El psicólogo
cree que nuestra infelicidad es consecuencia de convertir deseos en necesidades
y pone en duda valores como la justicia, la comodidad o la eficacia.
El divulgador
considera que pensar en nuestra muerte ayuda a desestresarnos.
Aparece con el cráneo de un
esqueleto en sus manos y lo acomoda tímidamente sobre la mesa blanca que
preside la entrevista. Rafael Santandreu deja claro desde un primer momento que
la muerte le acompaña constantemente, y para ello ha encontrado un acompañante
poco habitual en nuestra sociedad al que ha bautizado con el nombre de Fermín.
El psicólogo parte de un enfoque terapéutico heredero, en parte, de Albert Ellis, el padre de la Terapia Racional Emotiva Conductual,
aunque hace más hincapié en la exploración de los pensamientos y creencias irracionales que
hemos adquirido a lo largo de nuestras vidas y que, según él, son principales
causantes de sufrimiento y frustración. Su último libro, El
arte de no amargarse la vida, con más de 200.000 ejemplares vendidos
tras 16 ediciones, ha sido la base en la que muchos ciudadanos han trabajado su
transformación personal y malestar emocional. Santandreu cree que evitar
amargarse la vida es más sencillo de lo que creemos, un reto que pasa por “revisar tu
diálogo interno, lo que te dices a ti mismo cuando te suceden las adversidades,
y transformar esas palabras en un diálogo antiqueja que incluya la capacidad de
saber renunciar a las cosas estando tranquilo y bien con uno mismo”.
El psicólogo considera que “aunque como
civilización nos estamos abocando al exterminio, todavía nos podemos salvar
individualmente”. Con Fermín de testimonio, empieza una charla
con muchas reflexiones y pocas quejas.
-Cada vez acumulamos más bienes
y comodidades. ¿Cómo es posible que nuestro bienestar emocional haya
retrocedido, y las consultas de los psicólogos estén llenas?
-El tener muchas
oportunidades en la vida es bueno y es malo para el ser humano. Erich Fromm
escribió un libro que se titulaba Miedo a la libertad, un superventas que llevó
a cabo durante la época del nazismo. En el nazismo la gente se acogió a un
líder que les marcaba cómo tenían que ser las cosas porque, curiosamente, había
cierto miedo a la libertad.
-No acabo de entender por qué
tener muchas oportunidades puede tener este sentido tan dual para el ser
humano…
-Nosotros ahora vivimos en el
periodo de las mayores oportunidades. ¡Compárate con tus padres o tus abuelos!
El bien es que existen estas opciones, pero el problema es que el ser humano
tiene un fallo de fábrica que es que transforma los deseos en necesidades con mucha facilidad.
La cantidad de oportunidades que tenemos ahora se transforman en cargas cuando
nuestro cerebro hace ese paso mental mal hecho y transforma los deseos en
necesidades y obligaciones. Hoy en día es el momento en el que ser humano vive
con una mayor carga psicológica y una gran exigencia personal.
-¿No sabemos aprovechar todas
esas oportunidades como algo favorable para nuestro bienestar?
-Tenemos una bendición: nunca
hemos tenido tantas comodidades, abundancia y oportunidades, es cierto. Pero el
ser humano no educado a nivel emocional lo transforma con mucha facilidad en autoexigencia,
lo que implica una gran carga. Por eso estamos viendo que las sociedades más
ricas son las que presentan más neurosis y suicidios.
-Entiendo, entonces, que
darle demasiada importancia a la comodidad nos hace infelices…
-La comodidad es uno de los
grandes mitos trampa de nuestro tiempo. Los medios de comunicación,
especialmente a través de la publicidad, nos han inoculado la idea de que la
comodidad es una clave de la felicidad. Eso es una gran estupidez. Es como decir que
el chocolate es la clave de la felicidad.
-No, pero sí que nos produce
una sensación agradable innegable. ¿Eso es malo?
-Es algo que está bien, pero
no nos hace felices, y con la comodidad pasa lo mismo: cierta cantidad está
bien, pero demasiada comodidad produce cagarrinas mentales. Sin embargo, ahora
mismo vivimos un endiosamiento de la comodidad y eso es muy malo porque la
gente que la persigue constantemente acaba sufriendo problemas emocionales sin
darse cuenta de ello. Y otra cosa.
-¿Más aún?
-Sí, mucho más. Te vuelves
sensible a la incomodidad, y cierto grado de incomodidad en nuestra vida es
inevitable. Diría que incluso es buena. La gente cascarrabias, sin
ir más lejos, endiosa siempre la comodidad.
-Voy a ser más directo.
¿Vivimos en la época más quejumbrosa de la historia?
-Por supuesto.
-¿En qué momento incorporamos
esas quejas a nuestro esquema habitual de conducta?
