padres sobre lo que consideran su privacidad o sus secretos personales. Lo constató Javier Urra, doctor en Psicología y también en Ciencias de la Salud, cuando hace cinco años decidió dar un giro a su libro ¿Qué ocultan nuestros hijos? (La Esfera de los Libros) y preguntar también a los padres qué no cuentan ellos. Su investigación puso de manifiesto que un porcentaje importante de hijos dice que no oculta nada a sus padres y que son muchos los padres y más las madres que aseguran contar todo a sus hijos. Pero también detectó que unos y otros se reservan algunos temas y por muy parecidas motivaciones. Los hijos callan sobre todo con quién van, qué hacen cuando salen o las malas notas por pudor, por miedo a su reacción o para no preocuparles, entre otras razones, y los padres eluden conversar sobre sus problemas económicos, laborales o familiares, sobre su vida sexual o sobre sus gamberradas de jóvenes para no preocuparles, porque consideran que no son temas adecuados para ellos o por vergüenza.
Sinceros, no transparentes. “Es normal, preventivo y sano que niños, adolescentes, jóvenes y adultos oculten algunos temas, defiendan su intimidad, no se sientan asediados, invadidos; hay que ser sinceros y no mantener secretismos y zonas fantasmas, pero tampoco hace falta ser transparente, hay cosas que se pueden callar para poder convivir”, justifica Urra.
Y enfatiza que las generaciones anteriores ocultaban mucho más porque la distancia entre padres e hijos era abismal e imperaba el respeto y el miedo al progenitor. “Nuestros antepasados se llevaron más secretos a la tumba; antes el padre hablaba poco, el trato era de usted y se tapaban las vergüenzas; los trapos sucios se lavaban en casa, no se preguntaba por no molestar, existían las queridas pero nadie se daba por enterado”, comenta. Por el contrario, considera que ahora la privacidad personal se está perdiendo “porque todo el mundo se desnuda emocionalmente y cuenta enseguida lo que le pasa con los hijos o con la pareja a pesar de que hay cosas que es mejor manejarlas a solas, y no porque sean importantes, sino porque son íntimas, tuyas”.
Respecto a los temas que padres e hijos no se cuentan, Urra detecta que se están produciendo cambios. “Creo que en los últimos años los hijos silencian mucho todo lo relacionado con el uso que hacen de las nuevas tecnologías: con quién se comunican, qué páginas ven, qué consumos hacen…; y los padres ahora callan sobre todo los problemas económicos acuciantes, sus relaciones fuera de la pareja y los consumos y adicciones, como la ludopatía”, señala.
El sociólogo Javier Elzo opina que en las actuales circunstancias los padres también dejan en zona de sombra muchos temas politicoeconómicos. “En mi generación, las cosas que no contaban los padres eran las historias familiares escabrosas, como las aventuras de juventud de una tía o el maltrato de algún familiar; ahora muchos padres han de ocultar otro tipo de trapos sucios, como los pelotazos que les han llevado de ser hijos de campesinos en un pueblo a vivir en un gran chalé en las inmediaciones de una gran ciudad; y en el País Vasco hace años que se ocultan temas políticos y esa sombra se irá ampliando a medida que se produzcan excarcelaciones”, explica. Y añade que hay dos grandes temas sobre los que muchos padres tampoco suelen hablar demasiado con los hijos, como no lo hicieron en su día anteriores generaciones: su propia sexualidad y los conflictos entre madres e hijas.
Urra coincide en que hay muchas familias donde de temas de política, religión y orientación sexual no se habla porque se sabe que existen diferentes posicionamientos y evidenciarlos supondría un conflicto emocional que afectaría a las relaciones. “En general, lo que parece bochornoso o se sale de la regla se tiende a callar; conozco padres que están en la cárcel y no lo cuentan, o madres que ocultan esa realidad a los hijos y les explican que el padre se ha ido a trabajar al extranjero para que no lo vean como un ladrón”, comenta. Y explica que aunque padres y madres no soportan que los hijos oculten cosas porque lo perciben como un riesgo, se preocupan y quieren supervisar sus vidas, sí se sienten en el derecho de callar ellos las cuestiones que puedan preocupar a sus vástagos o hacerles sufrir, o aquellas que consideran que no tienen edad de entender adecuadamente.
