Estudios científicos
avalan que un simple paseo facilita la generación de ideas
Seguro que nos resulta familiar la
imagen de un científico dando vueltas en círculo, absorto en sus pensamientos,
gesticulando con las manos mientras trata de resolver un problema que desafía a
su ingenio. Esta imagen no solo es icónica, sino que también tiene una base
científica. Según un estudio de la Ross School of Business de la Universidad de
Michigan, el
movimiento en general y el paseo en particular ayudan a tener mejores ideas y
mayor afluencia. Romper las limitaciones físicas del espacio empuja
a nuestro cerebro a encender la creatividad, como si las piernas pusieran en
marcha los mecanismos del cerebro. Ahora existe corroboración científica, pero
ya en la antigua Grecia, Aristóteles
fundó la escuela de los peripatéticos, en la que sus discípulos filosofaban
dando largas caminatas. Y novelistas como R.
L. Stevenson, poetas como Machado
y pensadores como Thoreau, por citar
solamente algunos ejemplos, también fueron férreos defensores del paseo, dedicándole
poemas, artículos y ensayos.
Sin embargo, en una sociedad que se
mueve entre la aceleración y el sedentarismo, el paseo es una actividad en vías
de extinción. La relajada costumbre de oxigenar el cuerpo y de deambular al
ritmo que marque nuestro pensamiento es un lujo que consideramos al alcance de
pocos. Una pérdida de tiempo. Ya lo advirtió Bill Nye, el popular educador de ciencia: “Algo
no va bien en una sociedad que va al gimnasio en coche para montar en una bici
estática”. Y así es, desperdiciamos el movimiento físico como
herramienta de reflexión subiéndonos a extrañas cintas giratorias en las que
aprovechamos para ver la televisión. Pero revertir esta situación depende de
nosotros mismos. Si conseguimos pasear con regularidad, no solamente estaremos
conectando con nuestro lado creativo, sino que, de paso, controlaremos nuestra
presión arterial, ayudaremos a nuestro organismo a mantener el peso y estaremos
realizando un más que beneficioso ejercicio cardiovascular. Y además
no solo nos ayudará a conciliar mejor el sueño y a tener un descanso de mayor
calidad, sino que no cuesta dinero.
“Se hace camino al andar”. Antonio
Machado
Abrimos con uno de los poemas más
conocidos de la literatura española, que sigue siendo inagotable en
conocimiento e inspiración. En el caso que nos ocupa, Machado nos ofrece la
primera de las pistas si queremos conseguir las condiciones necesarias para que
nuestro paseo diario sea una fuente de creatividad, reflexión y equilibrio.
Veamos cómo debemos afrontarlo.
Sin
camino.
Exactamente como dice el poeta sevillano, es decir, no vamos a ninguna parte.
Hemos salido simplemente a caminar. No vamos andando a hacer un recado o a
comprar esto o aquello. No hay más finalidad que el paseo mismo, y para ello nos dejaremos
llevar, despreocupados, por nuestros pasos. Sin embargo, es
importante no ser repetitivos con el itinerario. Porque si somos capaces de ir por distintos
escenarios, también podremos recibir estímulos distintos en nuestros paseos.
Sin
compañía.
Es nuestro tiempo y nuestro espacio, y es necesario abandonar cualquier ítem
que nos distraiga de nosotros mismos. Y con ítem nos referimos especialmente a
los tecnológicos. Merece la pena hacer el esfuerzo de dejar el teléfono, la
música, la radio… Del mismo modo que cuando un avión está a punto de despegar y
nos obligan a desconectar de la tecnología. Nosotros también vamos a despegar.
Sin
prisa.
Puede resultar obvio, pero es importante recordar que estamos paseando, y para
ello debemos llevar un ritmo pausado, tranquilo; acompasados con una
respiración sosegada. No tenemos que esforzarnos para avanzar, simplemente cada
nuevo paso debe desprenderse del anterior sin casi proponérnoslo. Esta toma de
consciencia de nuestros pasos nos vaciará la mente primero para
permitirnos conectar con nuestros pensamientos y nuestro lado creativo después.
Con
tiempo.
Treinta minutos. Ese es el tiempo mínimo necesario para que el paseo sea
productivo, relajante e inspirador. En media hora será suficiente para ponernos
en marcha e ir dejando que el ritmo nos envuelva y fluir con nuestros pasos.
Además, los expertos aseguran que pasear al lado de agua en movimiento, como un río
fluyendo o el oleaje del mar, si es posible, así como visualizar
escenarios diversos, proporciona una dosis extra de relajación y bienestar.
