La sensación de plenitud depende de
las pequeñas decisiones con la que alimentamos nuestro día a día y que
dependen, una vez más, de nosotros mismos. Veamos a continuación cuáles son,
conforme la propuesta de Sonja Lyubomirsky, profesora de la Universidad
de California:
Manifiesta
gratitud:
Es difícil ser feliz si no valoramos lo que tenemos. Pensar con gratitud nos
ayuda a saborear las experiencias positivas, a reforzar la autoestima y el amor
propio. La gratitud es el antídoto, además, para evitar la queja. Por ello, si
antes de dormir revisamos tres cosas buenas que nos han sucedido hoy,
vamos incorporando el hábito de agradecimiento.
Cultiva
el optimismo:
Lyubomirsky propone una actividad llamada “el diario del
mejor yo posible”, que consiste en visualizar y escribir sobre
cómo nos gustaría ser en un futuro. En este apartado, no deberíamos
concentrarnos en bienes materiales, sino en nosotros; en nuestros valores, comportamientos
que querríamos desarrollar en un tiempo. Por ejemplo, poder vivir
más espacios de ternura, tener más paciencia o entusiasmarme más con mis
proyectos.
Evita
darle vueltas a las cosas y las comparaciones sociales: El
compararnos con el resto es un poso seguro de infelicidad. Si nos creemos
mejores, nos da un sentido de superioridad insano. Si nos consideramos peores,
desmerecemos nuestro trabajo y el progreso que hayamos conseguido. El reto
consiste en convertirnos
en la mejor expresión de nosotros mismos, más allá de lo que hagan otros. Además
de lo anterior, cuando pensamos demasiado ó damos vueltas a las cosas de forma
innecesaria, nos desgastamos profundamente. Necesitamos desarrollar estrategias defensivas para
distraernos de los pensamientos negativos. Por ejemplo, si nos
asalta una idea nociva, acudir rápidamente a un recuerdo bonito, a una imagen
que nos dé paz o incluso a una canción. No olvidemos que somos nosotros quienes podemos alimentar o
no los pensamientos.
Sé
amable:
Los estudios de Seligman señalan que ser generosos y atentos con los demás,
aunque sea un solo día a la semana, nos permite registrar un incremento de su
felicidad considerable. Por ello, no es de extrañar que cuando nos rodeamos de
personas con comportamientos agradables, los niveles de estrés se reducen. Por
ello, incorporar
la amabilidad (y la ternura) en nuestro día es un requisito para disponer de
una vida plena.
Cuida
las relaciones sociales: Dedicar tiempo a comunicarse,
manifestar apoyo y lealtad son algunas de las actividades que han demostrado
eficacia para incrementar los niveles de felicidad. La amistad es una de las grandes riquezas
que podemos cultivar como hemos comentado en otro artículo.
Desarrolla
estrategias de afrontamiento: Afrontar es lo que hacemos para
aliviar el dolor o el estrés provocados por un acontecimiento negativo. La negación es
un actitud que alimenta el conflicto. Por ello, es recomendable buscar canales
para expresar lo que nos duele y con ello, poder afrontarlos. Y los
hay de diversa índoles: desde una buena conversación a cualquier expresión
artística, como la escritura o la pintura.
Aprende
a perdonar:
Las personas que perdonan manifiestan una disminución de sus emociones negativas y un aumento de su
autoestima y su esperanza. Lyubomirsky nos presenta varios
ejercicios para aprender a perdonar, como apreciar ser perdonado: imaginar el
perdón, escribir una carta de disculpas, ser más empáticos o atribuir cierta
bondad o generosidad al transgresor.
Saborea
las alegrías de la vida: Los investigadores definen el
disfrute como los pensamientos o comportamientos que son capaces de generar,
intensificar y prolongar el placer. Actividades como saborear las experiencias
comunes, disfrutar y rememorar con familiares y amigos, festejar las buenas
noticias o permanecer abierto a la belleza y la excelencia, permiten
incrementar nuestra sensación de plenitud… Por cierto, ¿hace cuánto
que no celebras un éxito por pequeño que sea?
Comprométete
con tus objetivos: Los comienzos del año suelen ser un buen momento
para revisar nuestros objetivos, como comentamos en el último artículo. En este
apartado, hemos de escogerlos para que estén en armonía con otros objetivos personales y con la
flexibilidad suficiente para dejarnos sorprender por lo que la vida
muchas veces nos ofrece.
Cuida
de tu cuerpo:
La meditación, la actividad física y el actuar como una persona feliz (es
decir, expresar las emociones positivas con gestos como reír o sonreír) son
hábitos que nos ayudan a sentirnos mejor. En cuerpos erosionados es más difícil, por no decir
imposible, cultivar una vida plena.
Las anteriores acciones podemos poner
en marchar en cualquier momento para trabajar por nuestro bienestar, porque
como dijo sabiamente Abraham Lincoln: “La mayoría de
las personas son tan felices como ellos preparan a su mente para serlo”
Basado
en el libro: Sonja Lyubomirsky: La ciencia de la felicidad: un método probado
para conseguir el bienestar, Barcelona,
Ediciones Urano, 2008.
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