Sin embargo, el psicólogo Jorge Tió advierte que los adolescentes son muy sensibles a las actitudes para con ellos y que una forma de reconocer sus aspectos adultos e ir construyendo una nueva relación adulta con ellos es haciéndoles más partícipes de los asuntos de la familia. Y explica a los padres que a veces esos silencios de su hijo que tanto les preocupan sólo significan que no tiene nada qué decir, que todo está todavía demasiado desordenado y mezclado en su cabeza. Otras veces, callan por vergüenza, “por el temor a ser ridiculizados en las incipientes capacidades de adulto o descubiertos todavía como un niño, o por la culpa y el miedo a decepcionar o a ser agredidos por ello”, arguye Tió.
De la nimiedad al secreto inconfesable. A juzgar por las experiencias que recogió Urra en su investigación, entre las privacidades que se reservan los hijos hay de todo. Desde el joven que confiesa ocultar a sus padres que escupe por la ventana hasta el que esconde que violó a una chica, pasando por el que no se atreve a explicar que no está de acuerdo con el régimen de visitas de sus padres separados, los que no cuentan a sus padres que sus amigos se ríen de ellos, lo que se descargan de internet, su orientación sexual, que han recurrido a la prostitución o que consumen alcohol. En el aspecto cuantitativo, los temas que más callan las más de 2.000 chicas de entre 8 y 20 años consultadas por Urra son las relaciones con chicos, dónde van o lo que hacen cuando salen, si tienen novio, las peleas con los amigos y los suspensos. En el caso de los chicos (1.946 entrevistados), los temas más silenciados son las malas notas y las relaciones con chicas, aunque a partir de los 15 años también callan mucho dónde van, qué hacen, si beben o sus preocupaciones.
Por lo que respecta a los padres, aunque los temas silenciados con más frecuencia son los relacionados con la economía familiar y los problemas familiares y de pareja, Urra apunta que durante la elaboración del estudio le sorprendió el elevado número de padres que calla todo lo relacionado con gamberradas y travesuras hechas de pequeño o de adolescente para no dar ideas y para no perder la autoridad. “Si los padres compartieran con sus hijos los detalles de su infancia y adolescencia, las situaciones embarazosas que vivieron y los amores no confesados, las decepciones, las frustraciones… serían más aceptados, comprendidos y queridos, porque sólo desde la confianza compartida con sentido del humor y el diálogo puedes comunicarte con los adolescentes, asegura.
Otro capítulo amplio de zonas privadas de los padres tiene que ver con sus miedos, dudas y preocupaciones sobre la muerte, la enfermedad, el dolor, las amistades… Unas veces es por no preocuparles, pero a menudo ocurre que para los padres no es fácil sincerarse ni hablar de sentimientos con los hijos. Según el informe Comunicación y conflictos entre hijos y padres, editado por la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), apenas la mitad de los padres dice que le resulta fácil hablar de los problemas a sus hijos y una cuarta parte reconoce que a veces no se atreve a perdirles lo que quiere. “Aunque la intimidad es irrenunciable, quizá los padres, además de desvivirse por sus hijos, deberían comentar sus sentimientos y aconteceres, abrirse más a sus hijos desde la sinceridad, explicarles algunos sinsabores, miedos, dudas… y dar un primer paso que facilite posteriormente el de los hijos” hacia una relación de confianza, reflexiona Urra. Y para aquellos que temen desmontar su imagen de referente o perder autoridad recuerda que todos los padres defraudan a los hijos en algo, y viceversa; es así, debe de ser así; de esta forma las nuevas generaciones han de andar su propio camino”.
En todo caso, tanto la investigación de Urra como la de la FAD ponen de manifiesto que, tengan o no zonas privadas, son mayoría las familias que consideran que disfrutan de una buena comunicación entre padres e hijos. En general, de las encuestas se deduce que son más fluidas las conversaciones con las madres que con los padres. Dos de cada tres jóvenes encuestados por la FAD declaraban estar muy satisfechos de cómo hablan con su madre, pero sólo cuatro de cada diez cuando se trata del padre. No obstante, cuando se trata de hablar de los problemas, es ligeramente superior el porcentaje de chavales que consideran más fácil hacerlo con el padre (41% frente a 38%). Y en la investigación de Urra había un 15% de padres y un 10% de hijos que aseguraban no callar nada entre ellos.