Hemos visto de qué manera adquirir el
saludable hábito del paseo como ejercicio de impacto suave que nos mantendrá
equilibrados con nuestro entorno, con nosotros mismos y nos aportará un tiempo
extra para dedicarnos a encontrar en nuestro interior territorios desconocidos
hasta la fecha. Sin embargo, el paseo también es una herramienta que
usan los creativos como desatascador en esos momentos en los que la idea se
resiste. En aquellas situaciones en las que se agota el tiempo y urge encontrar
una chispa que incendie el ingenio. Cuando el problema parece irresoluble y estamos con la
cabeza paralizada, quien vive de la inspiración sabe que necesita dar un paseo
creativamente dirigido. Nosotros también podemos seguir este
sencillo proceso.
“El movimiento veloz que agita el
mundo no se oye sino andando”. Félicité De Lamennais
Cambio
de decorado.
El primer paso es darse cuenta de que estamos atascados, que hemos entrado en
un bucle donde topamos con la misma pared una y otra vez. Parece fácil, pero
este primer punto es el que lleva más tiempo y requiere consciencia y un mayor
autoanálisis. Si conseguimos llegar a ese punto, sabremos que hemos de cambiar
de decorado; salir de casa o de la oficina y ponernos a pasear al aire libre
para liberar nuestra potencia creativa.
Respirar
conscientemente. Hemos cambiado el decorado exterior, ahora vamos a
redecorar el interior. Para ello necesitamos una respiración
profunda y consciente, en armonía con nuestros pasos, que no pueden acelerarse.
La respiración profunda traerá más oxígeno a nuestro organismo y a su vez hará
que consigamos despejar la mente por unos instantes. Si nos concentramos en respirar, lograremos
dejar la mente en blanco para empezar a garabatear nuevas ideas, caminos y
soluciones.
Exposición
y foco.
Ya en marcha, es el momento de repasar mentalmente la cuestión que nos ocupa.
Explicarnos a nosotros mismos el problema, exponérnoslo una vez más como si
fuera la primera vez para enfocarnos en su resolución. Normalmente, en una buena pregunta se
esconde una buena respuesta.
Aceleración.
Enfocados y con el ritmo constante de nuestros pasos, llega el momento de acelerar
nuestra cabeza para dejarla corretear libremente con asociaciones
imposibles o metáforas estrambóticas. Lo importante es que la mente vaya
estableciendo nexos de conceptos. Debemos actuar como pescadores atentos que no
van a dejar escapar una idea útil que salga de esa aceleración loca de nuestra
cabeza.
Ayudarse
de las manos.
Una de las conclusiones más sorprendentes del estudio de la Universidad de
Michigan citado al principio del artículo es que cuando estamos inmersos en
nuestro pensamiento, el movimiento de manos ayuda a crear mejores ideas, a que
nuestras metáforas sean más ricas. Puede resultar poético, pero la ciencia por
lo general lo es. Y es que está comprobado que si, además de los pies, usamos
las manos, nuestro paseo será mucho más productivo. Es como si el movimiento de las manos
acompañara al nacimiento de la idea, como si la ayudásemos a ver la
luz cuando esta se resiste.
Uso
creativo del entorno. Una técnica excelente para producir
la aceleración es usar cualquier elemento que nos encontremos durante el paseo
como un pequeño inicio creativo. Tratar de resolver nuestro problema con ese objeto como
eje de la solución. Por ejemplo, imaginemos que no sabemos qué
regalarle a nuestra pareja para su cumpleaños y queremos algo original. Bien.
Hemos salido a practicar el paseo creativo y decidimos hacer un uso inspirador
del entorno en el precioso instante en el que nos fijamos en un árbol. ¡Eso es!
¿Por qué no regalarle uno? Escoger un lugar especial y plantar un árbol en su
honor puede ser una idea distinta, romántica y muy creativa de hacer un regalo.
Génesis
de un pensamiento
El paseo más famoso del pensamiento. Zenón de Elea estaba hablando acerca de
la imposibilidad del movimiento. Aseguraba que antes de recorrer una distancia,
primero deberemos recorrer la mitad de esa distancia. Pero antes de recorrer
esa mitad, deberemos recorrer la mitad de la mitad… y así hasta el infinito.
Así concluía que todo movimiento es pura ilusión. Diógenes el cínico, que estaba entre el público, se levantó y
empezó a pasear mientras gritaba: “El movimiento
se demuestra andando”. De ahí la famosa sentencia. Así nacieron
los pasos más famosos de la historia de la filosofía.
LIBROS
‘El arte de caminar’. R. L.
Stevenson y William Hazlitt. (Universidad Nacional Autónoma de México). Es un pequeño libro que reúne las
reflexiones de R. L. Stevenson y William Hazlitt acerca del tema.
‘El arte de caminar.
Tras los pasos de Henry D. Thoreau. Walking, un manifiesto inspirador’.
(Nuevos Emprendimientos Editoriales) Thoreau, uno de los padres fundadores de
la literatura estadounidense, sostiene que las caminatas son esenciales para
mantener una relación saludable con uno mismo y con el planeta.
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