Por más que pongamos nuestro empeño en
ello, la vida cambia, constantemente. Negarse a aceptar esa realidad tan
contundente es absurdo y no provoca más que sufrimiento…
Tal vez pensarás que ya sabías eso.
Pero, si eres honesto contigo mismo, aunque lo sepas, no siempre actúas desde
esta realidad. Y es humano hacerlo, pensarás. Como también es humano el
sufrimiento que esa manera de actuar provoca!
Pero quizás debería recordarte que,
aún siendo humano, el sufrimiento no es el objetivo de nuestra vida,
aunque hay quienes lo afirmen. El sufrimiento con sentido -valga la redundancia- tiene
su propio sentido. Sin ir más lejos, despertar o aprender una
lección trascendental de la vida. Pero el sufrimiento gratuíto, sin sentido
-sinó, porque sí- es algo absurdo y no se puede esperar que alguien lo acepte,
lo soporte, ni tan siquiera haga por entenderlo…
Que la vida cambia a cada instante es
algo rotundamente cierto. En este caso, la vida es así! Mira tan solo la
Naturaleza y dime qué permanece inalterable en ella! Ni algo tan aparentemente
sólido e inerte como una roca permanece siempre igual, con el paso del tiempo.
Por no hablar de lo más efímero, como una salida o puesta de sol, el fluído mar
o el aparentemente repetitivo ciclo de un árbol, una planta o de una sencilla
flor. Todo
tiene su momento adecuado y su propio sentido. Quizás lo único que
nos diferencia de todo ello es la propia consciencia de ese cambio y el sentido
que tiene en nuestra vida…
Pero también es verdad que la
capacidad de nuestra propia consciencia y, sobre todo, nuestra mente poderosa
es, a la vez, el motivo de nuestro engaño, la mayoría de las veces.
- ¿Cuántas veces no aceptamos el cambio en nuestra vida y no conocemos -ni aceptamos- el sentido que tiene el paso del tiempo en ella?
- ¿Cuántas veces luchamos desesperadamente para intentar cambiar nuestra realidad más rotunda, rechazándola de plano o bien intentando ignorarla?
- ¿Y cuantas veces lo logramos, en realidad?
“Nunca es siempre así” es la máxima del budismo,
aunque cualquier religión haría bien en interpretarse así. El desapego, el no
estar arraigados a algo que consideramos permanente en nuestra vida, sin serlo
en realidad. No hay personas, ni momentos ni lugares permanentes e
inalterables! Ni tan siquiera las emociones que utilizamos para vivirlas y
experimentarlas como tales lo son…
Todo cambia, nada permanece! Cuanto más
tiempo intentemos contradecir esta ley universal y cierta, más nos costará
aceptar la realidad. Y, sin realidad cierta, no es posible algo tan necesario
para cada uno de nosotros como la paz, el amor y, como consecuencia de ello, la
felicidad. Sobre una falsa -e inmutable- realidad solo puede haber miedo y éste
solo creará simples emulaciones de paz y amor…o de felicidad! Por ello, cualquier
situación que vivas por fuera intentando buscar lo eterno e imperecedero solo
producirá frustración, aunque tal vez disfrazada de autocomplacencia, de
confort y seguridad!
Así, confiar en la vida es amarla y
eso no significa más que creer que todo tiene su momento en nuestra vida y que, lo
entendamos o no, siempre hay un sentido oculto, interno y verdadero, en todo lo
que en ella pasa…
O, simplemente, si no confiamos en la vida,
¿como le podemos pedir que ella confíe también en
nosotros y nos regale la oportunidad de vivir lo que realmente merecemos?
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