LAS RAZONES DE LOS SILENCIOS DE LOS HIJOS
“No me entienden”
Muchos adolescentes están convencidos de que sus padres son incapaces de ponerse en su piel y no entenderían lo que pasa por su cabeza o lo que sienten. En realidad, dicen algunos psicólogos, lo que ocurre es que el adolescente a veces no se entiende ni él mismo y precisa sentirse incomprendido para compararse y valorarse.
“Se enfadan”
Con frecuencia los hijos no cuentan cosas porque piensan que serán sancionados por ello o que les impondrán prohibiciones y les recortarán libertades. Muchos ven en el silencio una salida para no tener que escuchar broncas ni sermones o ser sometidos a un interrogatorio.
“Por vergüenza”
Algunos chavales prefieren no compartir conductas o sentimientos con sus padres por temor a ser ridiculizados, por pudor y falta de confianza, o porque no quieren ser juzgados por ellos.
“No me toman en serio”
Otra de las razones aducidas por los adolescentes para no hablar de su vida privada es que sus padres restan importancia a sus emociones, le responden con que no piense en tonterías o que todavía es muy pequeño.
“Para que no se entrometan”
Algunos hijos levantan barreras de privacidad porque quieren hacer cosas por ellos mismos o para evitar que sus padres se apresuren a ofrecer una solución a sus problemas, hagan críticas precipitadas a sus decisiones, o intervengan en los conflictos o relaciones con sus amigos.
“Son unos indiscretos”
La falta de discreción de los padres es otra de las razones que aducen los jóvenes para no confiarles cuestiones que consideran íntimas o privadas. Hay padres que no dan relevancia a la intimidad de sus hijos y comentan las confidencias que les han hecho con otros miembros de la familia, con compañeros del trabajo, con amigos…
“Para no preocuparles”
A veces los silencios de los hijos son un intento de proteger a los padres de un disgusto, bien porque se sienten culpables de haber hecho algo que no debían, bien porque los ven frágiles o estresados. Esta es la razón aducida a menudo para no hablar sobre las nuevas parejas de los padres separados. A veces también ocultan sus propias tristezas o las discusiones con los amigos “para no causarles pena”.
“Para no decepcionarles”
Hay jóvenes que no cuentan a sus padres todos aquellos aspectos de su vida que puedan enturbiar el concepto que tienen de ellos, la imagen de hijo idílico, responsable o decidido.
“No tengo confianza”
Hay chicos que consideran que la comunicación con sus padres está restringida a los grandes problemas y los grandes discursos y no tienen confianza para hablar de lo que consideran intrascendente.

LAS RAZONES POR LAS QUE CALLAN LOS PADRES
“Para no preocuparles”
El sentido de protección lleva a muchos padres a silenciar todos aquellos problemas, deudas, enfermedades o asuntos que consideran que pueden causar sufrimiento a los hijos.
“Es mi intimidad”
Muchos padres no hablan a sus hijos de la parte de su vida que no comparten con ellos o que no les atañe directamente. Pueden ser cuestiones laborales, sentimentales, enfermedades…
“No son temas adecuados a su edad”
Hay temas que padres y madres no comentan con sus hijos convencidos de que no los comprenderán o porque consideran que no son adecuados para su educación o para las convicciones ideológicas y culturales que tratan de transmitirles. En unos casos pueden ser problemas legales, de pareja, de trabajo, conflictos familiares…
“Para no transmitirles inseguridad”
 Hay padres que silencian sus miedos, preocupaciones o debilidades para no transmitir inseguridad y que no tienen el control absoluto de sus vidas.
“Por su indiscreción”
A veces los padres callan algunas cuestiones porque temen que los hijos hablen de ello fuera de casa y quieren proteger su imagen o la de la familia.
“Por temor a no ser un buen ejemplo”
Con frecuencia padres y madres callan cosas que consideran vergonzantes, sus fracasos o sus gamberradas de juventud por temor a no ser un buen ejemplo para sus hijos o para evitar que estos las utilicen para justificar sus propias malas conductas.
"Para no crear mal ambiente”
Muchos silencios relacionados con los problemas de pareja o con conflictos familiares buscan eludir tensiones añadidas con los hijos.
“Para no lastrar sus relaciones”

Hay padres y madres que se callan problemas familiares o conflictos con amigos para no influir en los posicionamientos de los hijos.


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