-La persona de hoy es un saco
de quejas constante: se queja por la mañana porque tiene que levantarse
temprano y tiene sueño, se queja del tráfico en cuanto sale de casa, del tiempo
atmosférico, incluso de sí mismo. A mis pacientes lo primero que les digo es
que tienen prohibido quejarse. Nunca. La queja es la madre de todas las
neurosis. Yo siempre aludo a Stephen Hawkins, que es uno de mis maestros de
vida. Él se dice a si mismo que quejarse es inútil y una pérdida de tiempo. Lo
aprendió muy pronto, con veinte años, cuando contrajo la enfermedad de la ELA.
40 años más tarde es uno de los científicos más importantes de todos los
tiempos, y aún mejor, una de las personas más felices. ¿Hubiese
hecho todo eso con la queja constante?
-Supongo que en su momento
también se quejaría, el problema es convertirlo en un hábito.
-Tenemos que ser conscientes
de que aquello de lo que nos quejamos no es para nada importante, podemos
renunciar a ello.
-Nuestro entorno también nos
condiciona. ¿Cómo podemos sobrevivir a ello sin que nos contagien negatividad?
-Lo primero es tener las
ideas muy claras acerca de tu filosofía antiqueja. Si la tienes muy establecida
no te afectará lo que digan los demás. Por otro lado, siempre digo que ante las
personas que se quejan o terribilizan, hay tres herramientas para usar: el amor, el
humor y el surrealismo.
-También le digo que usar
alguna de ellas cuando alguien está neurótico puede provocar que esa persona
aún se enfade más…
- Entonces lo que tienes que
hacer es persistir y largarte. Ya se le pasará. No es efectiva al 100%, pero te
aseguro que sí al 80%. Lo que está claro es que hablar de la queja con el
quejita, incluso para intentar convencerle, no sólo es infructuoso, sino que además te
mete dentro de su dinámica de la queja. Por ello hay que utilizar
estas herramientas de comunicación y blindaje. ¡No entres en su diálogo de
locos!
-Las creencias irracionales,
¿son impuestas o nos las imponemos nosotros?
-Ambas cosas. Hay una gran
influencia social que nos comunica todas las creencias irracionales, pero en
último extremo quien se las cree y las hace suyas somos nosotros. El dueño de la
mente es uno mismo. Lo que sí que es cierto es que hay un bombardeo
de esas creencias irracionales.
-¿Cuáles son las más
extendidas?
-Una es la de pensar que necesito a mi
lado a alguien que me quiera mucho para ser feliz. Muchas veces es
la sociedad la que te transmite que eres un fracasado por no tener pareja.
Tienes que estar muy blindado para decir, “es una opinión,
pero os estáis equivocando”.
-Dígame otra.
-Otra muy extendida es que la salud es muy
importante. ¡Eso es totalmente absurdo!
-Ahí sí que me desconcierta.
¿No es importante tener salud para estar bien?
-La salud es algo que vas a
perder seguro a medida que cumplas años. ¿Cómo te puedes apegar a algo que vas
a perder seguro? Te preguntaré algo: ¿Cuántas personas crees que hay en el
mundo que no tienen una salud completa y que son bastante felices o muy felices?
-No lo sé. Imagino que habrá
casos, claro.
-Muchos. Si la salud fuera
tan importante, muchos de ellos ya se habrían suicidado. Está bien tener salud,
pero puedo ser muy feliz también sin ella. Me costará más y tendré que hacer otras cosas para compensarlo,
como el caso de Stephen Hawkins.
-¿Compararnos con gente que
está peor que nosotros es un ejercicio saludable?
-Sí. Es muy importante. La
ciencia se basa en la comparación; nosotros no podemos saber nada si no
comparamos y miramos al mundo para ver en qué situación están los demás. La
comparación es fundamental.
-Por ahí se dice, mal de
muchos, consuelo de tontos…
-Es verdad. Pero otra cosa es
mal de muchos, y son felices… La gente que está mal, pero es feliz, es una prueba muy
importante para mí para ver que yo también puedo estar bien. Es muy
diferente.
-¿Pensar en nuestra propia
muerte puede tener beneficios emocionales?
-Absolutamente. Primero que
lo que haces es relativizarlo todo: si sabes que te vas a morir todo deja de ser tan
importante y relevante como nos creemos. Si llegamos a la conclusión
de que no hay nada demasiado importante,
lo único que te queda es relajarte. Un segundo aspecto es que te ayuda a
valorar más las pequeñas cosas de la vida y a saborear más el día a día.
-Tiremos de estadística.
Asegura en alguno de sus libros que diariamente sufrimos unas 23 adversidades y
más de 20.000 a lo largo de toda nuestra vida. ¿La tolerancia a la frustración
es algo que llevamos de serie o lo tenemos que aprender?
-Tenemos que aprenderlo. Los
niños nacemos inmaduros a muchos niveles y necesitamos una educación y un apoyo
de nuestros mayores. Los niños pequeños necesitan aprender cuanto antes la tolerancia a la
frustración, algo tan vital como que los niños del Amazonas aprendan
a alimentarse o a pescar.
-Aviso a los padres: dejen
que sus hijos se equivoquen
-¡Que los niños se frustren!
