Educar
a los hijos nunca fue fácil, y en una sociedad sin certezas aún lo es menos. Si no
sabemos qué necesitarán en el futuro, la clave es criarlos, como dicen los
expertos, como juncos: dotarles de una base psicológica fuerte y actitudes
flexibles que les permitan adaptarse
La
situación actual ofrece pocas seguridades y certidumbres, desde el punto de
vista individual y colectivo. Conceptos como formación, carrera profesional,
empleo estable, vivienda en propiedad, domicilio habitual, pareja o familia
están en transformación, y muchas de las ideas y creencias que durante años han
servido de referencia o han regido la sociedad están en crisis. En
estas circunstancias, la tarea de educar se complica porque padres y madres han
de afrontar problemas para los que no pueden usar los métodos que sus padres
utilizaron con ellos. “Cada generación lo tiene más difícil que la anterior
para educar porque hace cien generaciones –por decir una cifra–, todo lo que
tenía que aprender un niño se lo podían enseñar sus padres, y hoy los padres ni
siquiera saben qué debe aprender el hijo o tienen que aprenderlo ellos”,
explica Mariano Fernández Enguita,
catedrático de Sociología de la Universidad Complutense de Madrid.
No
es sólo que padres y madres no tengan referencia sobre a qué edad hay que dejarles
utilizar Facebook o cuando es adecuado facilitar a un niño un móvil. Es también
que no saben en qué han de formar más o mejor a sus hijos para que tengan más
oportunidad de trabajar, ni si han de promover en ellos el compromiso y la
firmeza con los proyectos y las relaciones personales o alentar el relativismo
para entrenarlos en la ruptura y los cambios constantes. Y esta falta de certezas a menudo paraliza
a los padres. Maria Batet,
maestra y responsable de Valorsdemprendre.org,
desde donde desarrolla metodologías para fomentar la emprendeduría y aprender a
convivir con incertezas, asegura que el mejor antídoto ante las incertidumbres
actuales es recuperar la capacidad de pensar. “En vez de resolver los problemas que nos
plantean los hijos de forma rápida e impulsiva, hay que desgranar el problema,
desglosarlo y ver las consecuencias que pueda tener, analizar por qué sí o por
qué no el chaval ha de tener móvil, o ha de hacer o no hacer cualquier cosa”,
comenta.
Resulta
importante, dicen los expertos, que los padres no conviertan su falta de
referentes o sus incertidumbres sobre el futuro en inseguridad. “Los padres
transmiten su seguridad –o lo contrario– por ósmosis, es decir, por contagio;
por eso las circunstancias actuales de inseguridad son muy negativas para los
niños”, apunta Gonzalo Hervás,
profesor de Psicología de la Universidad Complutense. Y añade que la adversidad
económica es una potente fuente de estrés para los niños incluso aunque no les
afecte directamente, “porque el estrés de los padres se contagia en muchos
casos de forma automática y sabemos que eso genera vulnerabilidad psicológica a
desarrollar trastornos de ansiedad, de depresión, e incluso más graves”.
Fuertes y
adaptativos
Sea
complicado o no, a los hijos hay que seguir educándolos y probablemente la
mejor forma de hacerlo sea prepararlos para esa incertidumbre que les toca
vivir, para resolver problemas, afrontar imprevistos, detectar posibilidades,
renunciar a lo que ya no vale… Porque, tal como apunta Fernández Enguita, un futuro incierto puede verse como algo
preocupante, de riesgo, o como la posibilidad de un futuro más
abierto, menos marcado por el pasado y con más oportunidades y sorpresas. “Hoy, como
siempre, los padres pueden y deben ser para los hijos un referente moral, además de enseñarles a seguir aprendiendo, a
aceptar lo nuevo y lo diverso, a responder de forma adaptativa y creativa al
cambio social”, apunta el sociólogo. Y explica que, como nadie puede
saber hoy con certidumbre las tendencias de empleo de mañana ni qué formación
será la más adecuada en unos años, “lo esencial para los hijos es aprender a aprender y
entender que lo que aprendan hoy ni les
obliga a nada ni les garantiza nada para mañana, salvo una capacidad aumentada de afrontar la vida”.
Gonzalo
Hervás cree que la incertidumbre sobre el futuro puede tener ciertas ventajas. “El no tener
certezas sobre lo que la sociedad espera o necesita puede permitir centrarnos
en lo importante, en las personas, en desarrollar la humanidad de los hijos más
allá de modelos centrados exclusivamente en competencias”, dice. Y
subraya que aspectos como la tolerancia a la frustración, la capacidad para
conectar con los demás, el autoconocimiento, el desarrollo emocional o la
madurez son intemporales, pero a menudo se quedan en un segundo plano educativo
tras los idiomas y la tecnología.
