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diumenge, 19 de gener del 2014

AMAR: CUIDAR. Àlex Rovira.

Reproduzco un breve fragmento de “Un Corazón lleno de Estrellas”, que escribí junto con mi querido amigo Francesc Miralles. Dice así:

La voz calmada del anfitrión sacó al chico de sus pensamientos.
―¿Y a qué debo el placer de tu visita?
―Va a parecerle algo extraño ―improvisó Michel―, pero me han encargado buscar las nueve clases de amor y… he pensado que tal vez usted pueda ayudarme.
Antoine removió su taza con la cucharita mientras pensaba en voz alta:
―Nueve clases… ¿Cuántas tienes ya?
El amor romántico ―contestó algo avergonzado.
El anfitrión asintió en silencio y entornó los ojos, como si tratara de recuperar algún recuerdo olvidado. Finalmente dijo:
―Lo romántico es el principio. Todos nos enamoramos alguna vez. Algunos más veces incluso. Ahora, pasar a la segunda fase requiere cierto grado de maestría ―añadió guiñándole el ojo.
―¿Cuál es la segunda fase?
El amor de larga duración. Es más valioso aún que el romántico, porque ha pasado la prueba del tiempo. Yo soy un ejemplo de ello. Hace 21 años y tres meses que Camille no está con nosotros, pero sigo haciendo las cosas como a ella le gustaba que fueran.
Michel sonrió hacia sus adentros: al decir eso, Antoine acababa de perder un pedazo de su ropa.
―Me gusta mantener vivas las cosas que le daban vida ―siguió hablando el anfitrión, sin ninguna tristeza―. A fin de cuentas, somos las cosas que amamos. Morimos el día que nadie piensa en nosotros.
El joven visitante recordó con una mezcla de felicidad y dolor la imagen de Eri en la cama. No había dejado de pensar en ella una sola hora desde que había quedado atrapada en aquel sueño eterno.
Antoine apuró la taza de café antes de levantarse a echar medio leño al fuego. Luego declaró:
El amor verdadero es esto.
―¿Qué quiere decir?
―El amor es echar siempre un tronco al fuego. Solo así se mantiene encendida la llama. Suena obvio, pero demasiada gente lo olvida. Por eso se llevan mal tantas parejas. Si quieres amar de verdad, recuerda esto, chico: aunque estés cansado, tendrás que ir a buscar un leño para alimentar el fuego. Si no lo haces, por la mañana solo encontrarás las cenizas de lo que había sido tu amor.
Michel asintió en silencio.
Por cierto ―añadió el contable―. Si vienes el viernes, te cortaré una rosa que está creciendo en el jardín. He sabido lo de esta niña…
Eri ―suspiró el pequeño.
―Le llevarás la primera rosa del año. ¿Quién ha dicho que los que duermen no pueden oler las rosas?

Sí, quizás el amor más que un sentir es un cuidar de manera constante, un corresponder, un delicado juego de equilibrios que implica consciencia para valorar lo que recibimos del otro y también lo que el otro es, y que la otra parte sienta y reconozca esa correspondencia. Cada día uno debe poner su leño en el hogar. Así, desde ese reconocimiento mutuo surgen el equilibrio, el respeto, la admiración, la gratitud; la llama se mantiene viva y regalando calor.
Amar, sin duda, es no solo querer lo mejor para el otro, sino también contribuir a que eso suceda. Y eso no es solo aplicable al universo de nuestras parejas, también de nuestras amistades, también de las personas a las que apreciamos en el ejercicio de nuestro trabajo.
La falta de consciencia, la pereza y la inercia son malas compañías en este proceso. Llevan a no poner ese tronco en el hogar y, necesariamente, la llama del afecto se va apagando hasta desaparecer.
Por eso pienso que el amor es un trabajo que requiere perseverancia, un proceso que necesita alimentarse con el afecto de las partes que lo construyen para seguir vivo en el tiempo, un darse cuenta del valor de lo dado, y de lo recibido; un delicado equilibrio.
Besos y abrazos,

Álex


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