Quiero decir con eso que los niños deben tener problemas, que los sometamos a
frustraciones medidas. Actualmente, tenemos una urgencia brutal: que los niños aprendan a
aburrirse, a estar sin hacer nada, a calmarse, a no necesitar una estimulación
constante.
-Usted defiende que, tanto el
aburrimiento como la soledad, son beneficiosos…
¡Son buenísimos! Aburrirse
puede ser hasta agradable porque te relajas y activas la creatividad. Cervantes
escribió El
Quijote porque se aburría mucho en esas tardes de Castilla, seguro.
Esto solo se puede hacer desde la tranquilidad que te da el dolce far niente,
el aburrimiento. Luego está la soledad, que también es maravillosa. No hablamos
de una soledad en una isla desierta, no. La soledad de la que hablamos habitualmente te permite
descansar, crear, trabajar, proyectar cosas para el futuro.
-Si es así, ¿por qué cree que
huimos constantemente de ella?
-Dentro de las creencias
irracionales que nos hemos creado está la de que la soledad no sirve para nada y es muy
mala. Como hay gente que lo dice, nos lo creemos. Y uno de los
puntos más importantes de la psicología cognitiva es que los pensamientos
determinan las emociones, y que aquello que me digo va a determinar cómo me siento.
La clave de la fortaleza
emocional es cambiar los pensamientos que tengo acerca de las cosas. Si me creo que
la soledad es muy mala, la sufriré; pero si me creo que la soledad es benéfica,
la disfrutaré.
-Otro de los miedos más
extendidos en nuestra sociedad es la vergüenza a hacer el ridículo. ¿Cómo la
trabajamos?
-Para no tener vergüenza o
miedo al ridículo lo que tienes que hacer es reflexionar en profundidad y
creerte que todos
los seres humanos, hagamos lo que hagamos, valemos lo mismo. Todos
somos fallones y todos somos maravillosos, y lo único que vale es la capacidad
de amar a los demás y a la vida. Cuando piensas en ello, pierdes el miedo a
hacer el ridículo.
-¿Hay más estrés que antes
porque hemos sobrevalorado la eficacia?
-Sí ¡Yo odio la eficacia! La comodidad y
la eficacia son las grandes trampas de nuestro tiempo. La eficacia
es un bien como el chocolate: una pastillita va bien, pero mucha va fatal. La
pregunta es, en nuestra sociedad, ¿para qué sirve en realidad esa eficacia?
-Para sentirnos satisfechos
con algo que creemos que hemos hecho bien, supongo.
-¿Y a la sociedad en general?
¿Qué nos diferencia a un nivel social con comunidades de hace 600 años? Un progreso material
increíble. La eficacia sirve para producir y, en gran medida, es un invento de
la revolución industrial. ¿Para qué servía esa revolución? ¡Para producir! La
idea de la eficacia es antiecológica, y no la necesitamos para nada. Yo ya no quiero
ser eficaz, quiero ser feliz, divertirme y amar a los demás.
-¿Es posible una sociedad que
de marcha atrás y se construya en torno a estos valores que está pregonando?
También asegura que, bajo su punto de vista no existen las obligaciones.
-Es una utopía y el cambio
está en cada uno de nosotros. En una sociedad lógica las obligaciones no deberían
existir. Una vez cubiertas las necesidades básicas, todo lo demás
sólo lo hacemos para ser más felices.
-Llega Navidad, época de
reencuentros, cenas y reuniones familiares que para muchos significan una
obligación, más que un placer. ¿No asistir a esas cenas porque no nos apetece
es correcto o nos comportamos como unos egoístas?
-Nadie puede hacer feliz a
nadie. Por mucho que vayas a comer todos los días a casa de tus padres no les
vas a hacer más felices como seres humanos. Si son quejicas y depresivos lo
seguirán siendo. Que vayas a su casa un día normal, o por Navidad, no será
nunca la cura de sus problemas.
-¿Cuál es, entonces, la cura?
-Que su coco funcione bien. Que los demás
sepan buscar la felicidad por su cuenta y aprecien lo que tengan sin crearse
necesidades.
-También habrá quien no
considere justa esa actitud, en deferencia al resto de la familia. ¿El sentido
de la justicia también es una trampa social?
-Comodidad, eficacia y justicia.
Tres bienes de nuestro mundo moderno, aportados por la revolución industrial.
Un poco de justicia está bien, mucha justicia terminaría siendo un palo. Vivir
en un mundo completamente justo no es la panacea de la felicidad. La felicidad
se compone de otros ingredientes que son más importantes que la justicia: amar, hacer
cosas divertidas, estar en contacto con la naturaleza. Por otra
parte, la justicia completa no existe y por ello hay que ponerla en entredicho
y perseguirla moderadamente. La justicia en exceso te va a frustrar: no la
encontrarás jamás y por mucho que lo acerques no te hará feliz.
moltes persones tindriem de reflexionar i no dipositar tantes anomelies cerebrals al voltan nostre.
ResponEliminai ser capassos de poder entendre millor la necesitat de tenir un desitg.
per cert! cada dia en tenim.
que n`hes de sabi aquest home.