Porque,
después de hablar con sociólogos, psicólogos y educadores, parece claro que
aunque los padres no puedan vislumbrar cómo será el día a día de sus hijos en
el futuro, sí
pueden prever que la sociedad de la incertidumbre necesitará gente más flexible
y creativa, personas muy autónomas y seguras de sí mismas que puedan
ver distintas soluciones a un problema, capaces de afrontar con éxito la adversidad y el
estrés y muy adaptativos.
El
sociólogo e investigador Javier Elzo
ofrece un símil muy gráfico: “Necesitamos criar
juncos: jóvenes que tengan unas raíces
firmes, es decir, un equilibrio psicológico e intelectual sólido, pero que sean flexibles para adaptarse a los
vientos que vayan soplando”. En su opinión, la aspiración de los
padres –y de la sociedad– habría de ser contribuir a formar chicos y chicas con
una buena competencia personal, “entendiendo por ello que tengan cierto equilibrio
psicológico y la autoestima suficiente para sentirse contentos con ellos
mismos, sin querer ser como otros, pero también una cabeza relativamente amplia
y estructurada, con la capacidad de hacerse preguntas para situarse en la vida, de saber dónde recurrir para encontrar respuestas y de tener criterio para valorar las buenas y las malas”.
Javier Urra,
doctor en Psicología y también en Ciencias de la Salud, considera que enseñar a
los hijos a convivir con la incertidumbre requiere desarrollar su inteligencia
emocional y creativa, su inteligencia social, y su capacidad crítica, de
pensamiento y de reflexión para que tengan respuesta ante los dilemas éticos,
los problemas y las rupturas que les irá planteando una sociedad más compleja. “Si van a vivir
un mundo de inseguridad laboral, de ruptura de parejas, de accidentes
inesperados… hay que prepararles para ello, para que sean flexibles, para que no pasen del amor al odio, para
que asuman que las cosas se rompen o se pierden pero la vida sigue y han de
poder ver distintas soluciones a un mismo problema”, indica Urra.
Para
ello es necesario cultivar las fortalezas y talentos de cada
niño o niña, sin tratar de que encajen en un patrón y dejándoles que se equivoquen y que aprendan
por sí mismos, “algo que siempre es duro para los padres”,
advierte Hervás. Y apunta que en lugar de fomentar el “siempre se ha hecho así”, hay
que dar pie a lo contrario, a la creatividad aplicada. “La capacidad de innovación se puede
desarrollar en el cajón de los cubiertos; basta preguntarles ¿es esta la mejor
forma de ordenarlos? ¡Hazme una propuesta que lo mejore!”,
ejemplifica.
Porque,
como explica Maria Batet, los padres no pueden educar para garantizar el futuro
de sus hijos, pero sí pueden darles herramientas para que ellos sean capaces
de construir ese futuro, de buscarse la vida, de encontrar recursos
y de organizarlos. Hay unanimidad entre los expertos consultados en que en una
sociedad llena de incertezas les será útil identificar los miedos y superarlos,
ser reflexivos, tener espíritu crítico y saber pensar, el entusiasmo y la creatividad,
saber explicarse, tener una actitud positiva y una buena autoestima, saber
planificar, tener empatía, ser resilentes para reponerse de las adversidades y
humildes para buscar ayuda… Batet anima a los padres a trabajar estas
habilidades –las mismas que permiten salir adelante a los emprendedores–, desde
casa.
DIEZ
HERRAMIENTAS CLAVE
Habilidad
comunicativa
Tener
habilidad para explicar las ideas y proyectos, para convencer, dialogar y
seducir es crucial para cualquier circunstancia y para cualquier empleo. Los
padres pueden trabajar estas habilidades comunicativas no cortando a los niños
cuando hablan y alentando que expliquen cosas de distintas formas para
potenciar su capacidad de expresión.
Trabajo en
grupo
En
momentos difíciles trabajar en grupo socializa y la colaboración ayuda a
encontrar opciones y soluciones. Por eso desde casa conviene fomentar que los
niños se acostumbren a compartir, a colaborar con otros en sus ratos de ocio, a
desenvolverse en grupo…
Autoconocimiento
Cuando
uno sabe cuáles son sus puntos fuertes y débiles puede lidiar mejor con los
problemas y las incertidumbres. Por ello conviene ayudar a los hijos a
conocerse mejor, a saber bien lo que les gusta y lo que se les da bien. “Si a tu hijo le
gusta jugar al baloncesto, pregúntale por qué, si le gusta porque compite,
porque le gusta formar parte de un equipo…; y si le gusta el ajedrez, ayúdale a
saber por qué, si es porque se le da bien, porque disfruta con un ambiente
tranquilo, porque le gusta pensar qué hará el contrincante… Así irá
descubriendo sus habilidades”, explica Batet.
