—¿Se dedica usted a motivar a la gente?
—Sí.
—¿En qué consiste motivar?
—En enseñarte
cómo descubrir tu pasión vital. Esa que, si la sigues, te hará sentir feliz
cada mañana.
—¿No es eso algo que cada uno ya sabe?
- No crea... Una
de las preguntas que más me hacen en mi curso es: «¿Cómo
puedo averiguar lo que de verdad quiero?».
—¿No sabemos lo que queremos?
—Lo que tú crees
que quieres, ¿Lo quieres? Desde niño te bombardean para que quieras esto y lo
otro y, claro, tiendes a perseguir eso. Ocupado en perseguir, no te enteras de lo que de verdad
quieres.
—¿Y qué debo hacer para enterarme?
—Sigue este
ejercicio: Cada
vez que, de pasada, sientas que algo te atrae, te interesa, te hace sentir más
vivo, más pleno... ¡Anótatelo!
—¿Dónde? ¿En una libretita?
—De acuerdo.
Verá: ¡Llenamos
nuestra vida de tantas ocupaciones que no nos prestamos atención, no nos
escuchamos!
—Y cuando tenga ya una buena lista, ¿Qué?
—Al aprender a
escucharte, sentirás que tu voz interior cada vez es más clara. Y
llegará el día en que sentirás que si no actúas según te dicta, la vida no
merece tal nombre. ¡Y entonces ya nada te frenará: Harás eso y vivirás!
—¿Le pasó esto a usted?
—Sí. Yo perseguí
dinero, prestigio y poder... y los obtuve como alto ejecutivo de empresas. Pero
sólo me sentía de verdad bien mientras leía a ciertos maestros y sabios. Así
que decidí sentirme igual en mi vida cotidiana... y acabé siendo profesor, y
creando este método, este curso que ahora imparto.
—¿Y cómo se siente hoy?
—¡Vibrante,
radiante! ¡La sangre canta en mis venas! Ahora me levanto cada mañana como si
fuese día de fiesta: Siento una alegría que antes sólo sentía los días de
vacaciones.
—¿Se siente feliz un lunes por la mañana?
—¡Sí! ¡Y todos podemos sentirnos así!
—¿Y qué estrategia sigo para lograrlo?
—Puedo
aconsejarle varios ejercicios.
—Por ahora deme tres y ya iré probando...
—El primero tiene
que ver con tu monólogo interior, con esa cháchara mental que desfila mientras
estás despierto: ¡Obsérvala! Seguramente la descubrirás infestada de juicios críticos y
negativos sobre ti y los demás.
—Seguramente.
—Si te haces
consciente de esto, ¡Ya es mucho! Luego, poco a poco, ve sustituyendo cada uno
de esos juicios negativos por otros positivos. No falla: ¡Cambiará el mundo!
—Por si falla..., recéteme otro ejercicio.
—Al acostarte,
durante diez minutos, repasa las cosas buenas que tengas (sean de
salud, familia, amigos, trabajo, aficiones, objetos...): Siéntelas, y siéntete hondamente agradecido
por cada una. Por la mañana, repite.
—¿Y ya está?
—No: Cuando
salgas de casa y te cruces con alguien (el quiosquero, la vecina, el del bar,
el colega de trabajo, el del ascensor...), evoca ese sentimiento de gratitud y deséale a esa persona
lo mejor. No se lo digas, ¡Simplemente deséaselo! ¡Ya verás qué bien
te sientes!
—Tomo nota. ¿Vamos al tercer ejercicio?
—Sí. Elige algo
que no funcione muy bien en tu vida: Analiza qué modelo estás aplicando ahí...
y luego modifícalo.
—Con un ejemplo lo entenderé mejor.
—Una chica estaba
triste. ¿Por qué? Porque los colegas no la llamaban para salir. Aplicaba este
modelo: «No
les gusto, por eso no me llaman». Lo modificó: «Están tan ocupados, pobres, que no pueden
llamarme». Y llamó ella. ¡Hoy está rodeada de amigos!
—¿Podemos así cambiar el mundo, me dice?
—Claro: La realidad la
creas tú, con tu actitud. Puedes, sucesivamente, ir mejorándola.
—¿Hasta llegar a la felicidad?
—Esperar que la
felicidad llegue en cuanto hayas alcanzado ciertas metas ¡Es garantizar la
infelicidad! Esto es lo que nos enseñan: Es decir, ¡Nos enseñan a ser
infelices!
—¿Dónde se esconde la felicidad, pues?
—¡Dentro de ti,
desde que naciste! Basta con abrirle la puerta. ¿Cómo? Otro consejo:
No te
coloques a ti mismo en el centro del universo, coloca a otros. ¡Es
mano de santo!
—¿Les funciona a sus alumnos?
—Sí. De entrada,
les enseño a reconocer cuáles son las preguntas importantes que tienen que
hacerse, para empezar.
—¿Qué preguntas son ésas?
—¿Quién soy
realmente? ¿Qué me hace feliz? ¿Qué valores quiero expresar con mi trabajo? ¿Qué
legado quiero dejar?
—¿Y consiguen respondérselas?
—¡Lo importante
es llegar a hacérselas! Si te las haces, empiezas a ver la puerta...
—Recéteme un último ejercicio.
—Imagina que cada
persona del mundo es libre excepto tú, ¡Y que todas las personas del mundo
están ahí para ayudarte a conseguir que seas libre! De este modo, entenderás
que hasta los que aparentemente te fastidian, ¡Están haciéndolo para ayudarte a
ser más libre!
—Eso ya es imaginar, ¿Eh?
—¡No olvide que
todo está en el modelo que nos construimos para ver el mundo! Eso lo
crea. ¿Nos despedimos con un cuentecito?
—Muy amable.
—Dos discípulos
de un gurú le preguntan cuánto tiempo les llevará todavía alcanzar la
iluminación. Al primero, el gurú le dice: «Has progresado mucho, la alcanzarás en tres vidas más».
El discípulo se desespera: «¿Tanto? ¡Con todo lo que he trabajado...!».
—Vaya... ¿Y
qué le dice al segundo?
—Señalándole un
árbol espléndido, un mango cuajado de flores, frutos y denso follaje, le dice: «A ti te faltan
tantas vidas como hojas tiene ese árbol». Mirándolo, el segundo
discípulo exclamó, arrobado: «Oh, ¿Tan poquitas?». Y en ese instante se iluminó.
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