Identificar y
superar los miedos
En
una sociedad de incertidumbres, donde hay situaciones que no se controlan,
surgen muchos miedos. En lugar de inculcar a los niños que no hay que tener
miedo y ser valientes, Maria Batet propone enseñarles a identificar a qué tienen miedo,
a ponerle nombre y a evitar que los paralice. “Si un niño tiene miedo a dibujar porque no
se le da bien, conviene que lo hable, que lo identifique como un hecho concreto
y luego incentivarle a que pruebe otra manera de hacerlo”, comenta.
Capacidad
organizativa
Para
desenvolverse en un mundo incierto resulta clave saber buscarse la vida, idear
proyectos, detectar recursos para llevarlos a cabo y organizarse para
conseguirlos. Los padres pueden desarrollar estas habilidades en sus hijos si
desde pequeños los hacen partícipes de pequeños proyectos y les animan a
ingeniárselas para llevarlos a cabo. “Si enseñamos a los niños a desarrollar proyectos a medio
plazo –puede ser aprender a montar una bicicleta a partir de un kit u organizar
un torneo de baloncesto en el colegio y buscar patrocinadores para ello–
aprenden a tolerar la frustración y a desarrollar la capacidad de
planificación”, justifica el psicólogo Gonzalo Hervás.
Entusiasmo
Si
uno no se siente seguro ni tiene certezas sobre su futuro es fácil caer en el
desánimo. Por eso, Maria Batet aconseja educar a los hijos en el entusiasmo. “Lo primero es
ser uno mismo entusiasta y no mostrarse decaído; después ayudarles a vivir con
entusiasmo las pequeñas cosas, desde salir a montar en bici hasta comerse unas
palomitas, porque lo que crea el aprendizaje es el hábito, la repetición”,
explica.
Creatividad
Tirar
de creatividad, saber leer el entorno para extraer ideas es una herramienta muy
útil para desenvolverse en medio de la incertidumbre. Para fomentarla, conviene
fomentar la curiosidad en los hijos, alentar que se hagan preguntas, que tengan
una mente despierta. En lugar de aplicarles la máxima de esto es así porque
siempre ha sido así, promover que propongan nuevas soluciones a cuestiones
cotidianas, desde la forma de tender la ropa a la organización de un
armario.
Fortaleza
Si
hay una capacidad útil en la sociedad de la incertidumbre es la resiliencia, la
capacidad de hacer frente a las adversidades, de sobreponerse a ellas y
aprovecharlas para salir reforzado. Se desarrolla enseñando a los niños a tener
relaciones y amigos en quien apoyarse, a tener empatía, a fijarse metas
razonables, a tener una actitud positiva y a aceptar que el cambio forma parte
de la vida. “La
sociedad actual es más volátil y hay que tener capacidad de adaptación para
afrontar noticias negativas, rupturas, etcétera, y si educamos a los jóvenes de
una forma muy rígida y los sobreprotegemos, cuando salen de casa y nadie les
marca las pautas no funcionan, se hunden”, advierte Javier Elzo.
Criterio
Tener
criterio y ponderación a la hora de tomar decisiones y espíritu crítico para
analizar la información que se recibe es una formación fundamental para el
futuro que se puede alentar en casa. “A los hijos no hay que adoctrinarles con nuestras ideas
políticas, sindicales o religiosas, sino enseñarles a leer en los inputs que
reciben, ayudarles a saber distinguir el trigo de la cizaña, hacerles ver el
sustrato ideológico que hay tras la información que leen en internet o tras el
programa televisivo que están viendo o en otros inputs que reciben”,
comenta el sociólogo Javier Elzo. Javier Urra añade que también hay que
plantearles desde pequeños dilemas concretos para que vayan desarrollando su
capacidad crítica: “Que reflexionen sobre la eutanasia o sobre qué pasaría
si durante un embarazo se enterasen de que el bebé tiene malformaciones o si
como consecuencia de un accidente se quedan parapléjicos…; han de tener
criterio y respuestas para una sociedad compleja”.
Actitud
positiva
Si
en momentos de incertidumbre somos pesimistas nos imaginaremos un futuro negro,
de modo que resultará más útil crecer con una perspectiva positiva de la vida
para poder apreciar más oportunidades. Para evitar una actitud pesimista en los
hijos es importante no anclarles en categorías negativas. “Si un niño te enseña un dibujo feo puedes
decirle que ese le ha quedado mal o que es un desastre dibujando; si optas por
la segunda opción y una cosa que es temporal, un dibujo, la planteas como
permanente, le fomentas la visión pesimista”, explica Batet.
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